14 de abril de 2025
Tras la publicación de "En Azul se han registrado cerca de 350 despidos en distintos sectores laborales", se consultó a la Lic. Milagros Burgos Recci, psicóloga y sexóloga, para conocer cómo impacta la pérdida de empleo en la salud emocional. Explicó que el desempleo afecta la autoestima y genera angustia, estrés y ansiedad. También se refirió a la etapa post jubilación, señalando que dejar de trabajar en algo que era parte de la identidad puede causar un fuerte malestar. El especialista brindó herramientas para afrontar estas situaciones y destacó la importancia de reestructurar la identidad y buscar nuevas actividades.
Por Laura Méndez
De la Redacción de El Tiempo
Después de que en la edición de este diario del día viernes se publicara la entrevista titulada "En Azul se han registrado cerca de 350 despidos en distintos sectores laborales", se consultó a la Licenciada Milagros Burgos Recci para abordar las consecuencias emocionales que pueden generar la pérdida del empleo.
En su rol de psicóloga y sexóloga, Burgos Recci explicó que quedar desempleado no solo representa una crisis económica, sino también un fuerte impacto psicológico que puede derivar en sentimientos de angustia, estrés, ansiedad e incluso depresión.
La especialista señaló que el trabajo ocupa un lugar central en la identidad de las personas, y perderlo puede hacer tambalear no solo la estabilidad financiera, sino también la autoestima y el proyecto de vida.
Además, la licenciada se refirió a otra etapa de la vida que puede generar situaciones similares: la post jubilación.
Indicó que retirarse, sobre todo cuando el trabajo estaba relacionado con una pasión o una actividad realizada durante toda la vida, puede ser igualmente movilizador.
En esos casos, se recomienda realizar un proceso de reestructuración de la identidad, buscar nuevos intereses y apoyarse en redes de contención afectiva.
Todo esto fue resumido en un informe especial junto a la terapeuta, quien brindó también algunas herramientas y consejos para afrontar estas transiciones de la manera más saludable posible.
No es sólo "quedarse sin trabajo"
-¿Cómo les afecta a nivel emocional quedarse sin trabajo a partir de los 40, los 50 y después de la jubilación?. ¿A todos les ocurre igual?. ¿Se ve alguna diferencia entre hombres y mujeres?
-El impacto emocional de quedarse sin trabajo varía mucho según la etapa vital y también según las historias personales. A partir de los 40 ó 50, el desempleo puede implicar una fuerte sacudida en términos de identidad. No es sólo "quedarse sin trabajo", es, muchas veces, quedarse sin aquello que sostenía parte de quién creemos que somos. El trabajo, como dice el psicólogo especializado en vejez, Iacub, forma parte de la identidad narrativa: esa historia que nos contamos sobre nosotrxs mismxs, y que se construye con los vínculos, las rutinas, los proyectos.
A nivel generacional, las personas que hoy tienen más de 50 años se formaron en un paradigma donde la estabilidad laboral era sinónimo de éxito. Muchas de ellas construyeron su vida alrededor de una empresa o institución. El despido, la quiebra o incluso la jubilación, entonces, pueden vivirse como un "quedarse afuera", incluso cuando siguen siendo personas activas, productivas y con deseo de seguir aportando.
En cuanto a las diferencias por género, es importante reconocer que muchas subjetividades masculinas aún están profundamente ligadas al rol de proveedor. Cuando ese rol se desarma -ya sea por desempleo, jubilación o cambios económicos- se tambalea un pilar identitario construido en torno a la productividad y la solvencia. No es extraño, entonces, que muchos varones vivan estas transiciones como una pérdida del sí mismo, con sentimientos de inutilidad, vacío o desorientación. Iacub lo plantea con claridad: el varón mayor muchas veces no encuentra un guión identitario que lo contenga en esta etapa, y queda atrapado entre lo que "debería ser" y lo que "puede ser" hoy.
En el caso de las mujeres, si bien también enfrentan múltiples tensiones, han sostenido históricamente una multiplicidad de roles -vinculados al cuidado, al trabajo formal o informal, a la gestión del hogar- que en algunos casos les otorgan más flexibilidad emocional para reorganizarse frente a los cambios.
Sin embargo, esto no significa que no las afecte. Muchas mujeres llegan a esta etapa sintiendo que han postergado sus proyectos personales o profesionales, y cuando esos espacios se desvanecen, puede surgir una frustración profunda al no encontrar lugares donde desplegar su potencia.
La jubilación
-¿Qué pasa cuando alguien se jubila?. ¿Por qué se pierde la motivación en algunos casos?. ¿Cómo prevenir una depresión en ese contexto?
-La jubilación es una etapa que, lejos de ser un final, puede ser un tránsito hacia una nueva forma de estar en el mundo. Pero eso requiere un proceso de resignificación. Cuando el trabajo ocupa un lugar central y no hay otros espacios que nutran, su ausencia puede generar angustia, desorientación o incluso, síntomas depresivos.
Lo que sucede ahí es un duelo. La jubilación puede representar la ruptura del "mundo de supuestos" que organizaba la vida. El relato de yo soy esto que hago; se rompe, y aparece la necesidad de configurar una nueva identidad, a veces sin mapa.
No todas las personas desarrollan una depresión tras jubilarse, pero sí es muy frecuente que atraviesen momentos de tristeza, apatía, irritabilidad o desorientación. Por eso es fundamental habilitar un tiempo para transitar ese proceso, sin minimizarlo ni apurarlo, validando las emociones que aparezcan. También es necesario abrir preguntas que permitan reorientar el deseo: ¿Qué me gustaría hacer ahora?, ¿qué espacios me gustaría habitar?, ¿qué me da alegría?, ¿en qué quiero ocupar mi tiempo?.
La red vincular cumple un rol central en este proceso. Sentirse escuchadx, incluido, parte de un entramado afectivo, ayuda a sostener las incertidumbres de esta transición. Y en muchos casos, el espacio terapéutico puede ser un recurso muy valioso para construir una narrativa renovada sobre el sí mismo y alojar el duelo sin patologizarlo. La terapia ofrece ese espacio donde hacerse estas preguntas sin juicio, y empezar a imaginar una vida posible más allá del rol laboral.
Y algo importante: no todas las personas van a querer "mantenerse activas" todo el tiempo.
Hay quienes encuentran placer en la calma, en rutinas más lentas, en disfrutar sin la exigencia de la productividad constante. El bienestar no tiene una única forma: es subjetivo, y se construye a medida, a partir de la historia, los deseos y los recursos de cada quien.
-¿Qué ocurre si, además, esa persona se queda sin cobertura social ni redes de contención?. ¿Qué lugar deberían tener las políticas públicas?
-Cuando además de perder el trabajo una persona se queda sin cobertura social ni red de contención, el impacto emocional y subjetivo se profundiza significativamente. No hay salud mental posible sin derechos básicos garantizados. Muchas personas atraviesan estos duelos laborales sin acceso a acompañamientos psicoterapéuticos, simplemente porque no pueden pagarlos. Por eso es urgente que existan políticas públicas que contemplen estas situaciones desde una mirada integral: acceso a servicios de salud mental, espacios grupales gratuitos, dispositivos comunitarios que escuchen y acompañen. Como señala Claudia Arias, evaluar y mapear la red de apoyo social es parte del diagnóstico. No se puede trabajar la subjetividad sin contemplar lo vincular. Pensar en la salud mental en la mediana edad y la vejez no es solo una cuestión clínica: es también una responsabilidad ética y política.
"El trabajo no es solo una fuente de ingresos, es también un organizador psíquico"
-¿Es cierto que uno se identifica con lo que hace? ¿Por ahí viene el "malestar emocional" cuando alguien deja de trabajar?
-Totalmente. Como mencionaba antes, el trabajo no es solo una fuente de ingresos, es también un organizador psíquico. Nos da rutina, sentido de pertenencia, nos ubica en el entramado social. Sentimos que contribuimos, que somos parte de algo. Pero cuando toda nuestra identidad queda apoyada exclusivamente en ese rol, perder el trabajo puede sacudir la percepción de quiénes somos, de qué valor tenemos, de hacia dónde vamos.
Por eso en consulta es muy común trabajar con la idea de diversificar el sentido. Está buenísimo amar lo que hacemos, sentir pasión por nuestra profesión, pero también es necesario construir una identidad que no dependa únicamente del hacer productivo. No somos solo psicólogxs, médicxs, docentes, periodistas, etc. Somos también amigxs, hijxs, compañerxs, vecinxs, seres creativos, deseantes.
Nuestra subjetividad se construye en múltiples escenarios: lo laboral, sí, pero también lo afectivo, lo social, lo cultural, lo espiritual. Cuanto más amplio es ese entramado, más recursos internos y externos tenemos para sostenernos cuando alguno de esos espacios se transforma o se pierde. Y eso es clave para cuidar la salud mental.
-¿Qué opinás sobre la frase "Trabajá de lo que te gusta y no vas a trabajar un solo día de tu vida"?
-De entrada ubica al 'laburo' como una carga, una obligación de la cual muchos aspiran a liberarse en algún momento. Y justamente, porque esta perspectiva nace de un sistema que convirtió al trabajo en algo alienante, agobiante, estresante... Mucha gente se siente atrapada en 'laburos' que no les gustan y no les brindan ningún tipo de satisfacción personal y económica suficiente, ya que invierten gran parte de su vida esforzándose por algo que les da migajas y apenas les permite subsistir.
Alejandro Dolina nos habla de ese sentimiento melancólico que surge los domingos por la tarde, y que tiene una explicación: el fin de semana suele ser para muchas personas una esperanza de que algo se produzca en la vida. Pero también, puede ser un síntoma de que la mayoría de las personas odian su trabajo, entonces quieren que termine, como si se tratara de un castigo, el trabajo es un castigo, salvo aquellos privilegiados que lo aman, y que han conseguido ganar dinero, por algo que, felizmente, harían gratis.
Sin embargo, hay algo alentador en todo esto, y es que estamos en medio de un cambio social que le está permitiendo especialmente a las nuevas generaciones conectar su pasión con su trabajo. Y aunque reconocemos las desigualdades y limitaciones, es muy importante avanzar hacia un mundo donde tengamos autonomía en nuestras elecciones, y esperemos que nuestras decisiones como sociedad nos acerquen a ese objetivo.
Me gustaría cerrar con una reflexión anclada en el presente que estamos atravesando. Hablar de trabajo hoy es también hablar de una economía difícil, de incertidumbre, de empresas que cierran, de personas que tienen que reinventarse a la fuerza, muchas veces haciendo tareas que no eligen pero que necesitan para sobrevivir.
Hay personas que, incluso después de toda una vida de aportes, no pueden darse el "lujo" de descansar o de elegir cómo quieren vivir su vejez. Y eso no es solo una cuestión económica: tiene consecuencias psicológicas profundas. El estrés, la angustia, la pérdida del sentido, aparecen con fuerza cuando el contexto no ayuda.
Hay que crear condiciones reales para que las personas puedan hacer elecciones con libertad y no desde la urgencia o el miedo. La salud mental también se sostiene en la posibilidad de elegir, aunque sea en lo pequeño. Y para que eso ocurra, es imprescindible una red -familiar, social y estatal- que esté presente y acompañe.
*Contacto: Milagros es directora de una Red de Profesionales de Salud Mental. Para turnos de terapia psicológica o sexológica pueden acceder al formulario que se encuentra en el link de su perfil de instagram @lic.miliburgosr o enviar un mail a: lic.milagrosburgosrecci@gmail.com
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