Entonces, el optimismo del peronismo se fundamenta en el General Perón y en la eterna Evita. Su legado es el mandato histórico que, en nuestro tiempo, nos convence de que otra Argentina es posible (aun cuando igualar los contextos históricos sea equivocado). Quienes militamos embanderados en el legado de Evita, respecto al pueblo tenemos un compromiso irrenunciable: "decidirlo a ser justo, libre y soberano". Ese es nuestro optimismo.

Ayer se cumplió un nuevo aniversario de la confirmación que hiciera Evita -el 31 de agosto de 1951, en cadena nacional a través de la Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión- de su renunciamiento a integrar la fórmula presidencial con el General Perón. Dos millones de personas le habían pedido, nueve días antes, en lo que se conoció como Cabildo Abierto del Justicialismo, que integrase esa dupla en las elecciones. Esa representatividad inigualable, Evita la logró a partir de la transformación social que hiciera el peronismo como nunca se hiciera antes ni después; en sus propias palabras, el peronismo "levantó la bandera de los oprimidos para hacerla tremolar junto a los más altos intereses de la patria y la humidad". Y en ese país -antagónico al modelo de empobrecimiento de las clases populares- las ancianidades no fueron olvidadas por Evita. El 28 de agosto de 1948 proclamó los "Derechos de la Ancianidad". La Fundación Eva Perón promovió la construcción de cientos de Hogares mixtos de Ancianos y se obtuvo la sanción de una ley que otorgaba pensiones a los mayores de 60 años sin amparo. De esta forma Argentina fue precursora en la incorporación en su legislación de los derechos de los adultos mayores. Meses más tarde, el 18 de noviembre de 1948, éstos fueron proclamados también por el Tercer Período de Sesiones de la Tercera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Los derechos de la ancianidad fueron añadidos a la Constitución Nacional de 1949. Los derechos proclamados eran: asistencia, vivienda, alimentación, vestido, cuidado de la salud física y de la salud moral, esparcimiento, trabajo, tranquilidad y respeto.

De aquí viene el optimismo peronista del que hablamos. El legado de Eva es la fragua que nos mantiene encendidos en esa elección diaria de militar con esa convicción; el legado de Evita no es decorado de ocasión, no puede ser desoído por quien se percibe peronista. Y a ese calor se le antepone una realidad argentina que oprime y hambrea a esos hombres y mujeres a quienes Evita dignificó con derechos. La represión de la policía Federal de jubilados que se manifestaban contra el veto a la ley de movilidad jubilatoria es una herida para la democracia, la enésima constatación de la crueldad que necesita el gobierno nacional para imponer su modelo empobrecedor de las clases populares y es, para el peronismo, un límite que viene dado por el legado de Evita. A la necesidad de jubilados y jubiladas de alimentarse, de una vivienda, de recrearse, de acceder a los medicamentos y tratamientos de salud, el gobierno les "responde" con palos, gases, heridas y demás humillaciones. ¿Cuántos puestos más se puede ascender en la tabla de lo canallesco? El spray del gas pimienta no impide que veamos, con total nitidez, una expresión política que pretende extinguir el Estado en la vida social del país y violentar toda resistencia que recibe este retroceso atroz de los derechos que, en su enorme mayoría, el peronismo forjó.

No puede el peronismo permanecer ajeno a esta situación, no puede el peronismo ser cómplice (por acción o indiferencia) de un gobierno que humilla a jubilados, le niega el alimento a las infancias, empobrece a los trabajadores. El legado de Evita nos marca el camino. Es imposible ignorarlo. Ese es nuestro optimismo.

Agrupación Peronismo 26 de Julio de Azul