3 de enero de 2022

OPINIÓN

OPINIÓN. Polémicas a 20 años del Argentinazo

Por Nahuel Mirande

De la amplia gama de fracasados y asesinos populares se pueden destacar recientes intervenciones cristalinas, como la del ex presidente, (por una semana), Adolfo Rodriguez Saá, quien se arroga haber sido un pacificador ante la -anarquía-, "ya había asambleas populares en cada esquina que asumían dentro de una anarquía los gobiernos locales, la policía y las fuerzas de seguridad estaban desbordadas". -Rodríguez Saá en A Dos Voces/ 15-12-21-. La declaración de Saá no es bajo ningún punto improvisada, es una narrativa del pánico que atravesó el gobierno provisional del Estado en miras de recuperar la institucionalidad avasallada por la rebelión popular y la insipiente organización de un poder dual o contrapoder. Es decir, que, el presidente provisional, en nombre del conjunto del régimen político advierte una competencia entre el aparato oficial del Estado y las asambleas populares que se habían gestado en gran parte del país. Lo que se le escapa al "pacificador" es que su gobierno fue derrocado a una semana de su asunción por la movilización popular del domingo 28 de diciembre. Existe un extenso margen entre los dichos confesos, y las inflexiones revisionistas que menosprecian las acciones de masas que no aparecen impulsadas por una dirección política reconocida.

Los sucesos acaecidos durante el 19 y 20 de diciembre han sido uno de los puntos más candentes del debate ideológico de la contemporaneidad argentina. A dos décadas del levantamiento popular de mayor dimensión del siglo XXI aún se discuten sus repercusiones, y su vigencia en el escenario político. ¿Qué fue? ¿Fue un levantamiento espontaneo? ¿Quién lo dirigió? ¿Qué ocurrió en la ciudad de Azul? ¿Qué es lo que nos deja el Argentinazo?

No fue un corralito fue una década

"El chico no soportó la rabia de ver lo que ocurría por la TV, llamó a varios amigos y salió desde La Tablada hasta la Capital", dice Marcelo Benedetto, tío de un joven asesinado el 20 de diciembre de 2001. "Vi como reprimían a las abuelas y salí con dos amigos para la plaza", relata Martín Galli, quien aún tiene alojado un plomo en el cerebro. Estos ejemplos son algunos de los miles que sucedieron en la jornada final de los días que estremecieron al país. "La intifada porteña" fue el epicentro de lo que se extendería al país como "El Argentinazo". Desde las 10 AM del jueves 20 de diciembre en las calles porteñas se vivía un clima revulsivo, la noche había actuado como preámbulo introductorio del estallido de la gesta argentina. En el ADN del pueblo reside la memoria insurrecta. A las 6 PM, grupos en retirada se alejaban al grito de "¡que cagazo!, ¡que cagazo!, echamos a De La Rúa, ¡los hijos del Cordobazo!". Todo el mundo es piquetero, Mosconi y Tartagal, Cutral Co y Rio Tercero, el "Santiagueñazo" y los docentes de la "Carpa Blanca", Zanón y las ocupaciones de fábricas, como olvidar a Norma Pla y los jubilados combativos. Del 93 al 2001 el pueblo argentino se había vuelto piquetero.

Durante el 19 de diciembre Argentina fue sacudida por una autentico estallido insurrecto, cuya concepción acarrea un largo proceso de crisis y descomposición económico, linkeado engranaje por engranaje con el peso de la historia. Las tareas pendientes de la dictadura perpetradas por el menemato, y el sostenimiento del ya derrumbado modelo del uno a uno por parte de la Alianza, fueron los condimentos explosivos para el despertar popular. Un botón de muestra de la incapacidad de la ahora quejicosa burguesía nacional luego de haberse subido al tren del saqueo imperialista durante las décadas anteriores.

Para algunos sectores del centro izquierdismo académico, "el corralito", fue meramente la retención de los ahorros de la clase media, nada más lejano que eso. El corralito fue el último recurso para el salvataje de los bancos y la continuidad del pago de deuda. La política ortodoxa del FMI, el Banco Mundial y los mentores del post Consenso de Washington sería asumida, (luego del estallido), como un error. El congelamiento de los depósitos bancarios provocó una cadena de cesaciones de pagos, por ende, miles de despidos y suspensiones, indisponibilidad de salarios, y cese de pago a los trabajadores en blanco y en negro. En otras palabras, se instaló un corte generalizado en la circulación de la moneda. A escasos días de la medida las masas se volcaron al saqueo a los supermercados, a tomar lo que se les negaba. El país asistió a un evento multitudinario y desesperado por la subsistencia misma, ningún sector presenció sumisamente los eventos, hubo huelgas docentes y estatales, cortes de ruta, asambleas barriales y ocupaciones de fábrica. De tal manera, que, el abordaje vulgar sobre un levantamiento por el dolor del bolsillo clasemediero es francamente una farsa.

El salvataje a los banqueros había establecido un fenomenal desorden en la vida cotidiana de los sectores más vulnerables, principalmente a los trabajadores en negro, changarines, o desocupados, a quienes se les había suspendido incluso el pago de los planes trabajar.

En las vísperas de la Navidad del 2001 el pueblo argentino no tenía para comer, y esto significó la gota angustiosa que profundizó aún más un estado de animosidad. Los saqueos crecían a lo largo y ancho del país, desde Entre Ríos a Mendoza, pasando por Córdoba y el interior de Buenos Aires. Las grandes cadenas de supermercados se encontraban sitiadas por un pueblo que exigía comida al régimen que se la negaba. Ante la ola de saqueos del 19 de diciembre, el aún presidente, Fernando De La Rua, decretó el Estado de Sitio contra los "villeros", intentando cooptar el apoyo de la pequeña burguesía y dividir los descontentos para enardecer las no pocas contradicciones entre los sectores sociales. Lo sucedido fue todo lo contrario, la clase media salió a la calle con las cacerolas convalidando la expresión de "los villeros".

Teoría de la generación espontánea y el desprecio a las masas

Hay un amplio sector mediático e intelectual, de derecha a izquierda, que atribuye un carácter "espontaneo" a la rebelión del 2001, se han ensañado en instalar esta connotación de suceso involuntario. Aparece entonces una negación de la acción consciente de las masas, negación sostenida en la egolatría del "yo" burgués. Los teóricos de la espontaneidad descartan de plano que un estallido pueda realizarse sin la dirección de los aparatos políticos, consideran a las multitudes incapaces de establecer un cuadro de ideas que este precedido por una reflexión política. Hay una consideración sub ontológica de los sujetos, un "yo" ser pensante y "otro" que está por debajo al ser, por ende, incapaz de pensar bien.

En el último periodo las pantallas televisivas han descongelado al exponente más emblemático del neoliberalismo argentino, Domingo Cavallo. El Sollozante economista de Videla, Menem, y De La Rúa, recorre deambulante, medios, conferencias y mesas redondas de frustrados, insistiendo en que las multitudes inquietas estuvieron conducidas por el golpismo del PJ. Luego de veinte años los exponentes de la burguesía nacional no logran asimilar sus fracasos y mucho menos aceptar su incapacidad histórica.

El Argentinazo fue extensamente preparado, antecedido por una década de advertencias, de huelgas obreras, movilizaciones contra la impunidad de los genocidas y su injerencia en la política, pero centralmente por la acción metódica del movimiento piquetero. La Asamblea Piquetera adoptó en el 2001 la consigna central, "Fuera De La Rúa-Cavallo", la dirección del movimiento desocupado estaba en manos de históricos activistas obreros que habían sido despedidos, pero que cargaban con la metodología de acción de los sectores combativos de la clase trabajadora.

¿Por qué hay que ser insistentes en este punto? Esencialmente porque exhibe un antagonismo ideológico que se presenta en continuidad hasta nuestros días. El espontaneismo le quita al levantamiento popular su contenido, es una operación que busca negar la relación entre este y el proceso histórico, parcializar el ángulo de visión, salvaguarda en última instancia la descomposición del capitalismo y sus partidos tradicionales. Se les niega a los negados el reconocimiento de su maduración de conciencia frente al contexto histórico, la preparación, organización y orientación política.

El mayor engreimiento de esta postura ideológica está en el intento de humillar la conciencia de los caídos. El jueves 20 de diciembre se desarrolló en diversos puntos del país una guerra de guerrilla urbana, una lucha física contra la represión, una lucha por la ocupación de las plazas, una lucha contra el poder del Estado, la más consciente de las luchas.

¿Quién dirigió el levantamiento?

Los teóricos de la espontaneidad suman en sus postulados ideológicos que la dirección del estallido estuvo en manos de la clase media porteña. Introduciendo una nueva falsedad, primero por ser un abordaje parcializado de un proceso político mucho más amplio en una línea temporal. Por otro lado, se aprecia un claro ocultamiento sobre la identidad revulsiva del estallido. No fue la clase media de la cacerola quien echó a De La Rúa, el mérito político de la clase media fue su vuelco a las calles y a las acciones multitudinarias precipitando el levantamiento, pero no lo dirigieron. La pequeña burguesía se volcó tardíamente a una revuelta que ya había comenzado.

El Argentinazo fue bancado en forma consecuente, es decir, dirigido físicamente, por el mocerío de la clase trabajadora, ocupada, precarizada, y desocupada. Incluso, en el largo proceso de gestación, por el excepcional papel del movimiento piquetero y el rol de las organizaciones revolucionarias. Tomadas todas las características que hacen al conjunto del proceso, el Argentinazo fue dirigido por la clase obrera.

El desamparo de la burguesía ha sido tal, que ha tenido que navegar en justificaciones filosóficas, un naufragio de simplismos y abstracciones. Todo el régimen político ha negado su incapacidad de conjunto, y les ha atribuido a los sujetos características monolíticas, los ha separado de un escenario general de derrumbe. Un escenario de brutales confiscaciones al bolsillo popular, de expropiación al patrimonio público, y de expropiación parcial a la pequeña burguesía. Los 90 en Argentina son el periodo de apertura de destrucción de la fuerza productiva y también el asolamiento de la pequeña burguesía argenta.

¿Qué sucedió en Azul?

Las visiones sobre los sucesos en Azul suelen estar impregnados de la idiosincrasia citadina, rara vez en los análisis históricos sobre la ciudad se pone énfasis en la movilización y condiciones de vida de los sectores subalternos. Del derrotero histórico se ha rescatado la idea de que Azul tiene un vigoroso desarrollo como ciudad "rica" que data de principios del siglo XX, claro que en la construcción del relato se descarta de plano la pobreza de las ¾ partes de las barriadas. Es decir, la opulencia que le imprime el cuerpo a la ciudad se edifica bajo una fenomenal explotación y penuria obrera. Estos relatos hegemónicos acarrean una persistencia histórica.

"Acá no pasó nada" resuena a los cuatro vientos, una imagen de vacío, una ciudad ajena a los sucesos, una isla. El "acá no pasó nada", puede analizarse desde varias ópticas y según emisores y receptores. Pero ¿realmente no pasó nada?

Rubén, un obrero que vivió en carne propia las consecuencias de las políticas del periodo de crisis más severo, narra su experiencia. Con extensa documentación que acreditan su rico historial laboral, Rubén, dice que trabajó en la fábrica de explosivos Fanazul, en Novotermic, San Lorenzo, en "la curtiembre", y en un expreso hasta mediados de los 90. Pero la odisea comenzó en 1995, cuando el expreso quebró y la fluidez laboral se cortó de cuajo, lo que significó la destrucción de los modos de vida de Rubén y su familia. En 1998 Rubén fue uno de los "cabecillas" de un enorme corte de rutas en Azul, protagonizado por más de doscientos desocupados que reclamaban trabajo genuino. Para los centenares de familias azuleñas que fueron expulsadas de sus sostenes salariales ocurrió de todo, fueron quizás los años más duros que les haya tocado atravesar. "Llegamos al corte con gomas, encapuchados, llegó la policía y el juez a desalojar, nosotros estábamos dispuestos a todo", relata Rubén, quien, a su vez, menciona no haber tenido una experiencia política o sindical antes de los años que atravesó como desocupado. Esta es una radiografía de época, donde puede medirse un mayor o menor flujo de lucha y organización, pero que es innegable que por aquí también pasó la historia.

En ese sentido, el docente Miguel Mugueta, -quien por ese entonces era uno de los referentes políticos del MST de Azul-, introduce la importancia de la lucha de los obreros de la cerámica Valle Viejo. Conflicto que había comenzado a principios del año 2000 y que adentrado el 2001 se encontraba en una situación insostenible. En los aportes narrados por Miguel se puede extraer el aroma de aquel periodo, el debate político que atravesaba a las organizaciones de izquierda, el fenómeno del movimiento piquetero, y la ocupación de fábricas con los rasgos propios del interior bonaerense, sumado a la acción y agitación de los militantes socialistas. Se presenta, además, una divergencia metódica y política entre la concepción del desocupado por parte del PJ y el MST-Teresa Vive. Rubén denuncia en su narrativa, que, el aparato punteril del PJ liderado por Julio Varela, lo obligaba a realizar jornadas extenuantes, incluso en instituciones privadas, por un programa miserable cuya remuneración inicial era de 200 pesos y luego fue rebajada a 150. En ese sentido, Mugueta plantea que las tareas de contraprestación del Teresa Vive tenían que ver con la producción autogestiva de amasados, huertas, y producción textil. El MST dentro de IZQUIERDA UNIDA, no comprendía a los planes como una salida al problema, planteaba un plan de lucha unificado de todo el movimiento piquetero, exigiendo a la CCC Y CTA que tomen cartas en el asunto. EL planteo del MST en aquel tiempo exigía el aumento de los planes cualitativa y cuantitativamente, pero la consigna central era por trabajo genuino.

La ocupación y gestión bajo control obrero en Valle Viejo estuvo enmarcada en el fenómeno de las ocupaciones de fábrica, y en este caso, siguiendo el ejemplo de los obreros de Brukman y Zanón, con los que compartieron actividades de lucha. "Triunfo obrero en Azul", titulaba el militante del Izquierda Unida-MST, Nano Wilhelm, hace casi 20 años un 3 de enero de 2002. "Con su lucha lograron que después de 9 meses la fábrica se reabra, que se reincorpore a 5 despedidos y haya cogestión obrero-empresaria por cuatro meses, para luego ver como se sigue.

Son 57 obreros que vuelven a trabajar por 400 pesos, cuando cobraban 80 por mes en el mejor de los casos. Ahora controlaran los libros de la empresa. El punto positivo es que, por cuatro meses, los obreros harán la cogestión y su lucha les demuestra que pueden manejar una fábrica sin patrones. Esto es un hecho inédito en Azul, que sufre la desocupación de 10.000 vecinos y día a día se agrava el hambre y la miseria". Fernando Wilhelm, Argentina Centro de Medios Independientes, 3 de enero de 2002. (La acotada experiencia de los ceramistas luego tendría su réplica en La Papelera Azul, luego Cooperativa Pachi Lara).

Miguel Mugueta comenta que el 20 de diciembre se movilizaron sectores disimiles de la sociedad azuleña, cuya equidistancia era manifiesta. Por un lado, un polo institucionalizado en el que pueden identificarse liderazgos como el de Ferrarello, (padre), del sindicato Empleados de Comercio, y por el otro, una columna izquierdista que contaba entre sus filas con obreros de Valle Viejo. El tradicional recorrido finalizó con una pequeña escaramuza y la detención de un joven. Azuleños participaron a su vez de cortes de ruta en Olavarría, que fueron llevados adelante por miembros de la UNICEN y organizaciones políticas.

En algunos sectores militantes el "acá no pasó nada" se relaciona más con un halo de frustración, puede decodificarse como un "podría haber pasado más". Es una expresión de insatisfacción ante movilizaciones de menor envergadura, acciones frustradas, (como la concentración en el supermercado Toledo), asambleas populares sin el vuelo que supieron tomar en distritos con una tradición de mayor combatividad. En términos políticos, el sentimiento desasosiego de quienes presenciaron activamente el Argentinazo en Azul puede vincularse a la continuidad y fortalecimiento del régimen municipal. En el año 2003 la UCR, - liderada por Duclós-, fue reelecta en las elecciones municipales con un imponente 57.77%, mientras que en las presidenciales logró la peor performance de su historia cargando con la responsabilidad política de lo acontecido en el diciembre caliente de 2001.

Asimismo, es menester mencionar la crisis abierta en sectores de la izquierda argentina durante el post 2001-2002, y la maduración cumbre del depresivo trance del MST en 2008 dando sus brazos a la Sociedad Rural Argentina. Suceso que fue frustrando a un importante número de activistas locales debido a la influencia preponderante de esta fuerza en la ciudad y el país durante ese período que abarca los 90s y principios de los 2000.

El fantasma del Argentinazo

A 20 años del Argentinazo, un estallido provincial en Chubut coloca como bandera la vigencia del "que se vayan todos". Puebladas y enfrentamientos contra el régimen político, que, entre lobbies y corruptelas, pretende dejar sin agua a toda la población y destruir el espacio habitable de la mano de la mega minería contaminante. La rebelión del 2001 dejó secuelas que reaparecen en los modos y dinámicas de resistencia, donde el elemento catalizador sigue siendo el brutal empobrecimiento de las masas y las feroces avanzadas confiscatorias por parte del capital. Durante las jornadas de diciembre de 2017 el pueblo argentino dio sobradas muestras de que el Argentinazo parió a sus hijos. En un país con una pobreza superior al 50%, "dientes de cordero", muerdan sin soltar.

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