91 AÑOS DE DIARIO EL TIEMPO

91 AÑOS DE DIARIO EL TIEMPO

"La familia Tiempista", nuestra familia

Durante décadas, el padre del autor de estas líneas fue una pieza fundamental para que el diario estuviera cada mañana en la calle. Y sobre aquellos tiempos reflexiona en primera persona, a modo de homenaje a su querido "Don Carlos" y recordando historias impresas en su vida desde la infancia, cuando su papá -ya jubilado- lo traía en bicicleta a EL TIEMPO para que lo acompañara.

10 de julio de 2024

Por Adrián Peiretti

Un día, no hace mucho tiempo, recibí una llamada telefónica de un exitoso periodista del Diario EL TIEMPO. Si bien su profesión estaría vinculada de alguna manera con la mía, no suele comunicarse por tales circunstancias, por lo que no dejó de asombrarme recibir su llamada.

Atiendo el teléfono, me saluda y luego de una breve conversación me pide algo que al principio me resultó un tanto ajeno o lejano, ya que no entendía bien el porqué de su petición.

Él intentaba explicarme el objetivo, la idea que tenía; pero honestamente no lograba comprender de manera efectiva qué era lo que finalmente me quería proponer.

Sin responder a su solicitud de manera inmediata, luego de algunos días logré comprender qué era lo que necesitaba.

Su pedido tenía, sin dudas, una connotación propia de aquellos que encuentran en su labor una vocación; y en su lugar de trabajo, un espacio similar a un hogar.

Estaba interesado en recabar información, anécdotas, historias de personas que de una u otra manera hayan sido parte de "La familia Tiempista" (como ellos solían llamarla).

Entonces sí, inmediatamente accedí a su pedido. No podía decir que no, porque yo era parte de esa familia a la cual me incorporé gracias a mi padre, don Carlos, quien se desempeñó en la institución desde el año 1980 hasta el día en que accedió a los beneficios jubilatorios.

Comencé a recopilar anécdotas y entendí que resultarían insuficientes algunos párrafos para poner en palabras las vivencias que he tenido durante sus años de labor como maquinista en el Diario EL TIEMPO.

Entonces recurrí a mi escasa capacidad de síntesis para contar en pocos renglones sólo algunas de aquellas historias de las que fui parte en el mismo edificio de Burgos y Belgrano donde aún hoy sigue funcionando este Diario.

Desde pequeño, oí a mi padre decir cuánto lo dignificaba su trabajo.

Él era un obrero. Y por muchos años lo fue, en simultáneo, en dos instituciones históricas: este matutino y la cerámica San Lorenzo.

En ambos lugares siempre tuvo un sentido de la responsabilidad y un orgullo por su trabajo como pocas veces he visto.

Me pareció que era un buen motivo entonces para darle a Fabián una respuesta positiva. Y en honor a los años de labor de mi padre en este medio, no podía decir que no.

Él me llevaba en su bicicleta de casa al Diario, para poder compartir juntos un rato.

Sus horarios laborales no le permitían disfrutar mucho de su familia; pero igual se las ingeniaba para pasar tiempo con nosotros.

Me acuerdo que íbamos a EL TIEMPO cuando era alrededor de las diez de la noche. Él pedaleaba y yo, sentado en la parte de atrás de la bicicleta, iba en el portaequipaje, con los pies abiertos para no lastimarme los talones con los rayos de la rueda.

Era una bicicleteada de algunas cuadras donde ambos disfrutábamos de la charla que no habíamos tenido durante el día. Hablábamos de cómo me había ido en la escuela, si la tarea estaba hecha, si había acompañado a mi madre durante la tarde, si había jugado con mi hermana y, por supuesto, si había ido a entrenamiento.

Yo hablaba y le respondía. Pero ansioso, como todo chico, no pensaba más que en llegar al Diario.

Allá siempre fui bienvenido y bien recibido por José Caputo, Miguel Lara, Marcial Luna, el mismo Fabián Sotes -que me convocó para esta nota-, Mario Vitale, Alberto Clavellino, Carlos Comparato, Ruben "Bachicha" Leiva, Luis Ibáñez, José Mayo, Sergio Vargas, Gustavo Roldán, "Pepe" Tisot, Flavio Ferrari, por nombrar tan sólo algunos de quienes fueron compañeros de mi padre.

Lo concreto era que todos me conocían y que a todos ellos conocía yo. Me saludaban con un abrazo, con un golpe de palmas y yo -como todo chico- me sentía el epicentro del edificio; mientras iba por cada una de las Secciones del Diario saludando, charlando y viendo cómo poco a poco y de manera casi artesanal -al menos en esa época- se gestaba la edición que pocas horas después me sentaría a leer en formato papel.

Mi padre siempre fue maquinista de EL TIEMPO. Un orgulloso maquinista que leía, antes que nadie, las noticias -que llegaban hasta la rotativa que él manejaba junto a otros compañeros- impresas sobre una chapa y a las que aún les faltaba la anteúltima etapa de su armado: la impresión.

Como a todos nos ha tocado en alguna etapa de nuestras vidas, él ingresó en 1980 haciendo suplencias -a la vez que desarrollaba otras varias labores en simultáneo- hasta que finalmente llegó la propuesta empresarial esperada: una llamada de "Don Alfredo" -como mí padre llamaba a su jefe Alfredo Ronchetti-, quien lo invitó a trabajar de manera permanente con ellos, le ofreció el nombramiento definitivo y, al mismo tiempo, su primer empleo formal luego de varios años de espera.

Por supuesto que ese nombramiento significó mucho más que un simple acto administrativo para mi papá. Significaba su estabilidad laboral y la posibilidad de continuar construyendo la familia que habían proyectado junto a mi madre.

Él siempre recuerda que con su primer sueldo le hizo un regalo a su mamá. Y que sacó un crédito bancario para construir la casa que luego fue nuestro hogar.

La labor del maquinista es realmente apasionante. Desde el diario en blanco y negro al principio, al diario en color después, cuando llegó la nueva y gran máquina impresora.

Incluía los preparativos, noche tras noche, para empezar a imprimir el diario que -milimétrica y artesanalmente- ya habían armado sus compañeros de Redacción.

Después, el diario llegaba al taller en chapas de aproximadamente un metro por un metro y en ellas traía impreso todo lo que luego se vería plasmado en el papel.

Los preparativos de las rotativas, el acelere progresivo en el giro de los rodillos, los primeros diarios que salían -a los que solían llamar "de desperdicio"- hasta que lograban dar con el punto justo a la tinta, el ruido intenso que hacían esas máquinas gigantes que imprimían más de 300 ejemplares por minuto...

Todos, absolutamente todos los detalles relacionados con esos momentos permanecen en mi mente y no ha sido necesario recurrir a ninguna fuente para escribir estas palabras.

Todo aquello continúa siendo aún una historia vivida de manera directa y en forma personal. Y además, con el honor de haber acompañado a mi padre en una de las actividades que más le ha apasionado.

La historia del EL TIEMPO excede lo estrictamente laboral.

Decía al principio de esta nota que los propios empleados del Diario solían autodenominarse como "La familia Tiempista".

Es que, efectivamente, se llamaban así porque lo que hacían iba mucho más allá de la actividad propia del Diario; teniendo en cuenta que también se juntaban para cada fin de año con sus respectivas familias y para celebrar sus cumpleaños. O se acompañaban cuando alguno de ellos tenía algún problema personal e iban de pesca en un colectivo que alquilaban en cada Semana Santa.

A todos esos eventos, por supuesto, mi Papá siempre me pedía que lo acompañara. Y cada una de esas juntadas era una buena excusa para que ese grupo de compañeros de trabajo compartan juntos algún momento.

Aquella era una época donde existían aún esos espacios de camaradería. Y quienes teníamos la suerte de formar parte de ellos, adquiríamos también los valores que esos encuentros propiciaban.

En una nota que mi querido Javier "Chiche" Ciappina le hizo a mi padre en el Suplemento Especial por los 90 años del Diario -publicada el día 9 de julio del año 2023 bajo el título "Toda una vida en EL TIEMPO, tanto don Carlos como Carlos Mendoza expresaron 'El diario es nuestra familia y nuestra segunda casa'"- esa frase, dicha por quienes fueron durante décadas compañeros de trabajo al pie de la rotativa, sintetiza sin dudas el arraigo y los afectos creados en un espacio que podría haber sido, simplemente, un mero lugar de trabajo.

Todas las experiencias de mi padre compartidas conmigo me permitieron entender que el trabajo no sólo brinda estabilidad económica, sino que -además- dignifica.

En nuestra actualidad, donde resulta tan difícil encontrar estos espacios de dignidad, es necesario sumar esfuerzos, y no restarlos, para que toda persona que proyecte buenos augurios en su vida tenga igualdad de oportunidades para poder trabajar y comprender, de una vez por todas, que no importa color, sexo, ideología o religión, ya que todos tenemos algo para aportar. Sólo necesitamos la oportunidad para hacerlo.

En honor a mi padre y mi madre, ambos testigos del esfuerzo indescriptible que implica para él trabajar forzosamente durante la noche y para ella vencer el miedo (como solía ser habitual en esa época) de quedarse en casa sola de noche y al cuidado de los hijos de ambos. Los dos, cada uno a su manera, han sido parte también de "La familia Tiempista".

En gratitud a Don Alfredo Ronchetti y a la confianza que depositó en mí padre, vayan también estas líneas. Y al Diario EL TIEMPO, un muy feliz aniversario.


Comparte tu opinión, dejanos tu comentario

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

TURF

29/07/2024

TURF

TURF

Los inscriptos para la octava del año

ENTREVISTA

29/07/2024

ENTREVISTA

ENTREVISTA

"No es una metáfora que se está comiendo salteado"

Así lo expresó el sacerdote Francisco Olveira, más conocido como el Padre Paco, en el marco de una charla que mantuvo con EL TIEMPO durante su reciente visita a esta ciudad. El integrante del grupo de Curas en Opción por los Pobres, entre otras cuestiones, opinó sobre la situación que atraviesa actualmente el país. "La verdad es que el deterioro social que se ve en los barrios en estos siete meses es impresionante", manifestó.

Agropecuarias

28/07/2024

Agropecuarias

Agropecuarias. Javier Milei le prometió al campo salir del modelo que le expropia el 70% de lo que produce

PARA LA COMPRA DE BIENES DE CAPITAL

CULTIVOS

28/07/2024

CULTIVOS

CULTIVOS

La cosecha de maíz, con rindes flojos

PANORAMA ALENTADOR

28/07/2024

PANORAMA ALENTADOR

PANORAMA ALENTADOR. Se renuevan las expectativas para la recuperación de la actividad lechera

deportes

deportes