OPINIÓN
17 de noviembre de 2024
Las y los desaparecidos son los mejores, así lo creo. Los mejores dentro de una generación (la de los queridos años 70) que asumió su momento histórico y aborreció de permanecer indiferente. Paco Urondo es uno de ellos, también sigue siendo un poeta fundamental; él escribió: "Del otro lado de la reja está la realidad, de este lado de la reja también está la realidad; la única irreal es la reja". El compromiso con su país y asumir las consecuencias de poner en juego la vida por terminar con las opresiones sociales de un pueblo. Así vivieron y así nos faltan todavía hoy los mejores.
La actividad de memoria (memoria con identidad) que la Comisión de Derechos Humanos del Instituto 2 concretó en el Concejo Deliberante de Azul ha sido muy acertada. Sus integrantes propusieron a las y los concejales un necesario homenaje a hombres y mujeres que sigo considerando compañeros y compañeras de militancia en aquellos queridos 70, muy especialmente al Paisano, a Chuli, Bocha, Norma, LA Rusa y el "Gordo" Héctor. Es necesario que la mentada "Casa del Pueblo" sume un segundo símbolo de Memoria, Verdad y Justicia en su recinto, porque los mejores siguen siendo parte de nuestro pueblo, porque sus familiares (algunos presentes en el concejo) son vecinas y vecinos de nuestra ciudad o bien mantienen vínculos fuertes con ella. Destaco que la mayoría de los concejales haya acompañado este homenaje; quienes no lo hicieron e incluso llegaron a vaciar sus bancas en la votación, tal vez puedan ser aludidos con un verso del escritor Leopoldo Marechal: "La vergonzosa tiranía del olvido".
Entonces, que al reconocimiento a las Madres de la Resistencia de Azul -que promovimos años atrás- se sume este cuadro con los rostros e identidades de los mejores que tuvo nuestro Partido de Azul es, lo destaco una vez más, una iniciativa muy acertada de la CDH del Instituto 2, a la que personalmente agradezco -ahora de manera pública- la invitación a participar. Decidí acompañarles (lo quiero resaltar) junto con la compañera diputada Laura Aloisi y demás compañeras y compañeros del P26J porque siento esas ausencias, porque también fui parte de esa juventud maravillosa y revolucionaria y porque declamar y no poner el cuerpo no es propio de quien dice honrar a esa generación.
Hoy, como cada 17 de noviembre, en el Día de la Militancia Peronista se recuerda una fecha emblemática: "Luche y vuelve", mucho más que una consigna, una convicción que recorrió el territorio del país. Durante aquellos años, ser militante político ha sido una pasión de multitudes, la militancia daba sentido a la vida
De millones de jóvenes argentinos que eligieron ser sujeto de la historia. Una historia que había proscripto a las grandes mayorías, imposibilitando las elecciones libres; una historia que mediante la violencia de las dictaduras de turno impedía que la voluntad democrática del pueblo se expresara.
Esa militancia desarrollada en los barrios, los gremios, las universidades y en arte fuimos la oposición al poder instalado por los grupos económicos aliados a los militares que habían usurpado el poder del Estado. El regreso de Perón fue durante 18 años el anhelo mayoritario de todos los argentinos para concretar sus sueños de justicia y libertad.
Mi generación tenía algo que hoy no abunda: la esperanza. Sabíamos que las estrellas estaban muy altas, pero nunca perdimos las esperanzas de alcanzarlas. Y aunque en el camino íbamos dejando muchas cosas, seguíamos por aquello de "se hace camino al andar". Te torturaban, abandonado en lo profundo de un calabozo, te daban ganas de silbar "la marchita" y, cinco minutos después, ya estabas pensando en la próxima vez.
Teníamos la esperanza, la fe en lo que hacíamos, dábamos mucho para vivir de acuerdo a lo que pensábamos, para ser honestos con nosotros mismos, coherentes. Queríamos ser hombres y mujeres del tipo "lo que decimos con el pico, lo sostenemos con el cuero".
De aquella generación nos queda, como en este caso, la memoria:
la memoria de la causa por la que lo arriesgamos todo; la memoria colectiva que debemos seguir construyendo cotidianamente desde nuestros lugares de militancia; la memoria que nos otorga identidad y sentido de pertenencia.
Considero que las causas que me han llevado a disponer mi vida a la militancia pueden ser reivindicadas y "resignificadas" por otras miradas, otras sensibilidades. La impronta de un artista (de hecho en esta nota he citado a dos escritores) es siempre necesaria para el vínculo con el pueblo, siendo un poeta, una pintora, una cantante, un actor (entre tantas posibilidades) un puente irreversible entre las causas sociales de base y la empatía del pueblo. También las y los fotógrafos. Héctor García, el admirado Flaco, es uno de ellos. Así lo considero yo. Su cámara, sus acciones y su tiempo no se han desentendido jamás del pueblo trabajador del que forma parte. Parafraseando al ya citado Marechal, la realidad de nuestra lucha y la realidad en las fotos del Flaco siguen a la par gracias a las causas compartidas.
Julio Varela
Ex concejal - Detenido político durante ocho años - Fundador del P26J Azul.
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