NACHO CORREA

NACHO CORREA

Cuando la foto es el mensaje

En primera persona, uno de los fotógrafos de EL TIEMPO repasa su historia. De aquel chico nerd que arreglaba computadoras y no terminó la Secundaria a este hombre y padre que es hoy. En medio de todo ese viaje, admite que una crisis existencial en plena pandemia le ayudó a entender que ese oficio de reportero gráfico que continúa ejerciendo a diario será, a pesar de todo, parte de su vida para siempre.

Por: Fabián Sotes
7 de junio de 2023

Diálogo por WhatsApp, martes 30 de abril, poco antes del mediodía.

-Buenas, ¿estás por ahí?

-Sí, en el Concejo. ¿Qué pasó?

-Te voy a hacer una nota para el suplemento del Día del Periodista.

-Jjjaaiajjajajajjaa...

-Juntame fotos copadas que hayas sacado.

-Son muchas... No te alcanza la vida para publicarlas.

-Bueno. Elegí algunas y me contás sus historias.

-Ante todo, gracias. ¿Para cuándo necesitas las fotos?

-7 de junio, Día del Periodista. Antes, trabajamos en un diario...

-Mira vos, bueno.

-En estos días nos sentamos a charlar en al pasquín.

-Yo creía que me ibas a invitar a charlar a tu casa, tomando un whisky. ¿Puedo insultar al periodismo en sí?

-No tengo whisky, estoy en crisis. Podés decir lo que quieras que nada de lo que digas será usado en tu contra. O sí, vaya uno a saber... Viste cómo son los periodistas, que tergiversan todo...

Jueves 1 de junio, cerca de las siete de la tarde. La sala "Miguel Oyhanarte", en EL TIEMPO, es el escenario de la nota.

El entrevistado mira con desconfianza al entrevistador. Se percibe en su cara que no está acostumbrado a estar del lado donde hoy le toca: protagonizando un reportaje.

Lo suyo es sacar fotos. Y siempre a otros. Justamente, desde ese sector totalmente opuesto al que ha aceptado colocarse ahora para recorrer a lo largo de alrededor de cuarenta minutos de charla su vida, si es que se lo puede hacer en ese tiempo.


José Inza, interpelado en el Concejo cuando era intendente. Fue en diciembre de 2012. El edil Alejandro Lozano, en segundo plano, se toma la cabeza.

-¿Nombre completo y edad?

-¿Esto es la comisaría? Ignacio Martín Correa, nací el 6 de septiembre de 1990, así que tengo 32 años.

-Y una hija que se llama Paola, ¿de qué edad?

-El 29 de junio va a cumplir 12 años.

-Si te preguntan qué sos, ¿vos qué decís, cuál es tu ocupación, tu actividad?

-Y... principalmente reportero gráfico.

-¿Y en forma subsidiaria, digo, como para sobrevivir?

-Técnico en reparación de computadoras.

-¿Actualmente qué te está dando más de comer?

-Ninguna de las dos cosas. Ni siquiera juntas.

-¿Y qué es ser reportero gráfico? ¿Por qué decís que lo sos?

-Un título, no sé de dónde salió, pero salió como de la nada. No es que estuvo en mis planes decir "yo quiero ser fotógrafo". Fue así. Cuando era pendejo siempre, toda la vida, quise arreglar computadoras. Me metí con el tema de las computadoras.

-¿Terminaste el Secundario?

-No. Fui a varias escuelas. Yo era muy de perfil bajo, no me llevaba muy bien a veces con algunos compañeros y sufría lo que ahora llaman "bullying" y todo ese tipo de cosas.

-¿Te veían como un bicho raro?

-No, pero siempre me enganchaban, siempre al más boludo, al tarado... La escuela me gustaba poco. Y eso fue como una agravante, digamos, para no querer seguir yendo. Hablo de que te rompan las pelotas, de que te pongan apodos, de que los pendejos que son tus compañeros se pongan bravos.

-¿Dónde aprendiste computación?

-Solo, de manera autodidacta. Me fui metiendo, mandándome cagadas con las computadoras, desarmándolas y leyendo. En aquella época no había mucho Internet. Era en 2003, que estaban los cibercafés. Y después aprendí también de informática con gente que sabía, Antes también grababa y vendía películas pirateadas. Tenía, qué sé yo, 13 ó 14 años.

-¿Cuándo aparece una cámara fotográfica en tu vida por primera vez?

-La primera vez que tuve una cámara era con rollo. Tendría 10 u 11 años. Me la compró mi abuela. Si bien la tenía, en ese momento no se me había despertado esto de ser fotógrafo. Todavía la tengo a esa cámara, no me acuerdo la marca. Pero en aquella época no me interesaba lo que ahora hago.

-¿A pesar de que tenías la cámara seguías arreglando computadoras?

-Cuando empecé a arreglar computadoras me veía como medio solo. Es que te lleva bastante tiempo, te volvés noctámbulo, que lo sigo siendo... Estaba todo el tiempo encerrado y renegando con las computadoras, que eran muy complicadas y yo recién empezaba, por lo que no tenía demasiados conocimientos.


El 25 de Mayo de 2010, Bicentenario de la Patria. Cristina y Néstor, en la lente de Correa, durante el tedeum en la Basílica de la ciudad de Luján.

-¿Acercarte a la fotografía fue una forma de combatir en algo esa soledad de la que hablás?

-En mi caso, la informática se volvió como una transición hacia la prensa. Me fui ligando porque le había hecho un sitio de Internet a Miguel Di Spalatro para su radio, FM Del Pueblo. Era como un diario digital de la radio. Y ahí Miguel me dijo que me quedara porque no sabían cómo cargar la página. Esto fue en 2005 ó 2006, cuando yo tenía 15; 16 años. Entonces me quedaba en la radio y escuchaba el informativo. Junto con Miguel estaban Laura Alfano y Nano Wilhelm (ya fallecido). Desde ahí me empezó a interesar el tema de los medios. En esa radio también hice de operador técnico varios años, que me enseñó Fabián Russo. Me acuerdo que hacíamos transmisiones en exteriores, que eran un kilombo porque había que montar la antena para salir en vivo. Así empezó a gustarme todo esto. Además, yo tenía una cámara digital chiquita, una Olympus, que la compré en "Tempo". Hacía fotos y empecé a publicarlas en la web de la radio.

-¿Recién ahí entonces aparece realmente esa primera conexión tuya con el periodismo?

-Sí. Y para esa época, 2006 ó 2007, me acuerdo que lo conocí al Flaco (Héctor) García, el fotógrafo de la Municipalidad. Y también empecé a mirar mucho el diario EL TIEMPO, donde veía fotos suyas, de Antonio Tamburo y de José Berger; por lo que me empezó a interesar todo ese mundo del fotoperiodismo.

-¿En ese entonces intentaste relacionarte con ellos?

-Me los cruzaba y hablaba con ellos. Pero yo tenía un perfil bajo, no era de hablar; aunque esto me sirvió para cambiar mi forma de pensar y de ser. El que me ayudó en ese sentido fue el Flaco García. Me acuerdo que habían convocado a los medios a la Embajada de España, para la presentación de "Azul, Ciudad Cervantina", y viajamos a Buenos Aires o La Plata. El Flaco estaba en la Municipalidad. Yo todavía no lo conocía y cuando fui hasta Prensa él me llamó para que me arrimara a todos los demás periodistas. Fue como introduciéndome, me hizo conocer gente y a los colegas.

-¿Héctor García te inició en esta actividad?

-El Flaco es como mi padrino fotográfico. Y ahí fue que después empecé a cubrir también conferencias de prensa. Esa adrenalina que había era como que me estimulaba. Viajábamos, empecé a conocer gente. Me acuerdo, por ejemplo, de estar al lado de un intendente, una cosa que yo jamás había imaginado. Y después me fui metiendo. García siempre me decía que para hacer esto yo tenía que ser un cararrota. Al principio me costaba estar entre la gente, entre el público y todo. Pero después no, como que hubo algo que fue formando mi personalidad para poder sacar fotos. Al comienzo me ponía nervioso, porque estaba arriba de un escenario sacando fotos y abajo había un montón de personas que me miraban. Pero después me fui soltando.

El diario Pregón y todo lo demás

"Creo que ya fue en el año 2007 ó 2008", trata de ubicarse temporalmente Correa para hablar sobre su trabajo desde ese entonces como reportero gráfico, en principio como colaborador, en el ya desaparecido diario Pregón.

"Yo había ido a hablar con (Juan Carlos) Gonta -director, hasta su fallecimiento, de Pregón- y le dije que sacaba fotos, que si me necesitaban les daba una mano. Estaba Gustavo Topor de fotógrafo y como él no podía ir o algo así un día Gonta me llamó para que fuera a cubrir la jura de un juez. Cuando fui a Tribunales estuve hablando con José Berger, que también había ido a cubrir esa jura para EL TIEMPO. Estaba contento, porque esa foto que saqué salió en la tapa de Pregón. Pero después vino Gustavo Topor y me dijo: 'La foto está muy buena, pero fíjate un detalle, no la saques vertical porque para los diarios casi que no se usan fotos verticales'".

"Luego de eso seguí sacando para Pregón, que me llamaban para los partidos de fútbol. Al principio, como mucha idea no tenía, sacaba 500 millones de fotos de cualquier cosa. Pero después fui simplificando todo, entendiendo cómo era el trabajo. En ese entonces no paraba de mirar los diarios de acá de Azul y los de afuera. Me fijaba cómo salían las fotos en las tapas y en cada sección. Ahí empecé a conocer, por ejemplo, el laburo de Pepe Mateos", quien cuando trabajaba en Clarín fue testigo presencial y retrató los asesinatos a manos de la Policía Bonaerense de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, durante una protesta en inmediaciones del Puente Pueyrredón de Avellaneda de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) "Aníbal Verón".

"Ahí fue como que me metí de lleno en esto y comencé a hacer colaboraciones para EL TIEMPO. Fue en 2009 que me llamaron para hacer fotos en el suplemento de las divisiones inferiores de fútbol, algo que ya hacía para Pregón", recordó Nacho.

"Como todavía bien no sabía, de cien fotos que hacía sólo diez eran potables. Hasta que un día me agarró Daniel Puga y me dijo: 'Vos tenés que escrachar caras, que se vean las caras y la pelota', porque yo sacaba todas fotos de espaldas".


Una de las tantas veces que Azul se inundó. La imagen, "by Nacho Correa", es de agosto de 2012.

-¿A partir de ahí empezó tu primera etapa en EL TIEMPO?

-Al principio hacía esas colaboraciones. Y en 2009, con el Flaco García, Gustavo Topor y Toqui Carlomagno habíamos largado Noticia en Foto (NEF). En esa web, hecha por fotógrafos, lo que priorizamos obviamente era la imagen. Nos fue muy bien. Me acuerdo de esa época porque no había redes sociales. Fue en esa transición donde yo empecé a dedicarme a esto. Siempre digo que a veces eso me pone medio triste porque yo llegué a la transición de lo que fue la fotografía hecha por fotógrafos y la comunicación de la imagen hecha por fotógrafos, teniendo en cuenta que ahora la imagen la hace la gente, ya que a una foto la saca cualquiera. Por un lado está bien; pero por otro siento que a los que somos fotógrafos medio como que nos cagaron, porque ya casi no tenemos laburo. En aquel entonces no había celulares y cuando los hubo, las primeras cámaras que traían sacaban fotos horribles. Pero bueno, era como que en esa época se respetaba más el laburo del fotógrafo. Ahora ya existe otro tipo de comunicación por imágenes. Hasta está el famoso "community manager", que te hace la imagen con el teléfono, la filmación o videos cortos. Pero pocas fotos, porque obviamente no están metidos en ese tema.

-¿El oficio del reportero gráfico se va perdiendo?

-Puede llegar a ser que se vaya perdiendo de la forma en que se conocía. Además, las editoriales periodísticas están hechas mierda y los que todavía nos dedicamos a esto estamos ganando menos que un empleado de comercio. Antiguamente el sueldo era bueno, pero después todo se fue haciendo mierda y hoy en día ya no es negocio. El negocio hoy es lo social, hacer fiestas, sacar fotos de casamientos y cumpleaños de 15.

-¿Hasta cuándo duró tu primera etapa en EL TIEMPO?

-Oficialmente estuve desde 2011, que fue cuando estaba por nacer mi nena, hasta junio de 2019. Había venido con proyectos para reformar la web y también me convocaron para hacer un reemplazo en el área de Publicidad. Después, ya cuando Daniel Puga se jubiló, en Deportes lo reemplazó Adrián Gelosi, que dejó de sacar fotos, y yo pasé a Fotografía.

-¿Por qué decidiste irte?

-Me fui para hacer algo nuevo: El Central. Una web de noticias donde estábamos con Marcial Luna, Augusto Meyer y Silvio Randazzo. Pero duró sólo unos seis meses porque nos agarró la pandemia.

-¿Te costó dejar EL TIEMPO?

-Sí, porque es mi casa. Durante catorce años, día tras día estaba metido acá de madrugada, mañana, tarde y noche. ¿Cómo no me va a costar...? Me costó un montón.


Julio de 2014, represión policial a trabajadores textiles en la Municipalidad de Azul. Nacho Correa también estuvo ahí.

-¿Imaginabas que ibas a volver?

-Acá lo bueno fue que siempre tuve las puertas abiertas. No me fui mal. Cuando hice lo de El Central no fui a hacer algo en contra de EL TIEMPO. Hubiera sido estúpido hacer eso porque no podés competir jamás contra una estructura periodística que ya tiene 90 años. Lo mío fue hacer otra cosa, ir para otro lado. Siempre supe que acá tenía las puertas abiertas, pero no volví al toque porque estaba renegado. Después de lo de El Central me agarró como una crisis existencial y la pandemia me hizo mierda. Volví como de a poco. Primero me ofrecieron trabajar en Fotomecánica y después acepté volver a sacar fotos. Es algo que no puedo dejar, más allá de que durante la pandemia estuve como un año y medio sin sacar una sola foto. Pero era porque estaba renegadísimo. Durante 2020 y 2021 no hice nada de fotos. Me negué absolutamente a todo lo que tuviera que ver con eso. Es más, de no usarla a la cámara se le había trabado el lente. Estaba guardada en el bolso, que se había llenado de tierra porque yo no quería saber nada con volver a sacar fotos. Y de todo eso pude salir reparando computadoras.

-¿Ahora te volviste a amigar con tu actividad principal, la de ser fotógrafo en un diario?

-Sí, las cosas cambiaron; aunque ya no hay tanta adrenalina como había antes. Siendo un poco empático, entiendo que eso es, y a mí también me está pasando, porque ya no se puede más vivir de los medios de comunicación. De ningún medio. El rubro está mal. Casi todos los que nos dedicamos a esto estamos viviendo al mismo tiempo de otro trabajo. Y entonces ya no tenemos tiempo para dedicarnos enteramente a esto porque tenemos que comer. Tenemos una vida, una familia, un montón de cosas, cuentas que pagar y la crisis económica hace que ya no te puedas dedicar en un ciento por ciento a esto.

-Pero en medio de todo eso que describís aún seguís haciendo fotoperiodismo. ¿Qué encontrás todavía en esta actividad?

-Lo que me mueve es eso de la adrenalina que decía, de descubrir las cosas. Ya un poco se perdió, está medio aburrido el asunto, pero es como, qué sé yo..., la forma de vida. Antes escuchaba una sirena y ya sabía si había un accidente o por qué era. Me imaginaba todo. Me daba cuenta sólo con escucharla. Era como una obsesión que tenía, muy mía. Estaba comiendo un asado, escuchaba una sirena y me iba para ver qué había pasado. O te llamaba a vos, que te he vuelto loco. Pero ahora, que estoy un poco más grande y un poco más renegado de todo, es como que he dejado un poco de lado eso de ser tan obsesivo con el laburo.

-¿Qué es lo mejor que te ha dado ser reportero gráfico?

-Satisfacción, obviamente. Descubrir, ver cosas, haber estado en lugares impensados, conocer la ciudad entera de punta a punta. Este laburo me permitió conocer lugares que pocos conocen, estar con un personaje de renombre a su lado, poder acreditarme en ciertos lugares, estar en ciertas situaciones que uno capaz que las puede ver como espectador o en la tele. Yo estuve ahí, al lado de un presidente y anduve peleándome y empujándome con los de su seguridad. Al mismo tiempo, son montones de anécdotas que me han quedado y de las que ahora me cago de risa.

-¿Te imaginás alejándote otra vez de esta actividad o ya no?

-Todo el tiempo en este trabajo tuve más satisfacción que dinero. Y eso no lo cambio por nada. Hoy en día la situación está complicada y hay que tratar de vivir porque la misma realidad directamente te pasa por arriba. Cuando en medio de la pandemia cumplí 30 años me fijé en mi línea de tiempo y vi que no tengo nada. Por un lado está mal y en ese entonces me puse mal, que fue por eso que estuve renegado. Pero gracias a esto yo pude conocer Azul de punta a punta, les pude sacar fotos a presidentes de la Nación, artistas de renombre y estuve en diferentes situaciones y conflictos. Todo eso me queda en la memoria y no me lo quita nadie. Además, de la mano de este laburo aprendí a ser más empático con la gente. Yo no escribo, soy malísimo para escribir; pero a través de la imagen capaz que puedo graficar un poco lo que pienso.

Nacho Correa

"Cuando estaba en Pregón habíamos ido con Matías Peluffo a hacer unas fotos en el Barrio San Francisco, en el galpón donde Carlos Regazzoni estaba haciendo 'El Malón', que luego montó en las sierras. Hice las fotos, salieron en Pregón y después me las pidieron para publicar acá en EL TIEMPO".

"Cuando las traje creo que fue Daniel Puga el que me preguntó qué crédito (nombre del autor) le ponían a esas fotos. Yo le dije que le pusieran 'Nacho Correa'. Pero él me respondió que no, que mi nombre era Ignacio y no Nacho".

"La gente no me conoce como Ignacio Correa. Me acuerdo que en las primeras fotos mías acá en el diario les ponían así; pero después yo les fui diciendo que salieran con el nombre de 'Nacho Correa'. Y cuando me decían que yo en realidad me llamo Ignacio, respondía que en Clarín a Mateos, que se llama José, siempre le publicaban las fotos como 'Pepe Mateos'. Entonces, desde ahí empezaron a poner mis fotos con el nombre de Nacho Correa".


El Azul que Nacho Correa retrata a diario. En este caso, dos nenes en un barrio ubicado cerca de la Ruta 3, durante un reclamo por una toma de terrenos que data de junio de 2014.

Nacho, con Jorge "Chino" Maciel -ex fotógrafo de EL TIEMPO- y Héctor "Flaco" García, a quien Correa considera su "padrino fotográfico".

Dave Mustaine

El líder de Megadeth, en el Luna Park y retratado por Nacho Correa.

"Yo soy fanático de Megadeth y lo tuve a Mustaine -Dave, vocalista, guitarrista y fundador del grupo de trash metal- al lado, a menos de un metro, sacándole fotos. Fue una cosa que nunca había ni pensado que alguna vez me iba a pasar en mi vida".

"Esto fue en el 2010, en el Luna Park. Cuando llegué a Capital, si compraba la entrada para el recital me quedaba sin plata para volver a Azul y sin comer. Pero gracias a Mario Mosca -fotógrafo azuleño que en algún momento pasó por EL TIEMPO y en ese entonces trabajaba en Ámbito Financiero- logré acreditarme. Me acuerdo que fui al diario donde estaba él trabajando y le conté. Entonces levantó el teléfono, llamó y logró acreditarme para el recital. Fui a hacer fotos para el Buenos Aires Herald, que después salieron publicadas en ese diario".

"Cuando empecé a sacarle fotos todavía no lo podía creer. Nos dieron tres temas para sacar fotos. Y Mustaine venía ahí frente de mí, con la guitarra, y yo estaba entre que lo miraba durante tres segundos, que para mí parecían una eternidad, y le sacaba fotos".

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