Digamos que eran tiempos difíciles para el adelanto de las poblaciones (recordemos que en 1855 hubo un gran malón que prácticamente destruyó parte del pueblo). Recién ocurrido el desalojo del natural, puede afirmarse que comienza el verdadero desarrollo de la industria, el comercio, las actividades rurales y, por consiguiente, la construcción de viviendas de cierta solidez y, más adelante, de gran categoría. La propia Buenos Aires era una ciudad chata, de casas bajas, donde más se "miraban los techos que los frentes", hasta que culminadas las contiendas civiles y se inician los tiempos institucionalmente ordenados -las primeras presidencias históricas: Mitre (1862-1868), Sarmiento (1868-1874) y Avellaneda (1874-1880)-, con un impulso notable desde esos tiempos, sobre todo después de la Capitalización de Buenos Aires. A la par que la inmigración lleva la población argentina de, casi un millón seiscientos mil habitantes en 1869, hasta los más de ocho millones en 1914, lo que hace explotar la construcción de grandes y suntuosos edificios públicos y privados.

La inmigración: cambios de paradigmas en la construcción

Los bearneses y el espíritu de progreso. Paralelamente, y un poco más tardíamente, aunque no mucho ya que el ferrocarril llega a nuestra ciudad en 1876, comienza, primero tibiamente y, a partir de principios de siglo, con una pujanza imparable, el gran desarrollo edilicio de nuestra ciudad y de otras comarcanas.

No eran los bearneses gente rica que venía a invertir sus cuantiosas fortunas para hacer "henchir" la pampa con sus inversiones. Por el contrario, de allí venían con una valiosa cultura de trabajo, pero con poco capital en la faltriquera. Gran parte de los doscientos cincuenta mil, que llegaron al país "para hacer la América", lo hicieron casi miserablemente; otros con el producto de lo enajenado en su tierra y, quizá algunos, con un poco más de capital dinerario más esos enormes valores, que eran la osadía, el desarraigo forzoso, el "quemar las velas", la cultura del trabajo, el estoicismo como filosofía, el coraje de enfrentar lo desconocido y su generosidad por producir para la patria "nueva" y darle a ella lo mejor de su esfuerzo.

De una centena de apellidos que Sarramone cita (en su libro: "Bearneses, gascones y otros franceses en la pampa"), sólo rescataremos algunos de los que tuvieron influencia en el desarrollo edilicio de nuestra ciudad y aquí se mencionan, que es el propósito de este trabajo: Amaré, Anizán, Arieu, Baudrón, Blanchard, Cahuepé, Darnet, Dhers, Malere, Mailharro, Mayet, Ondarré, Fortabat, Pourtalé, Louge, Picot; sin olvidar a Lafontaine, Naulé y otros no menos aportantes al progreso personal y al desarrollo comunitario.

Sarramone dice: "El inmigrante francés es excesivamente económico y ama con delicia el franco que acumula siempre con la idea de la emancipación y poder establecerse a la posible brevedad por su cuenta y riesgo."

Dos entidades agrupaban a los venidos de Francia a nuestro terruño, por un lado la Sociedad Francesa, y por otro la "Sociedad Francesa de Socorros Mutuos", está ubicada en la esquina Oeste de Bolívar y Burgos, lugar que atrajo la atención de don Félix Piazza (de las 5 P) y consiguió (con dinero mucho se logra) que la entidad le vendiera esa magnífica esquina donde el adquirente hizo construir el famoso "villino", obra del arquitecto Maschió, de estilo toscano, en Burgos 716, hoy Hotel Elena.

Sabemos del desarrollo colonialista del Estado francés en el siglo XlX y del bloqueo al puerto de Buenos Aires por parte de la flota anglo-francesa y la reacción del gobierno de Rosas, vituperando a todo lo francés, inclusive al pobre San Martín de Tours, con las siguientes ofensas, escritas en rojo: "Mueran los salvajes unitarios", "Mueran los franceses asquerosos",

Casa histórica, bárbaramente destruida, donde vivió Cipriano Catriel. Ubicada en Colón y Corrientes, queda una pared original por Colón. GENTILEZA HEMEROTECA JUAN MIGUEL OYHANARTE DE AZUL

"Muera el chancho inmundo Luis Felipe". Ofensas para dar y repartir.

Pero, como le decía un amigo judío a mi padre: "La guerra la hacen los políticos, los pueblos comerciamos." Nada empañó posteriormente la relación entre los pueblos, por el contrario, siempre fueron muy armoniosas y hasta de mutua admiración.

Siguiendo con lo nuestro vamos al cuadernillo XIII de "Historia el Azul", publicado en homenaje al sesquicentenario de la fundación del fuerte donde encontramos, en un estudio de Robert Molis, una carta de Juan Pablo Dhers, originario de Sarrecave, que dice a sus padres (14 de julio de 1858): "Es realmente extraordinario Azul cerca del lugar donde están los soldados hay un lago que se llama 'salinas'. Este lago de sal en abundancia que puede cargarse con la pala como se carga a arena en nuestros ríos de Francia." Allí la sal era oro. Habían descubierto lo que hoy sería el litio. Posiblemente esta publicidad gratuita movió a gran cantidad de gente de esa región a llegarse a nuestros pagos. Incluyo esta cita por cuanto el apellido Dhers será una constante durante más de cincuenta años, más cercano a los cien, en nuestra historia industrial, agrícola, arquitectónica de Azul.

La familia Dhers era gente muy piadosa y estricta en su conducta. En la misma carta a sus padres, Juan Pablo habla del trabajo mancomunadamente. "Blaise, Juan y yo, pero cada uno juntará en su parcela como es justo." Por esa misma misiva nos enteramos que por aquel entonces había unos 900 franceses en Azul. Cifra más que importante en una comunidad a la que, recién más tarde, se incorporarían otros inmigrantes, sobre todo italianos y españoles.

Los primeros molinos harineros

Si bien el propósito de este trabajo es el de destacar cómo una comunidad puede pasar rápidamente de un estado casi primitivo a un grado de desarrollo urbanístico avanzado, resaltando las suntuosas casas particulares que emergieron en Azul entre 1880 y 1930, no podemos pasar por alto, sin cometer un pecado de omisión, las construcciones en las cuales funcionaron los primeros molinos harineros.

Anteriormente a ello, según escrito de Germinal Solans, por el año 1840, ya con la primera producción de trigo local en pequeña cantidad, funcionaron las tahonas en las cuales se molía el trigo por la fricción de piedras con la fuerza de caballos o mulas, surgiendo el pan de harina, que al no ser refinada da lugar al llamado "pan negro".

En la edición del 9 de Julio de 1916 (Suplemento de La Nación) que ya hemos citado al referirnos al señor Carús, se menciona la existencia de dos esas empresas. Por ese entonces se alude a dos de esos establecimientos: "Los dos a que hacemos referencia a los señores Luis Dhers y Cía." Surgieron ambos en la misma época, pues existe una diferencia de pocos meses entre uno y otro. El primero en establecerse, sin dudas el más antiguo de la Provincia de Buenos Aires, fundado en el año 1852. Por la foto que aparece en el suplemento se refiere al edificio , todavía en pie, que por calle Santa Fe, fundado por los hermanos Riviere ("Molino del Norte o "Estrella del Sud"), en un momento se hizo cargo una empresa que no era local, llamada "La Clara", y posteriormente Molino Rio de la Plata, siendo gerente por un tiempo el padre de Corengia, ya citado; luego hubo intentos industriales fallidos, entre ellos "la papelera". El otro se estableció en Guaminí y la margen derecha del Arroyo Azul, donde tenía su casa habitación la familia de D. Blas, que comenzó la sociedad Dhers y Barés (donde funciona la Banda del Ejército, en el predio de los cuarteles; éste fue instalado en 1852).

En esto existe una disparidad con otros escritos que afirman que don Blas dejó los dos establecimientos a su hijo Luis. Este en 1901 se asoció con Esteban Louge. Luis fue padre del arquitecto Blas J. Dhers, quien dejó su huella profesional no sólo en Azul, sino en otros lugares cercanos y en la propia Buenos Aires.

En el libro del Padre Villamayor, éste cuenta que el Padre Cáneva (faltaba mucho para el obispado), no sólo iba caminando hasta el horno de ladrillos cocidos para la futura Catedral, sino que eran habituales sus paseos por los molinos harineros, que funcionaban con la fuerza del agua del arroyo y debía ser un espectáculo que al cura seducía.

En el diario "La Razón", ya citado, en su página segunda, dedicada en gran parte a publicidades de casas comerciales se puede leer un gran aviso de "Molinos "Azul" y "Estrella del Norte" de Luis Dhers. En dicha publicidad se destacan los productos ofrecidos: avena argentina ("mejor que el Quáquer"); avena para cabaña (pelada y achatada); mantención o rebaccillo (especial para aves); rebacillo para aves y cerdos y afrecho. Como vemos, no se publicita ningún tipo de harina.

Referente a la colonia francesa en Azul, Yuyú Guzmán, en la conferencia que da en la Alianza francesa el 23 de octubre de 1982, transcripta en el número especial de "El Tiempo" del 23 de diciembre de ese año, manifiesta en una parte de ella: "La vida y actividad general de la colonia francesa instalada en Azul, tuvo su momento más brillante a fines y principios de este siglo, cuando los primeros en llegar se habían afianzado económicamente, tenían grandes familias ya formadas, sus hijos adultos, sus casas nuevas. El país pasaba por su mejor época, la bien llamada 'belle epóque' argentina".