Opinión
20 de noviembre de 2023
Por Andrés Lavaselli, de agencia DIB
La victoria nacional de Javier Milei tiene un primer impacto en el peronismo: deja a la provincia de Buenos Aires como el territorio donde resistir en la oposición los próximos cuatro años. La teoría del "bunker" de la que tantas veces se habló, ahora se convertirá en realidad. Y aparecerá el gobernador Axel Kicillof como el principal líder territorial de la oposición, con la posibilidad de construir desde ese lugar un liderazgo político como tal vez no tiene ninguna otra figura de ese espacio hoy.
Pero eso es una hipótesis a mediano plazo. En lo inmediato, Kicillof posiblemente enfrente desafíos más urgentes. El gobernador peleó como pocos para tratar de que gane Massa, para que la provincia le aporte los votos necesarios para hacer una diferencia que finalmente no llegó. Y lo hizo por convicción ideológica: deben de haber pocos dirigentes argentinos que piensen de modo más antagónico al presidente electo que Kicillof, comenzando por el núcleo económico de su mirada, y de ahí a las cuestiones vinculadas al rol del Estado en general, con foco especial en lo social, la educación y la salud.
Desde esa mirada antagónica, Kicillof debe resolver ahora una cuestión muy concreta, cuya llave estará, al menos en parte, en las manos de Milei: la provincia necesita un financiamiento nacional que compense la injusta distribución de la coparticipación a la que está sometida, con idas y vueltas, desde finales de los años 80. Sin una reforma de fondo que por definición no podrá ser inmediata y sin asistencia nacional, las posibilidades de gestión se angostan de manera sustancial y la administración amenaza con quedar reducida a poco más que la obligación de cumplir con los sueldos.
Por otra parte, en la provincia, en su conurbano, está el mayor nicho de pobreza del país. Allí, la aplicación de una política de shock que impacte en los precios, sobre todo en el de los alimentos, que ya vienen en una escalada importante, puede ser explosiva. Hasta ahora, las políticas de subsidios y la contención de las organizaciones sociales atenuaron el impacto. Sin esas amortiguaciones, el escenario es incierto. Milei deberá tener respuestas urgentes para esos municipios, donde la estructura peronista no hizo el milagro electoral que se le pedía y tal vez, dada justamente la situación económica, no podía hacer.
En paralelo, aparece la cuestión netamente política. Unos días antes del 20 de octubre, Cristina Fernández de Kirchner llamó a Kicillof para advertirle que se prepare para una posible derrota en la provincia. Se lo dijo el gobernador a algunos de sus colaboradores en las últimas horas. Eso no ocurrió: Kicillof superó en su momento la prueba con holgura, porque obtuvo casi los mismos votos que Néstor Grindetti (JxC) y Piparo (La Libertad Avanza) sumados. La división de la oposición no explicó su triunfo: incluso había votos de la izquierda que, si en la provincia hubiese habido balotaje, hubiesen ido al gobernador.
Por eso, Kicillof quedó parado como el líder emergente del peronismo. Es una base para construir un liderazgo, pero no es en sí mismo un liderazgo. Para transformarlo en eso deberá accionar políticamente. Un primer análisis, que se irá afinando con el correr de las horas, es saber qué pasó en el territorio: para ganar Massa tenía que aventajar por 10 puntos a Milei y transformar los 45 puntos de la general en al menos 55%. Obtuvo 50,8%, pero el presidente electo sacó 49,1%. La tentación de achacar todo a los intendentes que ya habían definido su destino puede ser engañosa: el crecimiento del libertario habla de una expresión de enojo que se parece mucho a eso que los politólogos llaman una "ola" electoral.
Otra cuestión será el rol que tendrá Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidenta aparecía virtualmente retirada de la política, defendiendo en todo caso los intereses del sector de La Cámpora que sigue fiel a Máximo Kirchner. Pero una derrota podría devolverle centralidad: ella no estuvo en la campaña ¿Podrá reclamar para sí los votos de UxP en el Conurbano?
El armado del nuevo Gabinete del gobernador es otro punto a poner en foco. Una cosa era con Massa presidente, porque eso abría decenas de casilleros a completar en esa administración. Otra muy distinta con un Gobierno de Milei: Kicillof recibirá sin dudas más presiones para incluir a dirigentes que tal vez no hubiesen sido su primera opción. (DIB)
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