19 de noviembre de 2022
Construida por Silvano Anizan y Francisco Mallet en 1854, la edificación donde funciona esta trascendente institución es considerada la primera casa de altos de Azul. La casona y el terreno adyacente se compraron en la década de 1940. Se realizó una nueva edificación, según planos diseñados por el arquitecto Blas J. Dhers.
Por Sandra Adam (*)
y Susana Uriarte (**)
Especial para El Tiempo
En los años 40, por iniciativa del Dr. Bartolomé J. Ronco, quien presidía la Biblioteca Popular de Azul, se impulsó la idea de dotar a dicha Institución de un Museo y Archivo, que narrara la historia local. Se adquirió una antigua casa fundacional y un terreno adyacente, donde actualmente se encuentra emplazado el Museo, fundado el 8 de abril de 1945.
Hoy, el Museo integra, al igual que la Hemeroteca y la Casa Ronco, el Complejo Cultural Bartolomé J Ronco.
Creado con el material etnográfico y arqueológico de las colecciones privadas del Dr. Ronco, como el mobiliario que las contenían, sus piezas están plasmadas de significados sutiles, siendo singulares elementos narradores de otros tiempos.
Al mismo tiempo, con documentos propios y otros obtenidos por donaciones, se inicia el Archivo Histórico, destinado a albergar y difundir la historia local.
La casa patrimonial
La casa se ubica en la esquina de las calles Bartolomé J. Ronco y San Martín; su estilo se define neocolonial. El hecho de ser una esquina y no tener ochava - el recurso urbanístico que consiste en unir con una línea oblicua los lados de las manzanas en sus esquinas -, la ubica temporal y estilísticamente en forma muy temprana dentro del levantamiento del pueblo, con rasgos específicos de la arquitectura colonial.
Esta casa fue edificada por Silvano Anizan y Francisco Mallet en 1854, es considerada la primera casa de altos de Azul y una de las primeras de ladrillos cocidos. Hoy se resguarda exteriormente la estructura de dos plantas, de anchos muros y los dos niveles de ventanas con sus rejas originales. En principio se trataba de un estilo neocolonial pobre, debido a la escasez de recursos, tanto de mano de obra como de materiales; en cuanto al aspecto exterior, sus rasgos distintivos son la simplicidad de líneas, los techos preferentemente planos, las paredes lisas, la presencia de elementos vagamente clásicos, como cornisas, y algunas pilastras sin capiteles ni bases (Rocca, 2014). Rasgos que se completan con faroles de hierro forjado y placas homenaje hechas especialmente cuando se remodeló para que funcionara como museo. Cabe aclarar que, exteriormente, se modificó la entrada original, la cual se eliminó para tener un acceso único sobre la calle Ronco y se incorporaron molduras nuevas sobre las ventanas del piso superior.
En cuanto al interior, las paredes se presentan despojadas como en el exterior. Sus techos son, a la usanza colonial, de vigas de madera y ladrillos a la vista; los mismos son originales y sin intervenciones de restauración.
La casona y el terreno adyacente se compraron en la década de 1940, modificándose la primera, y construyéndose una nueva edificación -destinada para el museo - según los planos realizados por el arquitecto Blas J. Dhers-. El conjunto de edificaciones actualmente es considerado una unidad, la cual en su totalidad denota un lenguaje estilístico colonial.
El herraje forjado de puertas y ventanas fue realizado por Víctor Fittipaldi, con la cooperación de la Escuela Vicente Pereda.
Abrió sus puertas el 8 de abril de 1945, gracias a la respuesta obtenida por parte del pueblo de Azul a la convocatoria realizada por la Comisión que se había formado para trabajar para dicha institución, basada en donaciones para la ampliación y refacción del edificio.
Teoría errónea
En el reparto de solares del ejido fundacional, le adjudicaron a doña Bernarda Burgos el terreno en el que actualmente funciona el museo. Durante años se sostuvo la teoría que ella era hija o ahijada del teniente coronel del Regimiento 5°de Caballería de Milicias de Campaña, don Pedro Burgos, fundador del fuerte de Azul en el año 1832. Si bien poco y nada se sabe de su vida, la información obtenida de los registros parroquiales y en algunos documentos, nos permitió dilucidar su verdadera filiación y explicar su lazo con la familia Pardo.
Entre los primeros pobladores favorecidos en 1832 con el reparto gratuito de tierras o "suertes de estancia" en la frontera del arroyo Azul, se encontraban Jorge y Lino Pardo.
Lino era hijo de Jorge Pardo y de Bernabela Álvarez. Se casó con María Ascensión Álvarez, ambos naturales de Buenos Aires, el 24-11-1836 en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario del Azul, siendo padrinos de velación Jorge Pardo y Bernarda Burgos.
En enero de 1846 fallece Jorge Pardo, dando cuenta en el acta de defunción que está casado con Bernarda Burgos. La transcripción del acta dice: en el margen, "Jorge Pardo, blanco, casado, Bs. As., 73 años"; en el cuerpo de la partida: "En 28 días del mes de enero de 1846 se le dio sepultura al cadáver de Jorge Pardo casado con Bernarda Burgos y en fe de tal lo firmo yo el Cura Clemente Ramón de la Sota".
El dato que nos revela la verdadera filiación de Bernarda Burgos es cuando vuelve a casarse el 7-06-1846 con Ruperto Cañete. En el acta se indica el nombre de sus padres: José Celedonio Burgos y Petrona Estigarribia. Esta partida matrimonial permite aclarar tres puntos: 1) su filiación; 2) su matrimonio anterior con Jorge Pardo; y 3) su estado civil - soltera -, previo a su matrimonio con Jorge Pardo.
En el Libro de Escrituras Nº 1 figuran dos escrituras de venta otorgadas por Bernarda Burgos en 1854. En particular nos interesa una de ellas, la 159, correspondiente a un terreno con un rancho ubicado en el pueblo, "lindando por el Norte calle por medio con terrenos de don Francisco Eliseo, por el Sud con doña Gregoria Belázquez, por el Este, calle por medio con doña María Zalazar y por el Oeste con don José Ferrari", comprado por don Silvano Anizan y Francisco Mallet. En ese lugar funcionó la herrería de la familia Mallet, luego una frutería y actualmente la sala "José Hernández" del Museo.
Bernarda Burgos muere entre los años 1854 y 1858. Otro dato de interés, que afirma no tener relación con el fundador, se observa en el testamento del coronel Pedro Burgos. Con fecha 21-12-1838, declara como únicos y universales herederos a sus hijos: D. Cosme, D. Hilarión, D. Pedro, D. Lucas, D. Dionisio y Petrona Burgos. No existe mención sobre una posible ahijada o hija, de nombre Bernarda.
Por lo tanto, no existe ningún vínculo de parentesco o de afinidad entre Bernarda Burgos y el coronel Pedro Burgos, fundador de nuestra ciudad.
Foto actual de casa patrimonial donde funciona el Museo Etnográfico E. Squirru. FOTO GABRIEL ANDRES EILERS
Marco normativo
El construir y el habitar un lugar son dos hechos inseparables, ligados a la esencia misma del hombre. El construir, o sea la transformación y adecuación del hábitat, es un acto de cultura. La pérdida del patrimonio cultural implica la destrucción de la memoria colectiva; su preservación contribuye a la identificación del hombre con su lugar y su grupo social. Son testimonios culturales que representan la herencia del pasado, muestran el significado que poseían en su tiempo, de allí su necesidad de ser conservados por razones de arte, de cultura, o de representatividad de una memoria colectiva. A estos bienes culturales identitarios los llamamos Patrimonio.
La protección del patrimonio en nuestro país se encuadra en la Ley 12.665, sancionada en 1940 y aún vigente, que crea la "Comisión Nacional de Museos y de monumentos y lugares históricos", en defensa del patrimonio histórico y artístico de la Nación.
Esta ley ha quedado, en parte, superada por nuevos conceptos elaborados durante los últimos veinte años, donde se hace referencia al "monumento" y no al entorno construido, o al patrimonio arquitectónico como núcleo histórico o tejido urbano.
Como sostiene la arquitecta Diana Beatriz Maggi, si bien la normativa destaca "... la importancia de un Inventario nacional de monumentos históricos y de la exención impositiva para los particulares propietarios de dichos bienes como también 'no podrán ser sometidos a reparaciones o restauraciones, ni destruidos en todo o en parte, transferidos, gravados o enajenados sin aprobación o intervención de la Comisión Nacional'" (art.4), esta ley adolece de un error conceptual: lo declarado "monumento histórico nacional" puede ser protegido contra los daños de particulares o autoridades públicas, pero no antes de dicha declaración; vale decir, que el propietario de un inmueble que representa un valor histórico y arquitectónico de trascendencia, por formar parte de la memoria colectiva de un pueblo, que hace a la identidad cultural, puede, sin más, destruirlo, lesionando dicho patrimonio sin mayores inconvenientes ni sanciones. Y es aquí donde se centra el objeto del presente artículo: concientizar y transmitir parte de nuestro pasado histórico, plasmado en el patrimonio arquitectónico, promoviendo su preservación, construyendo una clara conciencia al respecto, en el Estado y los ciudadanos.
En consonancia con la legislación nacional, la provincia de Buenos Aires sancionó la Ley 8.912 de "Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo" el 24 de octubre de 1977 y, en el ámbito municipal, a través de la "Ley Orgánica de las Municipalidades" (Decreto Nº 6.769/59), se dejó en manos de la función deliberativa el reglamentar la conservación de valores locales de interés tradicional, turístico e histórico (Art. 27ª inc. 3).
En este contexto, se sanciona la Ordenanza Nº 151/1984 sobre "Preservación Patrimonio Cultural", por la que se crea la Comisión Municipal de Preservación y Conservación del Patrimonio Cultural y Arquitectónico. A partir del trabajo de esta comisión, surgen las Ordenanzas Nº 2.493, 2.494 y 2.495, todas del año 2006, declarando de interés municipal y patrimonio arquitectónico a la Biblioteca Popular Bartolomé J. Ronco, al Museo Etnográfico y Archivo Histórico "Enrique Squirru" y a la Casa Ronco.
Conservar nuestra casa patrimonial, es preservar nuestra memoria. Actualmente el Museo tiene un fuerte compromiso en poner en valor el patrimonio arquitectónico local y la transmisión de lo intangible, a partir de programas y talleres dirigidos a toda la comunidad.
(*) Directora del Museo Etnográfico y Archivo Histórico "Enrique Squirru" de Azul.
(**) Encargada del Archivo Histórico "Vicente Porro" de Azul.
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