ENFOQUE
6 de julio de 2023
Por Luis Lafosse (*)
Especial para El Tiempo
Creo que fue un verano de 2004 que el Intendente Municipal nos citó a funcionarios con urgencia para una reunión. Recibimos a un grupo de empresarios que nos visitaban para anunciarnos que capitales argentinos e italianos invertirían en Azul para construir un molino harinero de gran envergadura con tecnología italiana de última generación. Yo era funcionario de Desarrollo Económico por esos días. Argentina parecía estar recuperándose de una de sus crisis y, en el medio de nuestro trabajo para conseguir radicación de empresas y generación de empleo, este anuncio fue como una lluvia después de una sequía.
La novedad, para mí, fue que ni la Municipalidad, ni los funcionarios, nos habíamos enterado de esta iniciativa. Nos la pasábamos generando vínculos, buscando oportunidades, pero esta inversión, de las más grandes que había tenido Azul en años, se había dado sin que pasara por debajo del radar de la Municipalidad. A partir de ese momento dimos todo nuestro apoyo. Les ofrecimos el espacio necesario en el Parque Industrial, pero no lo aceptaron. Ya habían comprado un terreno sobre la Ruta 3.
Días después supimos que, en ese predio, no contaban con la capacidad de energía eléctrica que necesitaban. El molino demandaba una obra de unos doscientos mil dólares y le pedía a la Municipalidad que se la pague. El Parque Industrial contaba con diez veces más abastecimiento del que necesitaban, pero insistieron que querían construirlo en ese lote. Fue así que, para no perder esa inversión, el municipio decidió pagar esa obra y todos los contribuyentes, que ya habían pagado la infraestructura del Parque Industrial, tuvieron que financiarla con sus impuestos.
Meses más tarde, tuve la posibilidad de preguntar a uno de los inversores por qué habían elegido Azul. Buscaba conocer esas razones para ver si, en el futuro, podíamos cortejar a otros inversores. Me dijo que la decisión se había tomado en Suiza o Italia. No recuerdo bien. Me contó que estaban en una reunión para decidir la locación con un mapa de Argentina sobre la mesa y alguien preguntó: "¿Dónde está la materia prima?" Alguien marcó la zona triguera de sur bonaerense. "¿Dónde están los puertos?" Alguien le marcó el de Quequén y otros. "¿Donde está el consumo?" y le marcaron el área de Buenos Aires. La persona que preguntaba enderezó el dedo índice y dijo: "El molino va a estar acá" y puso su dedo en Azul. Ahí me di cuenta de muchas cosas; sobre todo, de que no tendríamos que haber pagado esa obra de infraestructura ya que la decisión se había tomado mucho antes y en otro lado, y nada la hubiese cambiado.
Similar situación se dio tiempo después. Durante mis diez años en la Municipalidad se hicieron innumerables intentos por reabrir el Frigorífico y la Curtiembre Piazza. En 2016, y casi de manera inesperada, se anunció la reapertura del frigorífico. Siete años después tiene 1070 empleados. Faenan hasta 750 animales por día. Mi padre trabajó buena parte de su vida ahí. En su mejor época faenaban 500 vacunos. Hoy exportan 90% de su producción y genera los dólares genuinos que tanto necesitamos. Siempre pensé que si el frigorífico se consolidaba, en algún momento se reanudaría el procesado de cueros. Hace algunos meses sus propietarios comenzaron salar sus cueros que exportan a China. Allí emplean otras 12 personas.
Creación de empleo
Desde el punto de vista de la creación de empleo, lo que a los azuleños nos tiene que importar es el balance de creación versus pérdida. Desde 2016 hasta hoy el Frigorífico generó 1082 fuentes de trabajo de calidad, sin contar todos los beneficios para la cadena de producción. Creo que no llegamos a dimensionar lo positivo que han sido estos años.
Tanto en la generación de esos empleos hoy, como su pérdida cuando habían cerrado (frigorífico y curtiembre), el municipio no tuvo un solo resorte en sus manos para decidirlo. Cuando se definen políticas económicas nacionales, se define el destino económico de todas las ciudades. Y hay sectores beneficiados y perjudicados. Cuando miramos los empleos que se pierden por el cierre de una empresa, debemos tener en cuenta los que se crean por la apertura de otra. Por supuesto, a nadie le gusta ver sufrir a los despedidos. Conozco eso porque despidieron a mi padre cuando cerró el frigorífico. ¿Quién de nosotros no fue despedido de un trabajo alguna vez?
El caso del frigorífico es un ejemplo de las ventajas que tenemos si nos concentramos en los sectores que somos buenos. No hay que perder de vista que fue el cambio de política ganadera y apretura al mundo en 2016 lo que hoy nos permite tener más de 1000 nuevos empleos de calidad en Azul. Si volviésemos a ese camino las oportunidades son infinitas.
En la ciudad donde hoy trabajo, en 2017, se cerró la última planta automotriz de Australia. El gobierno federal australiano dejó de subsidiar la industria automotriz porque era injusto que los impuestos de los contribuyentes fueran a parar a manos de empresarios ineficientes. Pero el gobierno anunció esa medida cinco años antes y la aplicó de manera gradual hasta que las automotrices cerraron. En el medio, se jubilaron trabajadores, otros se reentrenaron, otros consiguieron trabajo por su cuenta. A la planta industrial la compró un grupo inmobiliario para hacer un parque empresario. Cinco años después trabajan en las empresas instaladas allí más trabajadores que los que habían sido despedidos. El gobierno nacional destinó el dinero que antes iba a los subsidios a programas de reentrenamiento y relocalización. El municipio no puso un peso.
Mi reflexión sobre todo lo hecho en esos años, y mi experiencia en mi trabajo actual, me dicen que la mayoría de las estrategias para promover el desarrollo económico de una ciudad son inútiles. Se gastan enormes recursos que no se reflejan en beneficios equivalentes. Las áreas de desarrollo económico de municipios fueron creadas en los años '90 cuando las políticas económicas nacionales desencadenaron quiebras masivas de empresas. Allí nacieron también los Planes Trabajar.
Históricamente, los municipios gastaron los escasos recursos de los contribuyentes en sus funciones esenciales que son: proveer suelo industrial de calidad para la radicación de empresas, lograr una ciudad planificada, limpia, ordenada y bien presentada para sus ciudadanos y visitantes, generar vinculaciones con sectores económicos y oportunidades de formación. No mucho más. Es crear una cancha nivelada y bien presentada para que los jugadores del sector privado jueguen su partido. Así se desarrolló el Azul que tanto añoramos.
El Estado argentino en general, y el municipal en particular, están quebrados. Se acabó la plata y seguimos pobres. Si aprendimos la lección, con más inteligencia y esfuerzo que suerte, los tiempos que se avecinan pueden ser de recuperación. Así los recursos de los contribuyentes se podrán usar para devolverles ciudades de calidad urbana mientras crece el empleo por las empresas que encontraron en el Partido de Azul su lugar para florecer.
(*) Funcionario de la Municipalidad de Azul (2002-2011). Planificador urbano en la Ciudad de Playford en Australia del Sur (desde 2014 a la actualidad).
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