28 de marzo de 2025

INFORME ESPECIAL

INFORME ESPECIAL. La muerte de Sara: su cuerpo fue enterrado bajo el nombre de Jorge y su dinero despilfarrado

El caso sacudió a La Plata hace veinte años. La viuda vivía sola en una casona del centro. Cuando descubrieron lo que pasó, hacía seis meses que estaba enterrada. El rol de la mujer que la cuidaba.

La tumba de Jorge Bonomo estaba en el cementerio de La Plata. Pero nadie le llevaba una flor. Ni natural, ni de esas artificiales que se suelen poner para evitar esa imagen marchita. Es que debajo de la cruz no descansaban los restos de Bonomo, supuestamente fallecido el 12 de febrero de 2001. Allí yacía una mujer: Sara Ethel Morales. Enterrada también un día 12, pero de agosto y de 2004. Pocas coincidencias y muchas dudas.

Morales era viuda del destacado arquitecto platense Carlos Gorostegui, fallecido en 1997. La mujer, de 67 años, vivía en una casa antigua pero remodelada de calle 47, entre 2 y 3, a pocas cuadras de la Gobernación de la capital provincial. No tenía hijos y su único pariente cercano era el juez en lo Civil y Comercial, Enrique Gorostegui, hermano de su fallecido esposo.

Vivía junto a sus cinco gatos y quien tenía contacto con ella desde un tiempo atrás era Adriana Arias, de 32 años, una empleada doméstica que la ayudaba en los quehaceres diarios. Esta, en realidad, era la nuera de otra señora de la edad de Sara que había trabajado con ella hasta jubilarse. Fue allí cuando recomendó a Adriana, quien desde hacía cinco años se había ganado su confianza.

Pese a tener poco contacto con sus vecinos, comenzó a llamar la atención cierto abandono de la casa. La Santa Rita de la entrada estaba crecida, desprolija, y tapaba parte del portón de madera. La luz y el gas estaban cortados. Y a ella ya no se la veía como antes. Tampoco a los cinco gatos.

Sin embargo, nada cambió hasta que el juez Gorostegui llamara por teléfono a fines de 2004 a su cuñada para saludarla por las fiestas. Una y otra vez el teléfono sonó, pero nunca hubo respuesta. Algo similar había pasado el 19 de noviembre, cuando ex compañeras en la carrera de magisterio la llamaron para su cumpleaños.

Al no tener respuesta desde el otro lado del tubo, Gorostegui fue hasta la vivienda en busca de un contacto que no se dio. Ya era el 27 de enero del nuevo año cuando finalmente se presentó ante la Policía e hizo una denuncia por averiguación de paradero.

El principio del fin

Tras la denuncia, los oficiales de la comisaría primera fueron hasta la casa y encontraron que todo estaba abandonado y a dos de los cinco gatos muertos, al parecer envenenados, en el patio. De las otras tres mascotas, ni noticia. A partir de allí la investigación se centró en quiénes (y cuándo) habían visto por última vez a la mujer.

En ese contexto, según cuentan las crónicas de ese momento publicadas en el diario El Día, los policías allanaron la casa de Sara y de Arias, que vivía con su esposo, un taxista de 45 años, y quienes por esas horas habían viajado a Tucumán. Según se detectó, en los últimos meses no sólo habían refaccionado su vivienda sino comprado una moto, dos teléfonos celulares de última generación y varios electrodomésticos. Hasta se supo que el hombre había cambiado su viejo Renault 12 por un VW Polo 0 km. Nada cerraba. Menos, cuando en la casa de la viuda de Gorostegui no encontraron nada revuelto, aunque tampoco aparecieron las alhajas que solía usar.

A los pocos días, Arias se presentó a declarar y dijo que en noviembre había dejado de trabajar para "doña Sarita" porque la mujer de 67 años se "había marchado". También contó que la había enviado a cobrar los 1.400 pesos de la pensión, un alquiler de un departamento por 700 pesos y a retirar unos 80.000 pesos que tenía depositados en el Banco Provincia.

Esa declaración espontánea llamó la atención de los pesquisas y despertó la hipótesis sobre que a Morales algo le había pasado y tanto la "mucama" como su esposo, Luis Barrientos, quedaron en la mira.

Más aún cuando el fiscal, ya bajo la sospecha de un crimen, logró ubicar el cadáver de la mujer, que había sido inhumado en el cementerio local el 12 de agosto de 2004, sin la presencia de familiares, vecinos ni amigos. No había habido velorio ni mención en los obituarios de los diarios locales. Al ser exhumado, el cuerpo estaba con la alianza plateada con sus iniciales y las de su esposo.

La pareja ahora bajo sospecha, además, siempre de acuerdo a la investigación, había hecho los trámites en la empresa de servicios fúnebres y en el cementerio. El servicio fúnebre había salido 700 pesos y se pagó en efectivo. Barrientos y su esposa habían firmado la autorización y abonado los honorarios.

Pero previo a eso, ¿quién había firmado el certificado de defunción? Había sido la doctora Brígida Von Goecking, quien luego en el juicio declaró que tras un exhaustivo estudio no notó signos de violencia en el cuerpo de Morales y determinó que la causa de la muerte había sido "no traumática por un paro cardio-respiratorio". ¿Posible Envenenamiento? Los acusados llegaron a juicio en septiembre de 2007. Si bien no quedó claro cómo murió la mujer, a la pareja se la acusó por los delitos de "estafa y fraude contra la administración pública". Allí se conocieron otros detalles del caso, como que la jubilación de Sara fue cobrada hasta enero, más de seis meses después de su muerte. Pero no se supo cómo murió Sara, ni qué pasó con los otros tres gatos que nunca aparecieron. (DIB) FD

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