AZUL Y SU 192° ANIVERSARIO
En el presente ensayo, el profesor de Historia Omar Daher traza un recorrido "desde los humildes comienzos hacia el avance urbano sostenido" de esta ciudad. Entre los temas abordados se encuentran las construcciones anteriores a la eclosión de la "fiebre" de las casas señoriales, los almacenes de Ramos Generales de campaña, y algunas de las construcciones emblemáticas de las principales calles de Azul.
26 de diciembre de 2024
Por Omar A. Daher
Especial para El Tiempo
Introducción: juicios foráneos lejanos y cercanos. Ad angusta per agusta (alocución latina). Significado: metas augustas por caminos angostos.
Así podemos calificar el progreso azuleño: para llegar al éxito fue preciso transitar senderos estrechos con muchas dificultades.
"¡Mirá, lo que es esa casa!", decía a sus compañeros, una supervisora del Ministerio de Salud, al bajar de la camioneta que los transportó a nuestra ciudad.
Tal casa fue proyectada por el hermano llamado Ricardo, del futuro ocupante Carlos Leiva (abogado de prestigio que se había radicado en Azul en 1918), siendo también asiento de su estudio jurídico, compartido con dos profesionales más. De llamativo estilo Tudor (inglés) ubicada en la calle Bolívar 533, haciendo esquina con Moreno. La misma se edificó en el año 1928, por una de las empresas más importantes de esos tiempos, Zone Hnos. Es, a mi gusto personal, una de las mansiones más bellas de Azul.
Frente a la casa, esquina Oeste, luce la suntuosa vivienda de quien fuera el escribano Labarriere (con estudio, también en Buenos Aires), proyectada por el mismo profesional que ideó la mansión del Doctor Leiva, en Bolívar y Moreno. Tan admirado quedó de la casa de Leiva que solicitó los servicios al propio Ricardo Leiva para proyectar su propio estudio-vivienda. Actualmente y, desde hace unos treinta años ocupada por Héctor Canosa y familia.
Esta es del mismo estilo que la anterior, con diferencias en su frente que la hacen un poco más adusta. Su interior es igualmente lujoso y amplio. Hoy dichas casas pueden considerarse como verdaderas joyas del patrimonio edilicio de nuestra ciudad.
Casa del General Leyría, tronchada sin piedad. Yrigoyen y Alvear.
Hace unos sesenta años atrás, conversando con un contador de La Plata, en la famosa confitería "Los Tilos", mientras tomábamos algún refresco, en pleno diciembre de 1965, y cuando se estaba en los preparativos de la inauguración de la "Casa del Niño" (calle Yrigoyen casi Maipú), de cuya refacción se había encargado el Consejo General de la Minoridad (lugar que aún hoy ocupa y que perteneció a Don Froilán Miranda), dicho profesional nos decía a quienes compartíamos la mesa: "Azul, no será la más progresista de las ciudades que hemos recorrido, pero es la más bacana" de ellas. Ese juicio se lo permitía exponer por la vestimenta de mujeres y varones que por allí pasaban (una de las esquinas más tradicionales, frente al Banco Español), en "pleno centro", sino que lo hacía exaltando, junto a un arquitecto que lo acompañaba y dirigía la remodelación de la casa aludida, la calidad de su edificación, refiriéndose por el lugar en que nos hallábamos (en la esquina Norte de 25 de Mayo y San Martín), al edificio conocido como Casa Vigna (1912), cuyo constructor fue José Brumana. Lamentablemente, muy modificada y dividida en su parte inferior, allí donde funcionó unos de los comercios más importantes de Azul. Su parte superior se ha deteriorado y alguna parcela se ha destinado a uso familiar. Actualmente funciona un gimnasio y se han construido departamentos sobre San Martín.
"Argentina turística", programa que es realizado por el matrimonio viajero, no hace mucho tiempo visitó nuestra Ciudad y al recorrer la parte céntrica, el conductor se sintió admirado por la Plaza San Martín, su entorno y, sobre todo, la Catedral, que data de 1916 de estilo neogótico; obra del brío, arrollador de nuestro primer Obispo Monseñor Cáneva.
En otro interesante video realizado más recientemente (la cronología diferente se puede observar por el estado de construcción, en uno y otro momento, del edificio torre que se levanta detrás de la antigua casona de Bargas), el conductor del programa, al parecer entendido -por el léxico utilizado en los relatos y el manejo que hace de las corrientes estilísticas prevalentes en nuestra urbanidad- emite un juicio lapidario sobre la intervención que significa la monumentalidad sobre el patrimonio preexistente, llegando a calificarlo de "atroz", entre otros epítetos. Agregando que se nota, en al recorrer los diferentes edificios particulares de valor arquitectónico relevante, que muchos se hallan modificados en forma inadecuada por lo que, él estima, que la llegada de un conservacionismo patrimonial se hizo en forma tardía. Aunque al finalizar todo el recorrido reconoce que es mucho lo que se puede rescatar y que aún quedan hermosas mansiones casi en su estado virginal.
Al ser presentado el trabajo de filmación se estima que Azul fue una de las ciudades más ricas de la Argentina, a juzgar por su edificación tanto pública como privada. También hemos leído hace un tiempo atrás un juicio, sino tan lapidario por lo menos en la misma línea crítica que el visitante, por parte de nuestra prestigiosa Arquitecta Alicia Lapenta.
En la misma vista el periodista se extraña por la cantidad de casas, sobre todo las antiguas casonas que presentan la ochava en forma semicircular, cuestión que observa en su visita en Tapalqué, aduciéndola a una "moda".
En lo que respecta a las críticas sobre la obra en el edificio de Bargas opino que, sin haber utilizado ese edificio para el proyecto analizado, cualquier megaconstrucción que pudiera hacerse en el futuro, cercano o lejano, a sus costados, provocaría el mismo efecto visual.
Lo que sí -a todas luces- merece el juicio adverso es la intromisión que, a esta fecha, se está haciendo en la fachada de esa belleza arquitectónica.
Los azuleños somos muy quejosos, y, muchas veces, bastante crueles con nuestra casa común. Allá por los años cincuenta y algo, mi madre, ante la visita de un viajante -de los tantos que pasaban por el comercio de mi padre-, decía: "Porque este Azul...", un tanto lamentándose de su falta de empuje, a lo que el visitante respondió: "Pero, no sé..., yo paro en un hermoso hotel [por aquel entonces el recientemente inaugurado Gran Hotel Azul (1944)], miro por la ventana y me sorprende esa linda plaza, con esa fuente de aguas multicolores y su vereda con sus mosaicos romboidales...".
Por supuesto, se refería a nuestra Plaza central, que muchos llamaban la "Plaza de Salamone", construida por encargo del Intendente Doctor Agustín Carús, siendo inaugurada el 12 de octubre de 1939, con la presencia del Vicepresidente de la República Doctor Ramón S. Castillo. La plaza donde pastaban los caballos de la guarnición de Burgos, Plaza de las Carretas, Plaza Colón... A partir de allí llevaría el nombre de nuestro Libertador: Plaza San Martín, que, paradojalmente, "enterró" al conquistador en esa fecha de celebración del "descubrimiento" de América.
Dicho al pasar, destaquemos que muchos nostálgicos de antaño denostaban el estilo dado a nuestro paseo. Recuerdo que uno de los quejosos solía decir: "Plaza de invierno, sin sombra."
Ocurre que, a fuerza de pasar cotidianamente por los mismos lugares y muchas veces de ocuparlos, por uno u otro motivo, dejamos de darle importancia a lo que, para el forastero, es causa de admiración y sorpresa. Seguramente si viviéramos en una ciudad cuyas paredes estuviesen cubiertas en oro, la cotidianeidad de su observación nos dejaría de llamar la atención semejante prodigio.
Hoy en día, esas otrora casas de familias numerosas y dueños de fortuna, desaparecidos sus propietarios originales y hasta sus herederos, el achicamiento del núcleo familiar y, por sobre todo, por el costo de su mantenimiento, han sido ocupadas en muchos casos, ya sea en calidad de inquilinas o como propietarias, por reparticiones públicas. Varias por el Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires, por el fuero federal, fuerzas de seguridad o de educación.
Ver la monumentalidad de San Miguel Arcángel en la portada del Cementerio, a mis ojos de pequeño, no tenía seguramente la valoración que hoy en día dimensiono, pero un halo de extrañeza me invadía cuando, pasando por allí, en la clásica "vuelta" dominguera de la familia, suponía que él era el monumento a un vecino fallecido hacía poco...
La valoración arquitectónica de esta obra y todas las del itálico profesional, pariente del Gobernador de la Provincia, Doctor Fresco, quien se cree tenía más afinidad por el estilo de Bustillo, se ha revitalizado, sobre todo al cumplirse los cien años de su nacimiento. Tanto en nuestra ciudad como en varios lugares de la Provincia, donde estampó su sello, se han abierto los llamados "Centros de Interpretación de la obra de Francisco Salamone".
Recordemos que, muchas veces, se ha criticado el estilo de Salamone por considerarlo cercano a la monumentalidad que caracterizó a la arquitectura del nazismo y fascismo, cosa improbable por cuanto en otros países no totalitarios (Francia, Estados Unidos) muestran también ese tipo de arquitectura.
"En algún momento de mi viaje por lo que sería una imaginaria ruta que nos lleva por las amadas, odiadas, controvertidas y extravagantes obras del arquitecto Salamone, fue que caí en la cuenta de lo ingrato que somos los argentinos con los creadores" (Markic, Mario. Salamone, el arquitecto maldito; T.N. Sociedad).
Si bien esta obra, como la de la Plaza San Martín, no responden a las construcciones particulares, marcan la intervención del Estado en grandes obras públicas, cuando la crisis del año 1930 detuvo el avance arrollador de las grandes construcciones particulares.
El Palacio Bargas, en avenida 25 de Mayo y Bolívar. La intervención en la construcción aún genera polémica.
Pero, si algo caracteriza al hombre es que su historia se escribe en capítulos, como si el dios creador diera en cuentagotas las posibilidades de cambios, con avances y retrocesos; por lo
tanto, lo que vemos y admiramos no está "plantado" desde "siempre", sino que es el fruto del esfuerzo de generaciones, que, un momento con más fervor y en otros con cierta lentitud, cuando no retrocediendo, han contribuido positiva o negativamente a la formación de nuestra villa, como ocurre en la historia de la Humanidad.
Hablando de la fugacidad de los tiempos y de las cosas humanas decía el Khalil Gibran: "Sentado, veo como desaparecen las ciudades en el desierto". También ha ocurrido en nuestro terruño a lo largo de los años: la destrucción de piezas de invalorable valor patrimonial en el aspecto edilicio, sin mencionar a viviendas particulares que los nuevos tiempos refaccionaron, apartándose del estilo original con el llamativo pretexto de la "modernización". Con nostalgia y dolor recordamos, aquellos que los conocimos en pie, edificios como el del Mercado Municipal (una de las grandes obras del Intendente Castellar, concretada por la empresa de Brumana y Zone, e inaugurada el 16 de febrero de 1913), el edificio del Banco Nación (actual Torre Milenium), la "casa de Catriel", la semiderruida casa "de Lopez"..., que bien podría ser un verdadero complejo museográfico, que representara a la vida de la frontera, siendo Azul lugar privilegiado de esa etapa viril y feroz. La iniciativa de los hermanos Pereyra, en su "rancho" que lleva el nombre de su padre, "Beato Pereyra", en parte salva lo que ni la iniciativa privada ni oficial "ven".
En una visita que hizo a nuestra Ciudad el Embajador del Líbano, admirado por lo que se le mostraba, entre otras obras, el Teatro Español, la Catedral, la Plaza..., expresaba su admiración por esas y otras expresiones de la cultura azuleña, en ese caso evidente a través de la arquitectura, a solo 300 kilómetros de la Capital, llegando a solicitar se le enviaran filmaciones de lugares y edificios icónicos de nuestra ciudad. El ilustre visitante estuvo en nuestra ciudad el 10 de noviembre del año 2012, según consta en la Revista CEDA N° 168. En dicha publicación, el Doctor Hicham Hamdan es acompañado en una fotografía que ilustra la página por el Señor Guillermo Ravizzoli.
El periodista E.M.S Danero, en el N° 1775 de febrero del año 1932 (revista Caras y Caretas), al referirse al Azul de aquel entonces, escribe: "Caso raro en nuestros tiempos, descontada la pobreza que acentúa en todos los rincones del mundo, en Azul no hay miseria".
"El morboso estado de crisis no se trasluce en el Azul. Los hombres de negocios se lamentan y tienen, naturalmente, sus justificadas quejas. Pero son hombres de campo, tienen fe en esa inmensidad verde y promisoria que rodea al Azul, y como el paisano del cuento refiriéndose al pesimista que se lamentaba, dicen entre resignados y esperanzados: 'Cuando llueva habrá para todos...'."
En una nota de nuestro diario, en el 160° aniversario de la fundación del Fuerte, publica el clásico Suplemento (con la redacción de Juan Miguel Oyhanarte, Rubén Boggi, Angel Racco, José Fittipaldi, Carlos Fortunato, Marcial Luna, Marcela Tolosa, José Mandagarán, Julio Cordeviola, Adriana Abadie, Mario Vitale, Alberto Clavellino, Jorge Madrazo, Mario Viciconte) y colaboradores: "Tu Ciudad, Mi Ciudad, Nuestra Ciudad...", deja una serie de preguntas, si se quiere inquisidoras, sobre lo que considera la pérdida de parte del patrimonio edilicio histórico de nuestra comunidad. También cuestiona el autor de la nota: "¿Quién deja que se caiga a pedazos el revoque de la casa en que viviera el General Francisco Leyría, que hoy luce un prolijo vallado de madera, en previsión de accidentes?". Hoy, en peor situación, sesgada su parte superior y abandonada (aclaración).
"O, ¿qué esa majestuosa construcción, al más puro Art. Decó, como es la Portada del Cementerio Único (1938), se encuentra hoy clausurada en función de posibles desprendimientos de su revestimiento (aclaración: hoy afortunadamente subsanado el problema y revitalizada su importancia arquitectónica)."
"¿Quién tiene algo que ver con el deterioro que avanza, sin prisa pero sin pausa, en el edificio del ex Diario El Ciudadano?, único por sus características en nuestra ciudad y ciudades vecinas". Ese edificio ha sido salvado del olvido y luce de manera impecable.
Para compensar, en ese juego de "poner y sacar", se destacan hechos positivos como la restauración, por ese entonces, de la casa de 25 de Mayo y Bolívar para albergar un colegio (se refiere a la Casa de Emiliano Bargas, que ya citamos, donde funcionaría el Colegio Santo Tomás de Aquino. También la casa que fuera de Miguel Castellar, adecuado para la librería que allí funcionó varios años y hoy se halla en venta, bastante descuidada. Rescata la recuperación de la casona del año 1890 que perteneciera a Alfredo Fortabat, de estilo italianizante, con destino a la Escuela de Bellas Artes.
Por eso es imprescindible destacar el avance lineal, en un tiempo de mucha pompa, y por qué no, de muchas carencias que tuvo nuestro desarrollo edilicio (1880-1935), contrastado el fasto con viviendas y construcciones humildes y muy pobres.
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