ENFOQUE
8 de noviembre de 2023
Por Prof. Dr. Fernando Ruiz
Especial para El Tiempo (*)
En mi artículo anterior, publicado en El Tiempo el 24 de septiembre de 2023, mi argumento principal se centró en la ausencia de una zona monetaria óptima entre Argentina y Estados Unidos, lo que dificultaría la adopción del dólar como moneda común. No obstante, reconozco que hay un punto importante que quedó por desarrollar, y que algunos economistas consideran crucial. Este punto se refiere a los criterios endógenos en una zona monetaria.
En breve, este criterio se refiere al hecho de que un país podría, inicialmente, no cumplir con los criterios que mencioné. No obstante, al adoptar de todas maneras la moneda del otro país, se podría comenzar a cumplir con esos mismos criterios con el paso de los años. Es decir, la adopción de la otra moneda podría llevarnos, a largo plazo, a una convergencia y sincronización en cuanto a los shocks económicos. En este sentido, la comparación y la observación de los resultados de los países que han dolarizado resulta ser una herramienta útil.
Es importante aclarar un punto fundamental, y lo reiteraré: no estamos debatiendo aquí solamente la cuestión de la inflación. Cualquier libro de macroeconomía puede explicar claramente que la adopción del dólar o un sistema de convertibilidad (como el implementado en Argentina en la década de 1990) conducirá a que la economía del país alcance niveles de inflación similares a los de la economía a la que estamos vinculando nuestra moneda.(1) El problema que persiste podría definirse como de naturaleza fiscal, aunque con una dimensión monetaria adicional.
El impacto de los déficits del estado en el contexto de una dolarización es un aspecto crucial que debe ser analizado. Es importante recordar que la dolarización es una opción aún más rigurosa que la convertibilidad implementada en la década de 1990. Durante esa época, la convertibilidad condujo a una crisis de deuda pública debido a la incapacidad del gobierno para cumplir con sus compromisos de pago de préstamos adquiridos. En ese momento, en un contexto de desaceleración económica y disminución de los ingresos fiscales, el abultado endeudamiento público generó preocupaciones que redujeron la entrada de capitales y forzaron una contracción monetaria que exacerbó la recesión.
Este es precisamente el problema que debe ser examinado cuando se habla de la posibilidad de dolarización. En un escenario de dolarización, el sector externo ejerce un dominio sobre el sector nacional a través de los efectos de la balanza de pagos en la oferta monetaria. La política monetaria de los Estados Unidos, que se toma en función de sus asuntos internos, tendría repercusiones en la economía argentina. Esto significa que Argentina perdería la capacidad de controlar su propia política monetaria.
La política fiscal, como instrumento de estabilización interno, quedaría como la única herramienta disponible. Sin embargo, la deuda pública generada por el gasto fiscal requiere una disciplina fiscal muy estricta, algo a lo que los argentinos no están acostumbrados. La alternativa sería asumir el riesgo de encontrarse en una posición similar a la de finales de la década de 1990, con una deuda en dólares que Argentina no tiene el poder de imprimir. Esto subraya la importancia de abordar cuidadosamente los aspectos fiscales y monetarios al considerar una dolarización.
Son esos puntos que discute la literatura sobre las zonas monetarias optimas. ¿Existen mecanismos para limitar el impacto de estos shocks de forma que no dependamos de una política monetaria que se perdería (existe flexibilidad laboral, de precios, salarial, etc.)? ¿O la economía argentina sigue los mismos ciclos que la de Estados Unidos y, en consecuencia, podríamos beneficiarnos de la política monetaria de ese país? En el artículo anterior vimos que no era así. En este artículo, veremos si es posible imaginar la dolarización y esperar a que estos mecanismos surjan espontáneamente.
La teoría de las zonas monetarias óptimas analiza los criterios endógenos desde dos perspectivas distintas: la "tesis del círculo virtuoso" y la "tesis del círculo vicioso". Según la primera tesis, la adopción de una moneda única conlleva una fuerte sincronización de los ciclos económicos, fomenta un aumento significativo en el comercio bilateral entre los países y crea un entorno propicio para el crecimiento económico. En contraste, la tesis del círculo vicioso sostiene que la transición hacia la otra moneda compartida tiene un efecto opuesto, ya que incentiva a los países a especializarse en función de sus ventajas comparativas, lo que amplifica los shocks económicos asimétricos y resulta en la asincronía de los ciclos económicos.
En América Latina, tres países han optado por la dolarización de sus economías: Panamá en 1904, El Salvador en 2001 y Ecuador en 2000. El primero tiene una historia muy especial con los Estados Unidos y no guarda ninguna similitud con la República Argentina. El segundo adoptó el dólar como parte de un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos que eliminó los aranceles aduaneros para ambas partes. Además, la economía salvadoreña se apoya en gran medida en las remesas que envían los inmigrantes desde el exterior (El Salvador exporta su fuerza de trabajo). Esto sugiere que, en cierto sentido, la economía de El Salvador podría considerarse como parte de una zona monetaria óptima con los Estados Unidos, dadas las conexiones sociales, económicas y comerciales.
Queda el caso de Ecuador que podría ofrecer algunas lecciones aplicables a una posible dolarización en Argentina. La dolarización en Ecuador inicialmente generó confianza en la economía y atrajo un flujo de inversiones hacia el país, lo que se tradujo en un significativo crecimiento económico durante los primeros años de la década de 2000 y principios de la de 2010. Este crecimiento estuvo estrechamente relacionado con los altos precios internacionales del petróleo, que es un componente crucial de la economía ecuatoriana. Sin embargo, a partir de 2014, la situación cambió, ya que los ingresos vinculados al petróleo disminuyeron. La deuda pública aumentó y se acerca a los niveles de la década de 2000, aunque actualmente la situación nuevamente cambió y la economía se ve beneficiada por los precios más altos del petróleo. Es importante destacar que, a pesar de ser un importante exportador de petróleo, Ecuador no tiene suficiente capacidad de refinado y depende de las importaciones de combustibles. En otras palabras, la dolarización no condujo a una diversificación de la producción o una mayor industrialización en la economía ecuatoriana. La economía, que, si bien tiene un intercambio comercial importante con los Estados Unidos, sigue siendo altamente vulnerable a los shocks externos relacionados con la volatilidad de los precios del petróleo, lo que plantea desafíos significativos en términos de estabilidad económica.
Los ejemplos de dolarización y la propuesta para implementarla en Argentina plantean desafíos significativos y es poco probable que conduzcan al círculo virtuoso que algunos economistas han imaginado. Para que la dolarización tenga resultados positivos, la Reserva Federal estadounidense tendría que coordinar su política monetaria con la situación de la República Argentina, y se crear, además, un mecanismo de estabilidad similar al que existe en la zona euro. Esto podría ser difícil de imaginar en el corto plazo. La sincronización de políticas monetarias entre países es un aspecto fundamental en el éxito de una dolarización y puede ser una tarea compleja de lograr.
La pregunta central que resta para los argentinos es cómo estabilizar la inflación en un momento en que la confianza en el peso se perdió. Desde mi perspectiva, la respuesta podría residir en el desarrollo de la tecnología relacionada con una nueva visión monetaria, como la creación de un peso "virtual". Vale la pena señalar que en la zona euro se ha iniciado un período preparatorio a partir del 1 de noviembre de 2023 para el lanzamiento de un euro virtual. Se trata de un nuevo paradigma monetario del que Argentina podría beneficiarse para la estabilización de su moneda, reduciendo considerablemente el impacto negativo de una política antiinflacionista. La implementación de una moneda virtual podría ofrecer soluciones innovadoras para abordar los desafíos de la inflación y renovar la confianza en la moneda local.
(1) Otro problema que la historia ha demostrado es que, a pesar de la rápida disminución de la inflación después de la fijación del tipo de cambio, esta reducción no es lo suficientemente significativa como para prevenir la sobrevaloración de la moneda local. Esto, a su vez, conlleva a la pérdida de competitividad de las exportaciones.
(*) Profesor de economía en la Ecole Royale Militaire (Bélgica).
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