9 de marzo de 2025

OLGA GARAY Y LA DOCENCIA

OLGA GARAY Y LA DOCENCIA . "Ha sido una experiencia de vida hermosa"

Se recibió de Maestra Normal Nacional en 1967 y, luego de retirarse del nivel de Educación Primaria, a sus 75 años continúa en la modalidad de Adultos. Luego de un extenso recorrido de trabajo en escuelas rurales y urbanas, recientemente solicitó el cese de actividad. En una entrevista con EL TIEMPO recordó diversos momentos de su desempeño docente.

Por Marcial Luna

Redacción El Tiempo

Olga Garay recuerda que "tenía dos cargos como docente: en escuela primaria y en Adultos. Me retiré de primaria, estando en una escuela de doble jornada como es la N° 1, pero seguí en Adultos. Ahora pedí el cese, porque ya tengo 75 años. No me pesa ir, voy con gusto, pero hasta cuándo. Yo no soy como Mirta Legrand... [Risas]. En mi vida lo único que hice fue esto, ser maestra. Y el Estado me pagó siempre. Una vez una mamá me dijo: señorita, cuando cobre le voy a mandar el regalo del Día del Maestro. Señora, le dije, usted tiene que trabajar para sus hijos, a mí el Estado me ha pagado siempre. Si hubiese trabajado gratis y a uno le hacen un regalo, bueno, sí, gracias. Pero a mí el Estado me ha pagado por mi trabajo. He participado cuando juntan dinero en las escuelas para un regalo para docentes; pero yo, para mí, no. No me gusta que me hagan regalos. Prefiero que les dejen cosas a los chicos".

Se recibió "en 1967 y ya en 1968 empecé a trabajar. En el quinto año de la Escuela Normal se egresaba con el título de Maestro Normal Nacional, que era el título habilitante en ese momento. Ya con diecisiete años de edad me fui al campo a trabajar".

Comenzó su desempeño, en el '68, "en la escuela del Paraje La Sofía, después es Cortaderas; volví a La Sofía. Luego pasé a la Escuela N° 41, en el campo de Bourdette. Posteriormente estuve en la escuela de Manantiales de Larreta, luego en Estación Lazzarino y después en el campo La Liebre. Así estuve, por lo menos, trece años. Cuando vine a Azul, me titularizaron en 1978 y fui a la Escuela N° 1. Concursé para vicedirectora, después para directora y ya tenía que elegir un destino. Y elegí la Escuela N° 14. Años después me pasé a la Escuela N° 1, porque me inicié ahí, en cuanto a las escuelas urbanas".


En Adultos "empecé en el año 1972, como maestra de ciclo. Ahí se había empezado como una prolongación de Primaria, después se transformó en Rama y ahora se llama Modalidad. Concursé también ahí, estuve como inspectora en Adultos. El director del Instituto de Las Flores -de Formación Docente- quería la carrera de Adultos, pero le exigían a él quién le iba a dar la materia de Práctica, porque tenía que ser alguien que tuviese la carrera hecha. Me pidió que lo acompañara y yo iba todos los sábados a Las Flores, a dar esa materia, que era Práctica de la Enseñanza para Adultos. Tomaba el micro de las seis de la mañana. Pero siempre hice lo que me gustó. Adultos es otro mundo y yo debo ser la única referente que queda de esa época acá en Azul aun trabajando".

El sistema de Adultos "es a partir de los catorce años, pero las excepciones siempre existieron y van a existir, porque si hay un chico que es sostén de familiar, o ayudar a su mamá, siempre se han hecho excepciones. Son mínimos los casos, pero nunca se le ha cerrado la puerta a nadie. En Adultos, ellos siempre dicen: fui poco a la escuela no me acuerdo; hay casos en que, posiblemente, no han ido nunca. Es un aprendizaje mutuo. Un albañil sabe de plomada, de ángulos, tiene otro conocimiento que le ha dado la práctica en la vida. Y uno a eso no le dice 'no'. No podemos caer en hacer sentir mal a esa persona. Es decir, de sus saberes, siempre hay algo rescatable y lo transferimos a lo que es más científico. Son experiencias distintas".

Olga explica que, "en Adultos de primaria, son los menos. Porque la primaria común, con todos estos sistemas que hay, de la no repitencia, de volver a reforzar contenidos, todo hace que no repitan. Y, al no repetir, egresan de primaria y salen directamente para el secundario. Pero queda mucha gente adulta todavía sin haber terminado la primaria. Lo que más nos proponemos es que la gente esté alfabetizada, que sepa leer y escribir. Los actos de fin de año son muy emotivos. Hay gente que ha ido tres años para poder terminar la primaria. El año pasado una señora dice: '¿Me puedo parar para decir unas palabras?'. Era algo que no lo habíamos programado. Y esa señora dijo: 'les pido que sigan estudiando porque yo pensé que a esto no lo iba a lograr nunca. Estoy convencida de la falta que me hacía y voy a tratar de empezar el secundario'. Al margen de sus deseos, de sus expectativas, eso es muy lindo".

"Salimos a los barrios para que ellos tengan toda la posibilidad de no poner una excusa -explica-, por eso Adultos funciona en Escuela 28 como sede central, pero tiene subsedes en distintas escuelas en todo el Partido de Azul. Vamos buscando los barrios, detectando matrícula. Por eso tenemos el turno mañana, turno tarde y el vespertino. También hay una matrícula cerrada en el Instituto Lugones, pero eso es exclusivamente para ellos. En 28 está la sede central de la Escuela 702 de Adultos. La 701 está en el penal -Unidad VII-, que también es de matrícula cerrada, como el Lugones. La Escuela 702 tiene subsedes en las escuelas 14, 64, 13, 21, Centro Catequístico Santa Teresita, en Sumac -que tiene dos secciones, una de mañana y otra de tarde-, y en el Hogar San Francisco de Asís. También estamos en Chillar y Cacharí, con una sección en cada localidad. Hasta hace poco teníamos una subsede en el Centro de Día, pero por una cuestión de reducción de horario municipal, tenemos que buscar otra sede. Y hay dos servicios que no pertenecen al nucleamiento nuestro. Se llaman Centros No Nucleados: el que funciona en Escuela 62 es el N° 710 y también está el 703 que funciona en el Centro de Jubilados de Jujuy 44".

Durante el diálogo con este diario, Olga Garay recuerda que "hice todo el primario y el secundario en la Escuela Normal. Mi papá, cuando había tormenta, nos cargaba el portafolio en la bicicleta, nos acompañaba, a mi hermana y a mí, con las botas y una bolsa; llegábamos a la escuela y mi papá nos ponía los zapatos. Porque a la escuela no se faltaba. Era así. Uno tenía que estar enfermo para faltar. Aún hoy sigo así".

"Mi papá -Julio Garay- trabajaba en la red de la Cooperativa Eléctrica y mamá -Catalina Rampinini- era ama de casa. Papá había terminado en la Escuela Técnica Vicente Pereda. Mi mamá había hecho la primaria hasta tercer grado. Y terminó en Adultos, estando yo como maestra. A ella le daba miedo, porque en ese entonces [promediando los años '70] yo iba a la Escuela 19. Las calles eran de tierra. Había un foquito en alguna que otra calle, si no estaba roto o quemado. Ella me acompañaba a la escuela, donde yo era maestra, y ella estudiaba para terminar. Otro de sus maestros fue Roberto Valicenti".

"Yo le dije a mamá para que termine el primario, pero más que nada, en ese momento, Roberto Valicenti le decía, porque también se necesitaban adultos en la escuela -recuerda Olga-. Por lo general, el adulto no quiere estudiar. Hay que irlo a buscar. A eso nosotros lo llamamos hacer trabajo de campo. Roberto la convenció a mamá y a ello le gustó, porque iba y volvía conmigo. También los chicos me acompañaban. Volvíamos con mamá y con ocho o nueve chicos que nos acompañaban hasta Colón y Salta. Aún hoy esos chicos -hoy adultos-, cuando nos cruzamos, se paran a saludarme".


En la escuela rural N° 41, año 1971. Olga Garay impartiendo clases a una alumna. GENTILEZA OLGA GARAY

"Había que estudiar, nuestros padres nos inculcaron los valores, el respeto. Por eso será que yo no he sido conflictiva, siempre me he llevado bien con todos", dice Olga y, al referirse a los tiempos actuales, sostiene que "la tecnología no es mi fuerte. Si me piden algo para dentro de diez minutos, no lo voy a poder hacer, pero yo sé que al otro día, a primera hora, las cosas las van a tener. Con esa condición, como le dije al inspector jefe David Díaz el año pasado, me puedo hacer cargo de la Dirección de Adultos. Y así fue. Los ayudé tanto como pude. Después concursó como inspector de Adultos Pablo Peluffo y también le dije eso: la tecnología no es mi fuerte. Yo soy de tiza, lápiz, cuaderno y pizarrón [Risas]".

Admite que "nunca me pesó la tarea. Eso de decir 'ah, se terminaron las vacaciones, hay que empezar la escuela...' yo no lo dije nunca. Siempre lo hice con gusto".

Como se indicó, los inicios de Olga Garay en la docencia fueron en las escuelas rurales. "En el campo tenía todos los grados juntos. Son los famosos plurigrados. Yo planificaba un tema y a ese tema lo iba graduando para darle la complejidad correspondiente para cada grado".

"En La Sofía yo me quedaba, no volvía a Azul. Un año me quedé con la familia Bustos, que estaba a unos cien metros de la escuela. Y otro año me ofreció quedarme la familia Capandeguy. Cuando estuve en La Chumbeada no, porque la escuela tenía casa-habitación y estaba ocupada por unos abuelos, un matrimonio grande. Yo no los iba a sacar... A Manantiales de Larreta viajaba todos los días; era una escuela que estaba muy cerca de Chillar, pero nadie quería ir a trabajar allí desde Chillar, porque no pagaban ruralidad".

Por otra parte, recuerda que "en el Paraje La Liebre era todo laguna. Los caminos, horribles. Iba un señor de apellido Rasposo a buscarme en un carro y me llevaba hasta la escuela. El agua daba al borde de las ruedas del carro. Era intransitable, pero había que llegar a la escuela porque ahí estaban los chicos esperando. Estuve un año viviendo con la familia Bourdette-Del Buono. Ella era directora, dentro del campo, de dos o tres escuelitas rurales y yo era maestra. A Estación Lazzarino iba y venía todos los días".

La actividad "en las rurales, hasta fines de marzo, abril, era turno mañana. Después pasábamos a la tarde, por el clima. Pobrecitos, salían en invierno a las diez de la mañana, para llegar a la escuela a las once, once y media, abriendo tranqueras, todos mojados, las manos escarchadas, llenos de barro. Yo les calentaba agua, les hacía lavar las manos con agua calentita y les daba la merienda antes de entrar al salón. No había un servicio alimentario, los padres me llevaban la leche, ellos siempre colaboraron. Yo les hacía mate cocido, cacao, lo que yo llevaba. A veces pedía en las panaderías y les llevaba un pancito a cada uno. A veces me regalaban facturas, la gente es muy solidaria".

"A Manantiales de Larreta me llevaba la camioneta que reparte los diarios. Yo me iba caminando desde mi casa, en Colón y Salta, hasta la ruta, para esperarlos, todos los días. Si había neblina y la camioneta se atrasaba, implicaba que yo iba a llegar tarde a la escuela. Por suerte me pasó pocas veces, pero no tenía con qué ir. No había nada. Y después, a la tarde, volvía con un micro que venía desde Necochea. También, si lo llegaba a perder, hasta el otro día no había nada. Nunca me ocurrió y eso que tenía como treinta cuadras, desde la escuela hasta la ruta".

A las escuelas rurales "los chiquitos llegaban helados, a caballo, abriendo tranqueras. Siempre, el más grande del grupo, era al que le tocaba desensillar los caballos y, a la salida, volverlos a ensillar. No había hombres ahí para hacer esa tarea, sólo era el chico más grande de todos los que estaban". Ante una consulta en ese sentido, Olga Garay menciona que "no se notaban grandes diferencias en cantidad de varones y mujeres; por lo general eran más las nenas, pero una o dos nomás. Si no recuerdo mal, cuando estuve en Estación Lazzarino había menos varones en la escuela, pero siempre los grupos de las escuelas rurales fueron bastante parejos; por lo menos los que me tocaron a mí".

"Yo tengo gratos recuerdos hasta de quienes fueron mis directores en el campo. Se les llamaban escuelas de UER -Unidad de Escuelas Rurales-. Recuerdo por ejemplo a la señora Blanca Hourcade, que siempre me decía: a estos chiquitos hay que darles mucho, mucho conocimiento, porque estos nenes nunca van a poder acceder a un secundario. Claro, de esto hace cincuenta años... pero esa era la realidad entonces. Por eso, los chicos salían con buena base; yo les dedicaba mucho y era consciente de eso: lo que aprendían en la escuela rural iba a ser su única formación. A los que les costaba un poco más, les daba un cuaderno de ejercitaciones para la casa, por ejemplo en el invierno, para cuando volvíamos a clases. A veces también había papás analfabetos. No se nos ocurrió, en aquellos años, invitar a los padres a quedarse en la escuela y poder alfabetizarlos".

"A veces me cruzo con algunos de esos chicos, que ya son gente grande. Todavía me dicen 'chau, seño' o 'chau, Olga'. Por eso soy una agradecida, de haber hecho lo que hice en mi vida" y remata: "Ha sido una experiencia de vida hermosa".

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