A CINCUENTA AÑOS DEL ATAQUE GUERRILLERO EN AZUL

A CINCUENTA AÑOS DEL ATAQUE GUERRILLERO EN AZUL

El recuerdo de un Infante de Marina que participó de la defensa del regimiento

Atilio Taborda integraba la dotación del Arsenal Naval Azopardo. La noche del 19 de enero de 1974, como le ocurrió a muchos, las ráfagas de fusil provenientes del cuartel azuleño lo alertaron y, poco después, comprobó que se trataba de un ataque del ERP. En una entrevista con este diario recordó diversos episodios que vivió en carne propia durante esa jornada. Luego, su protagonismo fue reconocido por la fuerza que integró: en su foja de servicios se lo mencionó como "acto de arrojo".

Por: Marcial Luna
19 de enero de 2024

En enero de 1974 Atilio Taborda era Infante de Marina e integraba la dotación del Arsenal Naval Azopardo con asiento en Azul. La noche del 19 de enero de ese año, una fracción del ERP produjo el asalto al regimiento. Recién llegado de un viaje familiar a Entre Ríos, "ya a las 22,30 se empezaron a escuchar las primeras ráfagas", recordó Taborda en una entrevista con EL TIEMPO.

"Nosotros las escuchamos en ese momento a las ráfagas, mientras estábamos cruzando el puente de la Tucumán -hoy calle Bogliano-. Mi señora me comentó que, quizás, serían las maniobras que habitualmente se hacían en el cuartel, los simulacros. Yo dije: qué simulacro... porque los proyectiles que rozaban algo empezaban a dar tumbos. En el barrio Dorrego había proyectiles clavados en paredes".

Ante ese panorama, pensó: "No, esto es en serio, no es un simulacro". A partir de ese momento Taborda se preparó como pudo: "Yo había alcanzado a ponerme un pantalón verde en la casa de un vecino, porque había venido de Entre Ríos y sólo tenía en la valija el uniforme [de la Marina] con apresto".

"Me fui hasta Maipú y la actual avenida Perón. Hablé con la gente que había ahí y vi que había muchos en el puente que querían ingresar al cuartel. Eran todos miembros del Regimiento, pero no tenían armas", recordó.

"Pocos minutos después llegaron dos camionetas Chevrolet", del Arsenal Azopardo, "que se usaban para el transporte de explosivos, una conducida por nuestro jefe, el Capitán Herzberg. A 160 kilómetros por hora habían tardado dieciséis minutos en llegar a Azul. En el Cuartel de Bomberos no tenían información y, al tomar contacto con él, pude darle algunos detalles de lo sucedido hasta el momento". Ya había observado, por ejemplo, que "en el puente había muchos integrantes del Regimiento totalmente desarmados, en una actitud temeraria, porque constantemente se escuchaban ráfagas de armas de fuego dentro del cuartel".


Armamento y distintos pertrechos abandonados por los integrantes del ERP en la quinta de Sucesión Inza, copada para ser utilizada como puesto sanitario y de ataque a la unidad militar de Azul . ARCHIVO/EL TIEMPO

La del 19-20 de enero de 1974 "fue una noche fresquita. A eso de la una de la madrugada comenzó a caer una llovizna helada y nos agarró a todos totalmente desabrigados" y "los mosquitos se habían puesto bravos...".

Taborda mencionó que "los integrantes de la Agrupación de Infantería de Marina que acudieron en apoyo de la Guarnición Ejército Azul estaban encabezados por el Jefe del Arsenal Naval Azopardo, Capitán de fragata Juan Carlos Herzberg, quien por su antigüedad se hizo cargo de las operaciones de recuperación" de la Guarnición Militar Azul. "Los combatientes a su cargo fueron el Teniente de corbeta Alianelli, Cabo primero Sosa, Cabo segundo Taborda y los conscriptos Salerno, Esperón, Franco, De la Canal y un riojano cuyo nombre no recuerdo", refirió.

Durante la presencia en el puente de la avenida Humberto I -por entonces- "le dije al Jefe Herzberg que, si me necesitaba, estaba disponible. Me respondió: 'Ahí tenés un fusil, che'. Con el tiempo me enteré que me había entregado su propia arma de fuego. Dejamos a Salerno cubriendo el puente, nos formamos y avanzamos hacia el ingreso al Cuartel. En el camino recibimos una ráfaga de un arma automática, montada en un vehículo blindado. Rápidamente nos identificamos a la voz de 'somos la Infantería y de Marina de Azopardo'. Puesto en situación nuestro Jefe, comenzó a organizar grupos para avanzar sobre los focos de resistencia. A nosotros nos tocó la herrería, donde mantenían cautivos a la esposa del Coronel Gay y sus dos hijos".

Durante la entrevista con este diario Taborda indicó que "el coronel Gay realmente tenía una idea muy clara de que iba a ser atacado. No sabía cuándo ni a qué hora. No sé cómo obraban los servicios de Inteligencia y siempre hubo infiltrados de ambos bandos". En ese sentido mencionó que "así como hubo un soldado [conscripto] que hizo todos los planos, hubo también un cabo al que no se lo vio más por Azul. Se estima que, entre los dos, fueron los que 'entregaron' el regimiento, lo que significa decir dónde estaban puntualmente las armas, la munición, las guardias, los refuerzos".


Tanque de agua del regimiento de Azul. Desde esa altura se ofreció resistencia al ataque del ERP el 19 de enero de 1974,

Desde su óptica, "lo bueno que tuvo en ese momento el coronel Camilo Gay fue determinar ese grupo que se posicionó en el tanque de agua. Nadie sabía de ese grupo emboscado y a la orden, y fue determinante su función. Si bien no había visión nocturna y el cuartel estaba sin luz, ese grupo cumplió una función realmente importante en la defensa". Es decir, buena parte del operativo de ataque fracasó como consecuencia de la reacción, desde el primer momento, del puesto instalado en el tanque de agua.

Sin dudas, uno de los aspectos de esa noche fue la confusión reinante durante, al menos, las primeras horas. Taborda retomó explicando que "nosotros, cuando llegamos a las puertas del regimiento, fuimos recibidos como si fuésemos enemigos. La situación era difícil. Entre ellos no se podían identificar, porque los subversivos también estaban vestidos de verde. Pensaron que nosotros éramos un refuerzo guerrillero y, por las dudas, nos tiraron una ráfaga que nos pasó por arriba". Ante esa circunstancia, "ahí rápidamente nos identificamos, porque de lo contrario nos iban a seguir tirando... Le dijimos que éramos la Infantería de Marina de Azopardo y que veníamos en apoyo". Recién entonces "nos abrieron el portón y nos dejaron entrar. Así accedimos a la guardia, que era lo que más o menos estaba organizado en esa zona".

Con respecto a los atacantes, Taborda dijo que en ese momento "los tipos andaban perdidos; habían detenido uno de los camiones, que estaban camuflados con una especie de Contac verde o algo por el estilo, pero simulaban ser camiones militares".

"Los integrantes del regimiento que habían logrado ingresar saltando alguno de los paredones, se habían dirigido a ese sector de la guardia, que era donde estaban las comunicaciones, además del oficial de guardia. Pero Carullo, que era el oficial de guardia, andaba por allí combatiendo, al igual que el cabo Caballero. Ambos resultaron heridos", sostuvo Taborda.

Una vez dentro de la guarnición, en los primeros minutos del domingo 20 de enero, "en un momento nos tiramos cuerpo a tierra y nos vieron desde la Mayoría. Un subteniente nos vio y empezó a los tiros. Alianelli le gritó que éramos de Azopardo. Nos dijo 'cómo sé que son ustedes'. Alianelli fue arrastrándose y con una linterna le mostró los documentos al subteniente. Recién ahí nos llevaron para rodear la herrería, como fracción. Alianelli era un tipo muy corajudo, realmente no le tenía miedo a nada".

Al momento que ingresó la dotación de Azopardo, cerca de la medianoche, "ya se sabía que era un asalto terrorista. Fue el primero a un cuartel, de esa magnitud", indicó Taborda. Al principio del asalto, como ya se indicó, reinó la confusión. Es que ya había antecedentes "de choques entre las propias fuerzas, en la década del 60 [Azules y Colorados, en 1963], o cuando Magdalena, que era del Ejército, tomó Punta Indio. Se habían dado situaciones así, pero esto era algo totalmente distinto, y estaba ocurriendo en Azul". Una ciudad donde la vida transcurría tranquilamente hasta ese momento. "En Azul no pasaba nada, estaban todos en Cronopio esa noche. Y de repente, semejante asalto...", explicó Taborda.

Del mismo modo, analizó que "ya en 1974 habían pasado muchas cosas" en el país. "La muerte de Oberdan Sallustro, por ejemplo; o el asesinato de José Ignacio Rucci de la CGT, perpetrado por un francotirador montonero. Ya hacía mucho que venían los Montoneros, los del ERP, cometiendo secuestros, muertes, robos de armas. El ascenso en Montoneros era por matar a un policía Federal, a tal punto que, en los últimos tiempos de la guerrilla, los federales no querían vestir el uniforme porque consideraban que eran un blanco fácil. El de Azul fue el primer asalto grande a un cuartel, pero nosotros ya habíamos tenido levantamientos. Por ejemplo, el levantamiento de una compañía nuestra, en la Escuela de Mecánica en 1972, que es el caso del guardiamarina Urien. Fue una pesadilla para la Armada ese hombre, a quien se lo vinculó con la organización Montoneros".

Hubo otros hechos, posteriores, como consecuencia del asalto. Taborda recordó "cuando la hija del coronel Gay se suicidó, en 1993, yo estaba en Bolivia destinado. Ahí me enteré. Algo tremendo... Las secuelas parece que no terminan nunca, de algo tan traumático, ¿no?". La joven había sido testigo de la muerte de su madre en el sector de la herrería del cuartel, durante el ataque del 19-20 de enero de 1974, y poco antes probablemente testigo también la de su padre, el coronel Camilo Gay.

Taborda recordó que esa noche "se había identificado un lugar de resistencia muy puntual, que era la herrería del regimiento. Los subversivos andaban también por ahí, tratando de orientarse para irse", con la excepción de dos integrantes del ERP que se hallaban en la herrería del cuartel.

"Ahí aparecieron unos vehículos blindados y se posicionaron. A nosotros nos mandaron adentro de un VCTP [vehículo para transporte de tropas], que eran de aluminio". Durante la madrugada del día 20 "Harguindeguy llegó en helicóptero y bajó en la cancha de fútbol del regimiento. Era el comandante de la Brigada y se hizo cargo desde ese momento, porque hasta allí fui nuestro jefe del Arsenal el que se había hecho cargo, por ser el más antiguo".

Precisó luego que, "con la llegada del General Harguindeguy, el Capitán Herzberg fue a buscar a Salerno para dirigirse a la chacra de Inza, que se encontraba lindera en los fondos del Regimiento". Esa quinta "se tomó como punto de partida para el ataque, donde pudo constatar que también funcionó como Puesto Socorro".

Mencionó además que "el desenlace fatal llegó con las primeras luces. Mientras los blindados hicieron movimientos de distracción, los oficiales Guglialmone y Alianelli abrieron fuego sobre los terroristas, hiriendo a Altera y Carrara [los integrantes del ERP que se hallaban dentro de la herrería], y uno de ellos alcanzó a matar a la esposa del Coronel Gay. Sobre este tema hay muchas versiones, en especial las contradicciones de Wikipedia", dijo, en referencia a la enciclopedia digital.

Considera que injustamente "a Alianelli le echaron la culpa de la muerte del coronel Gay. Así, directamente. Él había logrado abatir a uno de los terroristas, pero todo lo que hizo le terminó jugando en contra de su carrera, lamentablemente".

Taborda recordó aspectos del episodio: "Sobre las primeras luces luego de la madrugada, se posicionaron en las ventanas de la herrería y desde ahí tenían visión de los dos terroristas. Desde ahí fueron abatidos. Tampoco pude conversar mucho con la gente sobre todo el episodio, porque al día siguiente yo ya estaba de pase en La Plata. El jefe me dijo: 'Agarre todas sus cosas y se va de pase al BIM 3'. Me sacó acá de las brasas y me metió allá en el fuego... porque La Plata era terrible en ese momento. El jefe me tenía en cuenta porque venía del BIM 1, donde era subdibujante de operaciones y ya se hablaba de estos temas".


El edificio de la herrería del cuartel. Allí se realizó el último operativo de recuperación del cuartel.

En efecto, mencionó Taborda, "se hablaba de las nuevas formas de luchas que iban a tener las fuerzas armadas, como consecuencia de la guerrilla. Se hablaba, por ejemplo, de cómo se tenía que atacar un lugar tomado por la guerrilla".

Refirió luego otro aspecto de lo ocurrido durante el ataque del ERP al cuartel de Azul. "Acá no pudieron tomar las salas de armas. Esa fue otra cosa del coronel Gay: mandó a algunos a dormir a esas salas y todo aquel que quisiera violentar una puerta recibía una ráfaga. Esa fue una medida importante, que impidió el robo de armamento".

En tal sentido, Taborda afirmó que "el coronel Gay había dado unas órdenes que eran fundamentales".

Del mismo modo recordó que, como consecuencia del ataque a la Guarnición Militar Azul, "Perón, en ese momento presidente, fue el que habló de aniquilamiento de la guerrilla. En realidad, en toda guerra está planteada la zona de aniquilamiento. Se tiene un punto de partida para el ataque, hay objetivos secundarios y está el asalto final al objetivo principal. Por el costado, hay gente que avanza y forma la zona de aniquilamiento. En los reglamentos militares estaba contemplado el aniquilamiento del enemigo. Hoy se la ve como una mala palabra, pero en los reglamentos vigentes estaba contemplado".

Por otro lado Taborda refirió que, en los años setenta, "la guerrilla tenía mandos, gobierno, financiamiento, su propia justicia -por ejemplo, al general Aramburu le hicieron un juicio sumarísimo en Timote, le leyeron la sentencia final y lo mataron-; eran una organización, al igual que el ERP, no sé si militar pero por lo menos paramilitar. Tenían uniformes, grados militares, y alcanzaron a desfilar por las calles de Tucumán con uniforme".

Sindicado como el líder de la operación del ERP sobre la unidad militar azuleña, "a Gorriarán Merlo nunca lo pudieron traer a declarar al Juzgado Federal de Azul, luego de su detención en 1995", observó Taborda, como un hecho en particular.

Además recordó que los atacantes "al armamento lo fueron sembrando. Con el tiempo, encontraron fusiles en los campos, a orillas de los alambrados, por la Ruta 51, que fue la vía de escape que tuvieron los del ERP" luego del asalto.

Al recordar el hecho, a cincuenta años de ocurrido, Taborda aseguró que "eso marcó mi carrera, para toda la vida. En la foja me pusieron 'acto de arrojo'".

El testimonio de Silva Ibarzábal

Silvia Ibarzábal. NACHO CORREA

Yo cumplía 18 años y lo festejábamos con un reducido número de amigos y mi familia en nuestra casa del Barrio Militar, en Azul, provincia de Buenos Aires. Era el 19 de enero de 1974, cerca de las doce de la noche. Mi padre, el coronel Jorge Ibarzábal, era el jefe de una de las dos unidades militares ubicadas en esa localidad del interior bonaerense. A la otra la comandaba el coronel Camilo Gay. Un disparo primero y muchos después cambiaron nuestras vidas para siempre. Hacía casi un año que el país había recobrado la institucionalidad democrática y nos gobernaba el general Juan Domingo Perón, elegido con una cifra de votos jamás igualada: 62% del electorado. Y, a contramano de la historia, el ERP, Ejército Revolucionario del Pueblo, uno de los grupos terroristas que asolaron a la Argentina en los años 70, atacó las dos unidades para robar armamento y continuar su "guerra popular" para imponernos un régimen socialista, como el de Castro y Guevara en Cuba. El presidente, esa misma noche y públicamente, los llamó "reducido número de psicópatas y mercenarios a los que hay que exterminar uno a uno para el bien de la República, porque se oponen a las grandes mayorías nacionales y ya cuentan con el repudio unánime de la ciudadanía".

Los terroristas asesinaron al coronel Gay, a su señora, Hilda Cazaux, y al soldado Daniel González. Tras fracasar en su intento, huyeron llevándose secuestrado a mi padre, al que mantuvieron cautivo diez meses en una "cárcel del pueblo" para luego asesinarlo. Una mano asesina terrorista, despojada de los mentados derechos humanos, terminaría con su vida. Nuestras familias fueron devastadas. No tengo odio y trabajo por la concordia política; sin embargo, me laceran las injusticias que subsisten.
En la Argentina de hoy, por poner un ejemplo, Luis Lea Place, que había estado preso por integrar el ERP, fue liberado por la amnistía de Héctor Cámpora en 1973, al año siguiente participó del asalto al cuartel de Azul; fue detenido, juzgado y encarcelado. Años después, durante el gobierno kirchnerista, cobró una indemnización, actualizada a hoy, de $134.619.826 y fue funcionario de Derechos Humanos.

A 50 años de los hechos, agradezco a quienes siempre mantuvieron vivo el recuerdo, jefes, suboficiales, soldados y la ciudadanía azuleña, que, a través de tantos años, cada 19 de enero conmemoran esta gesta de los que con patriotismo y heroicidad defendieron la unidad. La violencia de los 70 es un hecho trágico del pasado que no debe seguir deteniendo el presente y futuro de los argentinos, pero es imprescindible superarlo con verdad, historia y justicia para todos.
Que no nos gane el olvido.

Silvia Ibarzábal
Vicepresidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Terrorismo en Argentina



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