91 AÑOS DE DIARIO EL TIEMPO
Escritor, abogado, trabajador social y crítico musical, integró el equipo de colaboradores del suplemento "La Cultura en EL TIEMPO", es autor de novelas -"Ocurre al otro lado de la noche", "La línea del Ecuador", "El Perfume de la madera", entre muchas otras- y diversos ensayos. En el siguiente artículo, recuerda su vínculo con este matutino.
10 de julio de 2024
Por Eduardo Balestena
Llegué al diario EL TIEMPO por Sebastián Jorgi. En aquel momento -con la ida de Tani Kessler del diario La Capital de Mar del Plata- se había perdido el espacio que sobre crítica musical había comenzado en 2003 en ese diario. Con su generosidad habitual, Sebastian Jorgi me brindó la dirección de correo electrónico de Margarita Ferrer, quien desde entonces se convirtió en una gran amiga.
Así comencé a publicar críticas musicales en la página "La Cultura en EL TIEMPO". Eran sobre funciones de la temporada lírica del Teatro Colón de Buenos Aires, la Orquesta Filarmónica y las temporadas del Mozarteum. Encontré un espacio como el que antes había perdido, pero pronto a eso se sumó algo mucho más importante: la amistad que hicimos con Margarita y Miguel, que me llevó a visitarlos en mis paseos en moto, que comenzaban muy temprano desde Mar del Plata. De Azul seguía a Olavarría, al Café Racer del Hotel Santa Rosa, donde había expuestas motos antiguas y luego regresaba a mi casa a eso de las cinco de la tarde (días que eran una fiesta). Hablábamos de todo; Miguel había sido fiscal y yo había trabajado en el Poder Judicial y Margarita comentó varios de mis libros en EL TIEMPO y también en La Capital. Por ella conocí a Gabriela Urrutibehety, que prologó mi libro sobre Haroldo Conti.
Conversábamos en el living o en la galería soleada, o en la cocina de esa casa grande y llena de libros, de huellas y de hospitalidad. No hubo reseña de mis libros como las de Margarita: su lectura es fina, su expresión es precisa y sabe descubrir lo que hay en la superficie de un texto y por debajo de esa superficie y su escritura es excelente.
Luego, ella me enviaba por correo mis colaboraciones: se tomaba ese trabajo. Cuando tuve problemas de salud se preocuparon por mí y ella no sólo me llamaba, sino que me dio valiosos consejos: sobre el Hospital Italiano, el doctor De Santibañes y el Tempora Rent, donde alojarnos. Todo lo que decía era importante para mí.
De ese modo, EL TIEMPO no sólo significó un espacio donde publicar sino un espacio al que llegar, uno en el cual encontré mucho más de aquello que había ido a buscar y que me deparó cosas gratas que no esperaba vivir a partir de esos escritos que enviaba y cuando el espacio donde escribir se perdió, subsistió todo lo demás y aún sigue. Margarita Ferrer es una persona tan cálida como entusiasta y brillante que nunca se detiene, que siempre sigue haciendo cosas, con quien uno siempre se alegra de hablar.
EL TIEMPO fue mucho más que un diario y para nosotros, los escritores independientes que debemos luchar casa por casa por todo, que somos ignorados por diarios que publican cosas muchas veces estándar, o de baja calidad, fue un espacio muy valioso, abierto y respetuoso de los textos. Fue lo que el periodismo debió ser cuando nació, antes de convertirse en una industria, en un dominio, en un feudo. Nos brindó más que un espacio y, sin quererlo, nos dio algo mucho más duradero, algo destinado a llegar para quedarse.
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