HISTORIA
El siguiente artículo es parte de una tesis que está desarrollando Sebastián Vivarelli. El mismo se titula "El cine antes del cine en Azul: proyecciones en bares, patios y salones".
14 de abril de 2021
Sebastián Vivarelli es azuleño, reside en Buenos Aires, es Diseñador Gráfico, cinéfilo y apasionado de la escritura. Actualmente se encuentra realizando un curso, justamente de cine. Se trata de una cursada de Análisis cinematográfico e Historia del cine que, como trabajo final, entregó varias investigaciones.
Es decir la tesis es sobre los cines de Azul y el primer artículo que escribió es sobre el Cine Odeón, el siguiente sobre el Cine San Martín y el tercero se transcribe a continuación: "Entre 1905 y 1910, la sociedad azuleña demandaba nuevos lugares de esparcimiento. Si bien existían bares, fondas y restaurantes, sumado a los espectáculos (con artistas provenientes de Europa y Capital Federal) que ofrecía el Teatro Español, eso no era suficiente. Por esa razón, en aquellos días vieron la luz las primeras funciones de cine.
Antes de llamarse salas de cine -según diarios de la época-, los lugares donde se proyectaban películas eran conocidos como "Café y Cinematógrafo", "Salón Cinematográfico" o "Cinema Social".
Dichos espacios contaban con otra particularidad: las imágenes proyectadas en las pantallas convivían con juegos de billar, cenas y orquestas que tocaban en vivo.
En un texto del diario El Ciudadano publicado en enero de 1914, puede adivinarse el porqué del éxito del cinematógrafo, novedad de la época: "Está archi demostrado que nuestras familias demuestran preferencia por los espectáculos cinematográficos, ya que el teatro pocas o ningunas novedades de arte escénico nos ofrece. Nuestro cinema social, que ofrece vistas de gran actualidad y muy interesante, se ve noche a noche concurridísimo. Como sucedió anoche, cuando una nutrida concurrencia se deleitó ante la hermosa vista de Cleopatra y Marco Antonio, dada en tres secciones".
Claro que la promoción de este nuevo arte perseguía también fines altruístas. Así lo confirma este párrafo del diario El Imparcial de agosto de 1927, con motivo de la inauguración del Cine Azul: "Los nuevos empresarios compenetrados en la exquisitez espiritual de la sociedad azuleña, dedicarán preferente atención a aquellas cintas que lleven aparejadas en sí el arte de distraer y cultivar los sentimientos nobles del amable espectador".
Bares, salones y patios: el cine busca su lugar
Entre los lugares destacados, la Confitería, Bar y Cinematógrafo "El Águila" constituía un clásico de la ciudad. Fundada en 1909 por Francisco Bedouret y situada entre las calles San Martín y 25 de Mayo -con una capacidad para 600 personas- ofrecía a sus visitantes proyecciones de películas y partidas de billar. El libro "Álbum argentino: libro de estudio de la Provincia de Buenos Aires" editado en 1913, lo describe así: "Su cinematógrafo, único en Azul, presenta vistas de una nitidez y claridad impecable. Continuamente las cintas se renuevan, siendo ellas cambiadas todos los días. Cintas que son recibidas directamente de las mejores casas de Buenos Aires".
También se desarrollaban -cuando el buen clima lo permitía- eventos al aire libre en el patio del Hotel Argentino, propiedad de Don Juan Torras. Las proyecciones se realizaban con una máquina marca Pathe importada de Francia. La misma se montaba sobre una pequeña plataforma, tendiendo en el fondo un telón (bajo una palmera) y quedando entre medio sillas que funcionaban como plateas para los asistentes.
Las películas -algunas de procedencia francesa- eran en su mayoría cómicas y de corto metraje.
Entre los primeros maquinistas que proyectaban películas se mencionan los apellidos Trassens, Cejas y Vulcano.
Otra particularidad estaba dada por las películas en serie: se exhibían una vez por semana en actos (iban de 3 a 15 partes) y hasta la siguiente no se podría saber la suerte que correrían los protagonistas, quienes por lo general corrían peligro de muerte. Así, la gran expectativa provocada en el público garantizaba futuras concurrencias.
La llegada del cinematógrafo: fascinación y sustos
En 1908 se instala un cinematógrafo estable en el Bar Torras. Debido a que el lugar no contaba con espacio suficiente para satisfacer la demanda del público, otros comerciantes instalaron los propios.
Así surgen el Café Cine Bedouret (gestionado por Próspero Demar), el Bar Cine de Floy (situado en 25 de Mayo e Yrigoyen y destruido más tarde por un incendio) y el Café San Martín (ubicado en San Martín y Castellar).
En el San Martín, propiedad de Juan Torras, las películas mudas convivían con el ruido de las mesas de billar y los juegos de naipes. También aportaba su música una pianola importada de Alemania, con lo cual las imágenes vibraban al ritmo de valses vieneses o música ligera, dependiendo del argumento del film.
Posteriormente se fundaría el Café Cine Roma (en San Martín y Moreno).
Como todo arte nuevo, las imágenes generaban reacciones inesperadas en algunos espectadores. En un suplemento especial del 9 de julio de 1966, el diario El Tiempo reproduce una anécdota desopilante: "A propósito recordamos un incidente que ocurrió en el Bar Cine San Martín allá por 1910 a poco de haber iniciado sus actividades. Una noche llegaron al Salón unos reseros que venían con vacunos destinados a las ferias. Habían cumplido con sus tareas y como nunca habían visto películas fueron al Cine Bar a divertirse. Comenzó la exhibición de la cinta, cuyas escenas se desarrollaban en una estación ferroviaria que iba a ser asaltada por bandidos. En pleno tiroteo desde el fondo surge un tren y en pocos instantes la locomotora, a toda velocidad, se les vino encima agrandada en la pantalla. Los hombres, aterrados, se desparramaron en sus sillas, voltearon la mesa y buscaron refugio debajo de unos billares. La gente festejó a carcajadas el episodio".
El Cine Bar Torras, inaugurado en 1930 y emplazado entre las calles Alsina y Burgos (luego de funcionar provisoriamente en el local de la Sociedad Filantrópica), presentó su primera función por la tarde, en la llamada "hora clásica del aperitivo". Según detalla el diario El Ciudadano de marzo de 1930, el programa se dividía en las secciones Aperitivo y Noche. Además de cintas cómicas se proyectaban los clásicos noticiarios.
Claro que no todo era color de rosa en aquellos tiempos. En una nota de 1939 del diario El Tiempo, se informa que concejales de Azul harían una intimación a las damas azuleñas para que concurran a las salas cinematográficas sin sombreros. Incluso se llamaba a boicotear esa "nueva moda de sombreros que parecen rascacielos o pirámides".
Más allá de anécdotas de color puntuales, la gente incorporó al cine y sus estrellas a su vida, siendo algunas de las preferidas: Max Linder, Charles Chaplin, Mack Sennett, Warren Kerrigan, Mary MacLaren y Douglas Fairbanks.
El cinematógrafo, ese maravilloso invento creado por los hermanos Lumière en 1895, había conquistado los corazones de la sociedad azuleña.
Fuentes: Diarios El Tiempo, El Ciudadano y El Imparcial.
Material del archivo cortesía de Hemeroteca de Azul Juan Miguel Oyhanarte.
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