ENFOQUE
Mi nota del domingo pasado, titulada "Una patada a la justicia", originó la frenética reacción de los militantes del juicio por jurados. Ninguno se mostró preocupado por la injusticia del veredicto (que salvó el pellejo a un femicida) ni tampoco se esforzó por rebatir siquiera uno de mis argumentos científicos. Directamente pasaron al agravio personal, porque les molesta sobremanera que yo exhiba lo que muchas víctimas ya están descubriendo (y de la peor manera): que el juicio por jurados es el último truco que los garanto-abolicionistas sacaron de la galera.
25 de septiembre de 2023
Por Carlos P. Pagliere (h.) *
Especial para EL TIEMPO
Primer dato: la ley faculta al imputado -y sólo al imputado- a decidir, según su conveniencia, si va a ser juzgado por jueces o jurados. Es un privilegio que se le brinda para que elija al juzgador que considere más favorable. La víctima -o sus familiares- no pueden oponerse. Se tienen que resignar a la estrategia judicial más ventajosa para el acusado.
Segundo dato: la ley establece que sólo se puede condenar a prisión perpetua -que es la pena que corresponde a los femicidas- si los doce jurados, de modo unánime, lo votan de ese modo (y no es nada fácil que doce personas se pongan de acuerdo). Basta con que uno solo de ellos se oponga -sea por el motivo que fuere- para que no se pueda imponer la pena máxima.
Tercer dato: si el jurado absuelve o condena por un delito menor (como pasó en el caso de Eliana), la víctima o sus familiares no pueden apelar. Para decirlo en buen romance: se tienen que embromar. Pero cuando condenan al imputado, si el juez considera que el jurado se equivocó, tiene la potestad de anular el debate.
En suma, el juicio por jurados se legisló a la medida de los acusados. Y en claro perjuicio de las víctimas. Pero los militantes del juicio por jurados no hablan de esto; porque a ellos sólo les importa favorecer a los imputados.
Si leemos la Constitución Nacional, en ningún lugar dice que el juicio por jurados es un derecho exclusivo del acusado. Es decir, lo justo sería que todos los delitos que contemplan penas de más de quince años de prisión se hagan por jurados (sin que nadie elija nada) o, para no colapsar a la justicia, que sea una decisión conjunta del imputado y de la víctima. Pero no. La ley de juicio por jurados bonaerense -no sin cierta temeridad y audacia- destruyó el espíritu de los redactores de nuestra Constitución Nacional. Quienes defienden el sistema finalmente reglamentado son garanto-abolicionistas. Ellos no creen en la pena ni en la cárcel.
Los militantes del juicio por jurados son "lobos en piel de corderos": usan a los jurados para darle una chance más al acusado. Y como quieren disfrazar lo que verdaderamente piensan, atacan a quienes nos horrorizamos con la impunidad. Y dicen -con descarada malicia- que los abogados y magistrados nos oponemos al juicio por jurados porque nos creemos seres superiores.
Les confieso que no me creo superior a nadie. Si algo aprendí en esta vida, es que siempre hay alguien mejor que uno. Y muchos integrantes del jurado deben ser brillantes. Por simple estadística, alguno entre ellos será más inteligente que el juez que preside el juicio. Pero lo que les falta es conocimiento de la ciencia penal.
Y eso es fundamental.
Albert Einstein ha sido uno de los mayores genios de la humanidad. Pero si hoy viviera, les aseguro que cualquiera de nuestros panaderos haría mejores medialunas que él; cualquiera de nuestros albañiles construiría mejores casas que él; cualquiera de nuestros médicos curaría mejor que él; y cualquiera de nuestros jueces también juzgaría mejor que él.
El mismo Einstein, con fina ironía, decía: "Todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas". Para decirlo llanamente: "Zapatero a tus zapatos".
¿Por qué, entonces, un jurado carente de todo conocimiento va a hacer una labor mejor que un juez preparado?
Los jueces están en mejores condiciones para juzgar. No es casual que a los jueces se les exija fundamentar oralmente o por escrito sus fallos; pero no al jurado. Los jueces tienen las herramientas, los conocimientos, la experiencia para hacerlo. Los jurados, no. La ley los obliga -por la fuerza pública- a hacer cosas para las cuales no se capacitaron. Y lo peor, tienen que cargar en su conciencia con las consecuencias de sus decisiones (los miembros del jurado son las primeras víctimas de este sistema).
Tampoco los jueces podemos enseñarle al jurado, en 15 minutos, a través de las instrucciones finales, cómo deben resolver una cuestión jurídica que se debatió por siglos y en miles de libros. Y por muy claros y didácticos que seamos, tampoco podemos estar seguros de que las hayan comprendido (lo cual nunca sabremos, porque los jurados no pueden preguntar, ni sacarse ninguna duda, ni dan fundamentos de su veredicto).
Si los jueces nos equivocamos, los errores quedan plasmados en nuestra sentencia. El imputado y las víctimas pueden acudir a otro tribunal superior para corregir el desatino. Con el jurado no pasa nada de eso. Ellos no explican -ni por escrito ni oralmente- por qué condenan o absuelven. No dan fundamentos a la víctima, que no eligió nada y tiene todo el derecho del mundo a saber por qué el jurado benefició al imputado. Y encima, tampoco puede la víctima impugnar el veredicto (que es irrecurrible).
Esto no es un "prejuicio a la participación ciudadana" ni es equiparable al derecho que tenemos todos al sufragio electoral.
Hay una notable diferencia entre votar y juzgar. El Estado no es mío, tuyo ni del vecino, sino que es de todos; por lo que resulta razonable que, a través del voto, todos decidamos el destino del país. Es cierto que todos somos más o menos ignorantes en las cuestiones que hacen al mejor gobierno, pero si nos equivocamos no nos podemos quejar: todos decidimos sobre lo de todos.
Pero los derechos de la víctima no son míos, tuyos, del vecino ni de nadie más que de la víctima. El jurado no decide sobre sus cosas -como en las elecciones- sino sobre los derechos de la víctima o sus familiares (que no pueden oponerse al juicio por jurados). En este caso, su equivocación la han padecido los padres e hijos de una mujer asesinada, que tienen derecho a que alguien les explique por qué el femicida eludió la pena perpetua que merecía (y a apelar si no están de acuerdo).
Por eso, es un disparate decir que quien se opone al juicio por jurados tiene los mismos prejuicios que quienes antaño se oponían al voto universal. Y ha sido bastante desafortunada la alusión -que leí en una de las notas que atacaban mi opinión- de que los críticos al sistema de juicio por jurados evocan a los que en su momento se negaban al voto femenino, siendo la víctima de este caso, una mujer asesinada en contexto de violencia de género, a quien el veredicto del jurado dejó sin justicia.
Digo que el jurado dejó sin justicia a Eliana porque el único causante de su muerte fue Ponce. Él le aplicó una patada en la cabeza con la intención de matarla (eso lo afirmó el jurado); y con dicho accionar le generó un sangrado cerebral que derivó en su muerte (que es lo que ocurrió, a pesar de que el jurado lo haya negado). Y aunque exista una investigación contra los médicos, por una presunta atención negligente, ¡ellos no le causaron la muerte a Eliana! ¡Ellos no aplicaron puntapiés en su cabeza!
Ponce debió ser condenado a prisión perpetua, porque fue él, y sólo él, quien causó la muerte a Eliana; lo que no habría impedido -de ninguna forma- que los médicos eventualmente sean condenados, si negligentemente no evitaron su muerte (causada por Ponce).
El jurado no abrió ninguna puerta para que se juzgue a los médicos. Esa puerta siempre estuvo abierta, y la decisión del jurado no la podía cerrar. La única puerta que cerró el jurado fue la de la condena merecida para Ponce. Esta conclusión es la solución científica del caso ¿No es también la solución que nos dicta el sentido común?
Justamente por eso, no me extraña que, en vez de exponer ideas originales o abordar mis argumentos -que nadie supo rebatir-, los militantes del juicio por jurados hayan realizado, en distintos ámbitos, una suerte de réplica personal a mi publicación del domingo pasado, cuando en ella no menciono ni hago alusión a ninguno de ellos.
Todos tienen derecho a expresar sus ideas, y soy el primero en alentar eso. Pero las reglas de buen estilo obligan a no personalizar. De hecho, esta columna ha respondido todos los sofismas que maquinalmente repiten los militantes del juicio por jurados, sin nombrar a nadie (así es como, las personas de bien, debaten las ideas). Porque los que se creen superiores son prepotentes y personalizan. Y quienes no nos creemos superiores a nadie sostenemos nuestras opiniones con argumentos.
Para despejar temores infundados, tampoco he adelantado opinión alguna sobre eventuales futuras resoluciones. Quien diga eso habla desde la ignorancia, o desde la malicia. Mi crítica al veredicto del jurado tuvo lugar cuando su actuación cesó por completo. Y en los trámites que restan (que durarán años) ya no intervendrán. Como tampoco la Cámara Penal deberá -ni podrá- expedirse jamás sobre ese veredicto, que no es recurrible (siquiera ante el órgano de alzada de las causas criminales, que tampoco es el que yo integro). Y cualquier incidencia en la que, de aquí al futuro, la Cámara deba intervenir, será por cuestiones ajenas a dicho veredicto.
En definitiva, no debieran los militantes del juicio por jurados intentar cercenar -recomendando "prudencias" que ni ellos observan- el derecho de expresar mi opinión contra un veredicto judicial fenecido e irrecurrible (que favoreció injustamente a un femicida), así como yo jamás les cuestionaré a ellos su derecho a aplaudir fervorosamente la decisión que tomó el jurado.
Si expreso públicamente mi desagrado al juicio por jurados es, precisamente, porque sus fallos son infundados e irrecurribles.
Los familiares de Eliana se quedaron sin nada: sin posibilidad de saber por qué beneficiaron a Ponce y sin poder recurrir la decisión injusta.
El juicio por jurados se "vendió" a la población como un sistema para empoderar a la gente; pero, en verdad, fue ideado para favorecer indebidamente a los acusados. Y de a poco, las víctimas se van dando cuenta de que fueron estafadas (sin ir más lejos, los familiares de las víctimas de femicidio ya están juntando firmas en toda la provincia en contra del juicio por jurados).
Hoy lo vemos en Azul, porque le tocó a la familia de Eliana; pero es una situación que vienen padeciendo muchos padres y madres de mujeres asesinadas a lo largo y ancho de la provincia de Buenos Aires, cuyos femicidas se benefician con el juicio por jurados.
Para finalizar, deseo aclarar que a mí no me perjudica en nada la existencia del juicio por jurados. Ni a modo personal ni a título funcional. Si escribo estas líneas es sólo con el afán de alertar a mis conciudadanos. Dediqué mi carrera a velar por el respeto, tanto de los derechos de los imputados, como los de las víctimas. Y aunque me quieran callar, lo repetiré hasta el infinito: el juicio por jurados dejó a Eliana -y a su familia- sin verdad y sin justicia.
* Juez de la Cámara Penal de Apelaciones y Garantías del Departamento Judicial Azul. Autor del tratado "Nueva teoría del delito (paradigma voluntarista)" -en 15 tomos- y de los libros "Cómo ganar un juicio por jurados" y "Homicidio insidioso".
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