INFORME ESPECIAL
Origen de muchas fortunas y las consecuencias en el avance de la construcción suntuosa.
26 de diciembre de 2024
Anteriormente hemos hecho mención a la progresista comunidad francesa como impulsora del desarrollo edilicio de Azul. Lo que merece, sin dudas, aunque sea una somera mención, es la importancia que tuvieron, sobre todo a partir de mediados del siglo XlX, los llamados almacenes de ramos generales, mayoritariamente en manos de italianos, árabes, franceses, que, con poco capital -en principio-, lograban a fuerza de trabajo, constancia y habilidad comercial, una importante situación económica que invertían en campos que, por entonces, no tenían gran precio, sobre todo antes del desalojo del indio. Aunque, como se expresa en el interesante estudio del Doctor Pedro L. Cereseto (médico sanitarista, vinculado con Azul, especialista en zoonosis rurales), en pocos casos las prácticas eran maliciosas, ya que en la seriedad de sus dueños estaba la confianza de los clientes.
Esos almacenes de "ramos generales" tuvieron sus comienzos en las "pulperías" de la época de la colonia, de precaria edificación, generalmente ubicadas en ángulo -llamados "esquinas"-, por donde pasaban carretas, carruajes, reseros, viajeros, gauchos del lugar... Ya eran un lugar de venta no solamente de bebidas, sino de velas, tabaco, ristras de ajo y, por ahí, hasta alguna guitarra, aunque el contrabando permitía ofrecer productos "prohibidos", ingresados de Inglaterra o Francia (jabones, perfumes, textiles, etc.). Los artículos eran escasos. El pulpero, un personaje sacrificado y pobre, conforme los clientes que lo visitaban (el "Martín Fierro" es una pintura real de la clientela que concurría a la pulpería).
"...El panorama de los almacenes de campaña y en general de los comercios de ramos generales que se fueron estableciendo después de la emancipación nacional y especialmente cuando la inmigración trajo pobladores europeos, mejoró sustancialmente en razón del libre comercio que se estableció con los países de todo el mundo y el ingreso de mano de obra que incidió en todo sentido, en el progreso de estos" (Pedro Cereseto. "Papel del almacén de campaña en la evolución social argentina", publicado por la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires el 23 de mayo de 1980). Este tema merecería un estudio especial, aunque lo incluimos dado que muchas fortunas que se hicieron en estas explotaciones comerciales también contribuyeron, como veremos, al progreso edilicio de nuestra ciudad.
Yuyú Guzmán (en "Estancias de Azul") indica: "En otros casos el almacén llegaba a ser de verdadero banco comercial, custodiando dinero confiado por los lugareños o prestando a los estancieros que solían vender sus productos una sola vez al año o se arruinaban temporalmente con sus dudas de juego. En la mayoría de los casos, los dueños de comercios camperos, laboriosos y ahorrativos, terminaban comprando campos vecinos con el excedente de sus capitales, tierras que, a veces se las ofrecían a bajos precios, que llegaban solas a sus manos, a través de deudas impagas contraídas por estancieros poco previsores. Para entonces, la experiencia alcanzada en contacto directo con el ambiente rural, la práctica de montar y la constante observación del manejo ganadero, convertían al comerciante europeo en un estanciero conocedor y capaz".
No podemos afirmar que la mayoría de los luego dueños de cuantiosas fortunas fueran originalmente "almaceneros rurales", por cuanto muchos más se iniciaron en aquella actividad que habían ejercido en su tierra natal: la explotación agropecuaria, generalmente comenzando como simples trabajadores del campo; pero merece citarse al nombre de algunas familias muy conocidas que comenzaron allí, por las características del almacén de ramos generales, que amasar una importante fortuna, que invertían en tierras, no tan valorizadas por aquel entonces: Naulé, Lier, Lafontaine, Juana Brocca, Pereda, Fortabat.
Un fenómeno
Franceses e italianos, encuentro de culturas en nuestra arquitectura, no excluyente, si prevalente. En un artículo anterior, refiriéndonos a la Historia del automovilismo en Azul, dijimos que las marcas de preferencia, que adoptaban las pocas familias que a principios de siglo y hasta la guerra del '14, podían acceder a dicha tecnología del mundo moderno, eran las que tenían origen en sus países natales: los franceses, los ingleses, los alemanes, respetaban esta premisa. En la edificación no fue de extrañar que se mostrara esa variedad de estilos que imperaron en nuestra arquitectura, aunque no siempre, los propietarios tenían tal fidelidad con el origen de sus apellidos y muchas veces eran influenciados por las tendencias estilísticas que sugirieran los proyectistas o profesionales.
Un ejemplo, dentro de los muchos que se pueden citar, es la casona de Alfredo Piazza, de estilo inglés, proyectada por el arquitecto Maschió, que había concebido el villino, como dijimos, de claro estilo toscano. Los viajes a Europa de estas familias muchas veces eran determinantes a la hora de elegir sus viviendas. No escapaban a este eclecticismo los paseos públicos. Contaba la hija de Aztiria que su padre visitó el parque de Baden-Baden en Alemania y de allí trajo una idea que enriqueció el diagrama del proyectista Sala en nuestro paseo (Parque Municipal). La conocida canastita de rosas, entre otros aportes. No sería erróneo decir que nuestra ciudad es una urbe ecléctica, como muchas otras de nuestro país de inmigrantes. Ese eclecticismo, como armonización de estilos en la arquitectura, se nota en otros aspectos de nuestra cultura: costumbres, gastronomía, usos y hasta el lenguaje diario.
Un ejemplo al pasar: en una feria gastronómica en Buenos Aires (programa de TV), el movilero, al pasar por un stand de comidas italianas utilizó la palabra "spuzza" como sinónimo de aroma, siendo corregido por la señora que atendía que le aclaró: "mal olor". En nuestro tiempo era común escuchar a los abuelos e hijos, en ese cocoliche diario, decir: "¡Que spuzza!", refiriéndose al olor desagradable.
Ya hemos mencionado a Ginocchio como el gran impulsor de la venta de terrenos y de construcción de importantes edificios, pero desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX, muchos italianos (a veces llevando pan y cebolla para almorzar en la obra), se sumaron al tropel de albañiles, como peones o bien como carpinteros, yeseros, plomeros, techistas, frentistas... Una de las familias más conocida fue la integrada por varios hermanos, los Zone, que no sólo eran constructores, sino que se destacaban en el arte de la escultura, eximios deportistas, amantes de la óperas y dirigentes, siendo Emilio fundador del Club Alumni Azuleño.
Para corroborar lo señalado en el título anterior sobre esa particular simbiosis que se dio Azul, a partir de mediados del siglo XlX , que mostró un interesante número de franceses provenientes del Bearn, continuando más adelante la oleada de italianos, llegados de casi toda la península, aunque mayoritariamente de Sicilia (Ganghi), daremos una mirada al tipo de arquitectura que comenzó a fluir en nuestra ciudad, tomando como parámetro las calles en que más se observa esta profusión edilicia, acompañada de pequeñas historias relacionadas con ese inesperado y venturoso cambio urbano en la villa de Burgos.
Esa simbiosis de inmigrantes que vinieron a trabajar la tierra, sin escaparle a otras ocupaciones que le permitieran progresar en un suelo donde había todo por hacer y que, fruto de ese esfuerzo, contracción al trabajo e inteligencia en el manejo del dinero que la generosa tierra les permitía cosechar, surgió una clase social adinerada que, a la vez que invertía en nuevos emprendimientos, buscaba construir sus casas con toda la comodidad que le permitían sus fortunas, mayoritariamente franceses, aunque no en su totalidad, ya que también hubo vascos, españoles, ingleses, alemanes, árabes, judíos, que alcanzaron cierto progreso para la inversión en propiedades, que, sumado al espíritu genéticamente constructor que traían los italianos, generó esa amalgama que le permitió a nuestro pueblo exhibir un trazado urbano moderno, embellecido por casas de gran categoría que no sólo eran el orgullo de sus propietarios, sino el sello distintivo que mostraba Azul con referencia a muchas otras ciudades.
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