APUNTES PARA LA HISTORIA LOCAL

APUNTES PARA LA HISTORIA LOCAL

Azul y los primeros automóviles

El azuleño Juan Cassoulet y su Rochester alimentado a benzina, doña Mercedes Castellanos de Anchorena como primera feliz poseedora de un automóvil en esta ciudad, el "mastodonte" Rugby con capacidad para diez personas, las primeras familias azuleñas que circularon en vehículos de tracción mecánica, entre otros temas, son abordados en el siguiente ensayo por el Profesor Daher.

Por: Prof. Omar Antonio Daher
31 de diciembre de 2023

La historia no está referida sólo a los hechos políticos, sociales o económicos, sino que ella abarca todos los ámbitos de la actividad humana, en cuanto a su pasado. De ahí que el Doctor Félix Luna haya titulado a su Revista, iniciada allá por los años 60 y aún en publicación, "Todo es Historia". En ese entendimiento hoy nos vamos a ocupar de historiar, si es que el término cabe, los inicios del automovilismo en nuestra ciudad, y por resultar axiomático que todo fenómeno debe interpretarse dentro del contexto en el cual ocurrió o, como bien dice el filósofo Julián Marías, en "sus circunstancias", ese repaso lo insertaremos en los tiempos primeros del automovilismo nacional.

Los primeros automóviles en nuestro país: al parecer y, con sólidos fundamentos, fue Dalmiro Varela Castex quien, en 1892, "piloteó" por primera vez esa "endiablada máquina" que no necesitaba ni de esfuerzo humano ni de bestia alguna para moverse de un lado a otro, llevando pasaje. Pero no creamos inocentemente que se trató de uno de los coches que nosotros o nuestros padres manejaron, sino de un carro con propulsión a caldera que era la admiración de muchos y el terror de no pocos. A ese aparato correspondió la Patente N° 1 de la Capital y del país, aunque el Municipio porteño pretendía el podio para cuando tuviera su propio auto. También hubo disputa con un tal Guillermo Fehling, quién trajo al país, cinco años más tarde, un auto que funcionaba a gasolina y llevaba el nombre de su inventor, Dalmer. Referente a este pionero, Balmaceda cuenta que, pretendiendo visitar a un amigo, haciendo gala de aptitud conductiva, debió dar varias vueltas a la manzana por cuanto el aparato no respondía al mando de su piloto de frenar.

Así como hoy debe tenerse una buena provisión de electricidad para los novedosos vehículos eléctricos, en aquel entonces se necesitaba algún proveedor de benzina, que aún no existía ni en bidones ni en surtidores, por lo cual don Guillermo debía recurrir a su tintorero amigo que estaba provisto del carburante, pero con fines distintos. Castex también tuvo prioridad en importar un auto con encendido eléctrico y otros avances técnicos. Corría el año 1896 y la marca era Decauville.

En la calurosa tarde del 16 de noviembre de 1901 se realiza una carrera de autos con fines benéficos. En el Hipódromo Argentino se reúnen las familias "más conocidas", lo más rancio del patriciado finisecular, tanto La Nación como Caras y Caretas, entre otros, daban cuenta del extraordinario acontecimiento en el que participaban el futuro Presidente Alvear, Abella, Anchorena y un nativo de Azul, de familia acomodada que se dedicaba a la venta de velocípedos, motociclos y vehículos: Juan Cassoulet, y que por aquel entonces orillaba los 28 años. Su vehículo era un Rochester alimentado a benzina, a diferencia de los otros que lo hacían a vapor, al igual que la locomotora de los trenes. Alvear tuvo un problema en los engranajes y el "pollo azuleño" logró, como se dice, hacer morder el polvo de la derrota al "dandy". El ganador obtuvo una cigarrera y una fosforera de plata, cigarrera que fue dada en comodato al ACA y actualmente está en el Museo Fangio.

El "niño bien de la sociedad porteña" retó a nuestro representante por $ 5000, cosa no aceptada por éste.

Allí también se realiza la primera "picada" de autos, entre ¡dos participantes! El doctor Alvear (multideportista), y Aarón de Anchorena, con dos móviles diferentes: el primero con un Locomobile a vapor y el segundo con un Panhard propulsado a nafta. Triunfó Alvear. En realidad, se trató de una "picada" (En: Automovilismo una pasión argentina - Todo es Historia. Pedro Olgo Ochoa).

Las primeras marcas que se vieron en Buenos Aires fueron Dalmer, como ya vimos, Dion-Bouton, Peugeot, Mercedes, Opel, Fiat, Spiker, Panhard, Renault, Hispano-Suizo y otros modelos ya desaparecidos. Después de la Primera Guerra mundial, los coches procedentes de Estados Unidos ganaron en popularidad por su adaptación a los difíciles caminos de nuestro país, más similares a los de aquel territorio. Es ahí donde el "Ford T" empieza a desplazar a los coches europeos. Otras marcas compitieron con los viejos y queridos "fortachos". Estos llegaron a un público más popular o menos pudiente porque al principio solo los Alzága, Anchorena, Torquinst, Alvear, Pacheco y un puñado más podían acceder al vehículo autoportante. Aunque algunos que podían comprarlo, aún recelaban de su uso. A fines de siglo sólo nueve coches habían sido patentados, aunque en 1903 se habían registrado 300.

En 1904 se funda el Automóvil Club Argentino, destinado a fomentar el desarrollo del automovilismo en nuestro suelo, entidad a la que tanto debe esa pasión argentina. Su presidente: Varela Castex. Socios ineludibles: los representantes de la rancia clase adinerada: Anchorena, Pacheco, Alvear, Torquinst, Alzága, y otros conspicuos integrantes de la sociedad argentina de los tiempos de las "vacas gordas".

Detenerse en la historia de este pionero y de su hermano Luis, sería perder de vista el propósito inicial de este ensayo que se refiere a los albores del automovilismo en nuestra ciudad.

Hacia diciembre de 1909 casi un millar de autos surcaban las calles Buenos Aires y fue, casi obligado, que se organizara una carrera de la que participaron 24 corredores, aunque más de doscientos autos se reunieron en la largada, siendo la llegada en Tigre, hasta donde se emplearon catorce minutos. Cosa de la cual se duda por lo primitivo del sistema en tomar el tiempo. En 1910 se realiza el Primer Gran Premio Nacional.

¿Sólo para hombres?

Cabe preguntarse si las mujeres conducían, siendo la respuesta positiva, según lo expresa el escritor de datos curiosos de nuestra historia, al sostener, sin demasiadas evidencias, que la primera mujer que maneja en Buenos Aires fue Armandina Poggetti, aunque, con un pequeño detalle: no tenía registro, por ello iba acompañada de su padre, ambos farmacéuticos. Pero los dos primeros registros lo los obtuvieron las hijas del señor Gath, llamadas Violeta y Ofelia. Su papá era uno de los dueños de las famosas tiendas Gath & Chaves. El registro lo obtienen recién en 1912.

Al parecer no era muy bien visto que las mujeres manejaran públicamente, por lo tanto, lo hacían en lugares cerrados, posiblemente en el campo, en terrenos más o menos extensos o en caminos alejados de la ciudad. Las familias de buen poder económico disponían de choferes, traídos de Europa, muchas veces con los mismos autos, no solo para conducir sino para oficiar de mecánicos.

Hasta aquí y, como breve introducción, el ámbito en el cual se desarrolló nuestro automovilismo.

El auto en nuestros pagos

Si bien no existen datos precisos sobre los primeros carros a motor que rodaron por nuestras calles o por nuestro Partido, la tradición oral, recogida por el diario "El Tiempo" por el año 1972, da como cierta la afirmación que doña Mercedes Castellanos de Anchorena fue la primera feliz poseedora de uno de ellos, entre los años 1895 y 1898. Como el de Castex Varela era propulsado por un motor a vapor y tenía dirección sino una palanca que movía las altas y delgadas ruedas. Desde el ferrocarril fue llevado directamente a la estancia de la compradora, desde donde quizá nunca salió, para alivio propio y ajeno.

Hacia el 1900 Ulrico Filippa introdujo el primer automóvil a nafta, aunque sus características eran tan primitivas como las del primer esperpento (visto desde hoy y comparado con cualquier auto más moderno).

Pero si por grande, el carro era mejor, nadie le podía ganar al señor Duplex que trajo un Rugby en el que entraban hasta diez personas. Tiempo más tarde el mastodonte pasó a manos del señor Héctor Urioste, que, según se recuerda en el matutino, lo utilizaba para ir a pescar con sus amigos. ¡Un verdadero colectivo!

Ya citamos a azuleño Cassoulet, de ascendencia francesa, en sus inicios en el automovilismo y su curiosa relación el futuro presidente de la República, don Torcuato de Alvear, pero muchos más fueron los méritos de Juan, desde comienzos de siglo fue representante de la marca francesa De Dion Bouton, en Buenos Aires, en la calle Esmeralda 452- En 1913, pasa a representar junto tres socios (entre ellos Machi), a Benz en el país.

Sintetizando la actuación deportiva de don Juan Cassoulet, que culmina en 1910, citamos el raid a Bahía Blanca, acompañado por su hermano Luis, Marquestau y Belisario Zapata. Aquí tuvieron un "pequeño" inconveniente, su auto de doce caballos de fuerza, no podía encarar el pantano, que encontró frente a un campo, por lo que decidieron tirar el alambrado al suelo y avanzar por el campo arado. Cuchillo en mano sale el propietario del mismo para disuadirlos a que se retiraran, pero "revólver mata cuchillo", y con esos poco elegantes modales atravesaron el predio (hecho relatado por Balmaceda).

En 1906 compitió en la primera carrera oficial del ACA, entre Recoleta y Tigre, pero su Dion Bouton no soportó el esfuerzo y desertó. Nacido en 1873, falleció el 9 de octubre de 1949.

Actuación deportiva: 1906. 1ero. Hipódromo de Belgrano. 1907: Raid. Buenos Aires Bahía Blanca- 1908: 1ero Mar del Plata. 1909: 1ero Palermo ida y vuelta. Y en su último año en competencia obtiene 3 primeros puestos.


Juan Cassoulet (al volante), de familia azuleña, incansable raidista por los polvorientos caminos del interior. ARCHIVO/EL TIEMPO

Afortunados poseedores de los nuevos carros

Entre el 1900 y 1910 las familias azuleñas que circulaban vehículos de tracción mecánica eran (por citar a algunas): Dhers, Urioste, ya nombrado, Marquestau, Menetret, Campos y otros. El nombrado en anteúltimo lugar era un avezado mecánico que había aprendido rápidamente la manera de "curar las nanas" de los autos y ante la carencia de repuestos, era capaz de fabricarlos él mismo-. La familia Menetret vivió en una casa derruida para sacarla (hace unos pocos años) de un lugar inconveniente como era el de "cortar" a la calle Perón a la altura de las vías.

En un tiempo de gran inmigración europea era natural que los adquirentes se volcaran por las marcas que provenían de los países de los cuales eran originarias sus familias. Así los franceses, cuyos integrantes eran numerosos en nuestra ciudad, formando casi una colonia, preferían los de ese origen: Cleman Bair, De Dion Boutón, Levassor. La más reducida colonia alemana se volcaba por el Opel y, en una época de exacerbación de los nacionalismos, que llevó a la primera gran confrontación mundial, estos se hacen notar en la elección del auto de familia.

Recordemos que al cumplirse el centenario de la Revolución de Mayo nuestro país, ubicado entre los primeros del planeta en cuanto a su ingreso por cabeza, por la feracidad de su tierra, por el trabajo de los criollos, y el empuje de las familias tradicionales, al que se sumó el aporte de los casi tres millones de inmigrantes que llegaron en busca de paz y trabajo, realizó una gran exposición que concitó la admiración de propios y extraños (eran tiempos de "vacas gordas"). Allí tres acaudalados vecinos adquirieron tres móviles de marca FN, que eran coches con notables adelantos técnicos para los tiempos que corrían. Este vehículo era de origen belga, lugar que se hallaba a la avanzada en la novel industria, a punto tal que llegó a contar con más de cincuenta fábricas del ramo. Tanto se producían automóviles como armamentos de guerra, en esa industria. Estaba ubicada la industria FN (Fabrique Nationale de d Armes de Guerre, en la Ciudad de Lieja. El famoso fusil FAL también era originario de del mismo lugar. Es en 1899 en que un italiano de nombre Henri de Cosmo, introduce como nuevo elemento de fabricación el auto bajo la marca F.N, tipo voiturette (vaturé, según nuestro decir), y al modelo se le llamó Mignonnette. Según información recogida de un blog dedicado a esta marca, en la Argentina existe una única unidad del entonces famoso FN, que fabricó varios modelos.

Los adelantados "fierreros" azuleños fueron tres conocidos vecinos: Pedro Etchepare, Belisario Zapata y Esteban Louge.

Como dijimos al referirnos al automóvil en la Argentina, después de la Primera Guerra Mundial, los Ford T, salidos en serie de la famosa fábrica de Henri Ford, invadieron nuestras calles y caminos por su simpleza y menor costo por el tipo de fabricación que llegó a imponer un modelo de producción conocido como "fordismo". Algunos "problemitas" tenían: fríos para arrancar, la peligrosa "patada" al darle manija en la parte delantera, que lesionó a más de uno y la fuerza que debía imprimírsele a los "bigotes" (palancas de marchas).

El auto no era solamente una incorporación destinada a facilitar el traslado de personas, sino un motivo de cierto "exhibicionismo" de clase. Nuestro propio Parque Municipal, inaugurado en 1918 era un lugar propicio para mostrar una posición social relevante.

Como aporte del señor Adolfo Godoy, conocido artista plástico de Azul, nuestro matutino del año 1984, inserta el siguiente recordatorio:

Fueron tiempos románticos,

Culturales y sociales;

Floridos, muy simpáticos

Aquellos corsos de flores,

En la Avenida del parque

Los coches y autos andaban;

capota baja los carruajes

con bellas niñas sentadas

Se refiere a los que famosos "corsos de flores" que organizaba la Comisión del Parque con el fin de recaudar fondos para terminación de obras y mantenimiento del mismo.

Como se ve en las rimas de Godoy en el parque (y de hecho en los lugares céntricos de la ciudad) convivían los carros "tracción a sangre" (seguramente el viejo "mateo" de capota) y algunos automóviles que hacían lucir a los noveles conductores, que alardeaban de sus habilidades en el manejo del "nuevo instrumento". Era muy típico decir que un auto había corrido a "ochenta capota baja", queriendo significar que alcanzaba una gran velocidad con las capotas (las que no eran de chapa) replegadas.

Otra cuestión que causaba admiración a nuestra aldeana población era la llegada, en "lujosos automóviles" de "yanquis", de la calera San Martín de Olavarría, que venían a practicar el "deporte blanco", en nuestro paseo municipal.


Chevrolet modelo 30 del señor Dabat. ARCHIVO/EL TIEMPO

En el suplemento del diario El Tiempo que lleva el número 13655, que corresponde a los cuarenta y seis años del matutino, se pueden observar cuatro fotos de diferentes familias con sus vehículos de distintas marcas: Buik, de la familia Parmigiani; Chevrolet del Señor Dabat, otro Chevrolet de cuyo propietario no se hace mención, aunque se lo observa con un elegante sombrero Panamá y parada junto al mismo a una desconocida dama, pero la frutilla del postre lo constituye la toma de la llegada a nuestra ciudad , del Ford T número 10.000 a la Agencia de dicha marcha , ubicada en Buenos Aires ( hoy De Paula) y Alsina ( hoy Yrigoyen), que había recorrido todo el país. Junto al exitoso auto se aprecia una nutrida concurrencia que llegó al lugar para admirarlo. En la puerta izquierda del Ford T se lee la cifra 10.000.

Como aporte personal diré que en el año 1926, nuestro abuelo Abdo [Daher] adquirió un Ford T "último modelo" para hacer sus visitas al campo como vendedor ambulante, pero al no haber aprendido a conducirlo, le transfirió la responsabilidad a nuestro padre, varón mayor de la familia, (Anor-Anwar) que para ese entonces tenía solo unos doce años de edad y que, según relato oral de un familiar, al no tener fuerza suficiente en los brazos, debía empujar las palancas de marcha con las rodillas. Ese Ford T (tipo voiturette) terminó en el gallinero de la casa de los abuelos, por cuanto los años 30 fueron tremendos por varios motivos, sobre todo por la gran crisis mundial y el quebrantamiento del Banco Comercial de Azul, lo que hizo también "fundir" la tienda de los hermanos Emer y Abdo Daher (La flor del barrio) San Martín y Lavalle, frente a lo que después fue la aún existente "La Golondrina". El que había sido orgullo familiar hubo de venderse por piezas, por cuanto la escasez de ellas hizo que fuera más rentable vender el auto desguazado, que completo-

El Ford T dejó de fabricarse en el año 1927, cuando ya empezó a ser reemplazado por el rendidor Ford A (del cual también nuestro padre tuvo uno, desde 1945 al 1961, año en que lo vendió al señor Ángel Giacobonni, dueño de "El Solito" y cliente. Cientos de calles recorridas y largos kilómetros por el "campo" y "nunca me dejó de a pie", repetía el viejo con orgullo.

Pero volviendo a nuestra historia digamos que otras marcas que entraron fueron el Overland, Packard, Chevrolet, Rugby, y luego Plymouth, De Soto, Dodge.

Por esos años era común ver en las calles de Azul al Señor Engler, conducir su coche Overland, con su característica gorra de conductor.

Cuando los aportantes de datos para la confección del artículo del mencionado diario citan a las agencias nombran a un Señor que, según decía mi padre, si mal no recuerdo era Profesor del Colegio Nacional, Santiago Dieffembacher, de origen alemán (seguramente simpatizante del Tercer Reich), y uno de los primeros organizadores del peronismo en Azul, que poseía un Opel 1913, aunque él no era representante. En principio las compras se hacían en Buenos Aires, previos consejos de Tinao Planes y el ya nombrado Menetret, de vastos conocimientos de los novedosos artefactos.

En Azul, como en resto del país, el auto era, al principio de siglo, y durante varios años un "lujo al que solo podían acceder y mantener familias "acomodadas".

Hablando de gorra: una cuestión engorrosa, en los primeros tiempos del automóvil, fue la del abastecimiento de nafta, al no existir los surtidores que más adelante vendrán a solucionar el problema. El fluido se expendía en latas de 20 litros que luego debía transvasarse al vehículo, cuestión bastante complicada y harto peligrosa. No hay certezas de la instalación del primer surtidor, recibido con recelo por la población, por el temor a la deflagración.

Finalmente, con mejor aceptación de parte de los automovilistas Don Pascual Piedimonte, instaló, en Belgrano y 25 de Mayo, un surtidor, demostrando la fiabilidad del artefacto, a pesar de disparatado sistema de seguridad que le exigía la Intendencia. Nosotros los conocimos en Belgrano entre 25 de Mayo y Necochea.

Posteriormente se les acopló el expendio de querosene y lubricantes. A esas primeras experiencias se sumaron otras y, a pesar de la resistencia de muchos consumidores (por oponerse a un producto nacional, explotado por el Estado) la nafta de YPF, entró en el mercado con expendio en Burgos entre Córdoba y Entre Ríos (nombres de las calles en ese entonces).

Cabe destacar que la explotación de hidrocarburos por el Estado fue iniciativa del militar hoy reconocido como defensor de nuestros recursos, el General Mosconi, que Azul tuvo el honor de contarlo como joven oficial en los tiempos en que aquí tenía asiento el Regimiento de Zapadores Pontoneros.

¿Y nuestras damas?

Aún existe ese prejuicio machista (ante las evidencias, cada vez menos) que las mujeres son menos hábiles en el manejo del automotor que los hombres; ni que decir lo que se pensaría allí en los primeros tiempos en que los carros a motor empezaban a recorrer las calles azuleñas, pero siempre habrá algún o alguna adelantada en cualquier actividad del quehacer humano, y aquí hubo una señorita que, digamos, le hizo "pito catalán", a muchos varones que nunca aprendieron a manejar un automóvil quien, para sorpresa de muchos y quizá admiración de otros, y sorna de unos cuantos, esta dama, como se diría entonces, de una "prestigiosa familia" local hizo caso omiso de los despechos y se puso al volante del nuevo instrumento de locomoción. Ella era María Elena Andía de Aredes, según consta en el matutino local, mencionado como referencia de este resumen.


Buick doble faetón, del señor Parmigiani (1929). ARCHIVO/EL TIEMPO

Choferes (chauferes)

El chofer era un elemento indispensable en el manejo de los primeros automóviles y su ocupación constituía una verdadera profesión, en la que no solo había que demostrar habilidades conductivas en los primeros briosos a caballos enlatados, sino que se tenían que conocer los secretos mecánicos del aparato, que no era para cualquiera.

Aparte de ello era tradición de la época de los carruajes tirados a caballos que los mismos fueran conducidos por una persona apta para ello. Tampoco era nada elegante, ni práctico que un médico, por ejemplo, que salía de su casa elegantemente vestido, debiera "dar manija" al coche o, eventualmente ocuparse de alguna falla que pudiera tener en el trayecto. El chofer iba adelante y el pasaje atrás debiendo llevar rigurosa gorra de conductor, no sombrero. Más de un enojo costó a algunos personajes la resistencia de los profesionales a usar el casquete de conducción.

Aún recuerdo, allá por los años 50 a las rubias señoritas Ricci, visitar a su modista (Lita Ladaga) recientemente fallecida, que atendía en su taller a gente de gran categoría social (el mismo, hoy ocupado por su hijo Eduardo y su esposa Roxana), llegando en un Chevrolet 51 (toda una máquina), sentadas en la parte trasera del vehículo mientras el chofer, un señor que tengo pintado en mi mente, pero del cual se me escapa el apellido, cumplía con su doble función: llevar a las señoritas (una de ellas, Alicia, compañera de Profesorado) y luego, a veces acompañado con su hijo, retirar la vestimenta.

No quiero terminar este esbozo de historia del automóvil en Azul sin hacer mención al auto de dos tiempos fabricado en Córdoba en la época de Perón, que tenía la estructura, en espacio más reducido del Chevrolet 51, con "colita". Este automóvil fue un orgullo del gobierno nacional y una burla de la oposición de le llamaba "Milonguita", haciendo referencia a la letra del dicho tango; "los hombres te han hecho mal"-se le llamó Graciela o Justicialista y hoy se exhibe uno en el Museo del Sesquicentenario.

En Azul, recuerdo al Doctor Carlos Cirioli haber tenido el primero y creo que único Graciela, ya que hasta ese entonces hacía sus clientes a pie y visitaba a los mismos según el recorrido que hiciera nuestro padre, que solía llevarlo en su Ford A. ¿Dónde vas Daher? ¡A tal lado- contesta papá- ¡Bueno, voy con vos que tengo un paciente!!!

(*) Profesor en Historia.

Fuentes consultadas:

-Diario El tiempo, 9 de Julio de 1972 (informantes Doctor José María Caputti Ferreyra, Héctor Urioste, a la familia Menetret, al Señor Justo Cahuepé, al Dr. Rodolfo Prat y a muchos más colaboradores).

-Automovilismo: Una pasión argentina. Suplemento N° 16 de la Revista Todo es Historia, dirigida por Félix Luna. Autor: Pedro Olgo Ochoa.

-Cincuenta Años de automovilismo. Suplemento Todo es Historia N° 12.

-Diario El Tiempo. Y los deportes. Sin referencia de fecha.

-Diario El Tiempo y los versos de Adolfo Godoy- 46 años de fundación del diario.

-La sorprendente historia del Presidente argentino que corrió la primera carrera de autos del país, Por Roi Tamagni- 11 de junio de 2017.

-La Voz del Interior. Juan Cassoulet, el pionero.

-Eduardo Gesumaría ("sprinter) A cien años del Gran Premio. 14-3-2010

-Recuerdos personales y familiares, Omar Daher.

-Historias inesperadas de la Historia argentina, Daniel Balmaceda.

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